El sol de la madrugada asomó su cabeza por el mar de Yokohama, siendo recibida por inmensas columnas de humo, ya más un recuerdo que una alarma. La noche anterior Kajii Motojiro había sido transportado de emergencia por petición de la Port Mafia, y había desactivado cuantas bombas se había hallado. En vista de lo sucedido, la ADA se solidarizó con la mafia, y envió a Yosano a sanar a los heridos.
Un hombre fue curado de sus quemaduras frente a los ojos de Akiko, y tras eso ella se secó el sudor de su frente. El hombre le agradeció, aunque ella si acaso y pudo asentir. No estaba orgullosa de lo que estaba haciendo, por mucho que el director le había recalcado que una vida era una vida.
Le enfermaba estar en la Port Mafia.
—Yosano-sensei, acabamos de remover los escombros de la tercera torre y encontramos a cinco hombres. Uno de ellos falleció, tres de ellos fueron llevados al hospital y el quinto no puede ser transportado por sus lesiones. ¿Podría venir conmigo? —le dijo Atsushi, con sus manos convertidas en garras, al igual que sus piernas. Una cola serpenteaba entre sus piernas, ansiosa.
—Sí, ya voy—aceptó Yosano, y tras eso se sacudió las cenizas de la falda.
Atsushi rápidamente emprendió el camino, volteando de vez en cuando para ver si lo estaba siguiendo. Ella, por su parte, buscaba heridas en su cuerpo. La camisa blanca —ahora roja y rosa— estaba rasgada, y ya aparentaba más ser un trapo sucio que una prenda. A pesar de eso, Yosano no pudo visualizar heridas graves, y agradeció por eso a la regeneración del tigre.
Entre la tela rasgada observó pequeños rasguños, casi invisibles, que se iban consumiendo como la mecha de una vela. Había varias al principio, dos, luego cuatro y cinco, pero pronto volvieron a ser tres, luego dos, y luego ya no había ninguna.
«Impresionante...» Justo en ese momento su pie se encontró con una pequeña depresión en el piso. Torció su pie, apenas un pequeño giro, y si bien pudo caerse no ocurrió más que un breve susto gracias a Rashoumon, que la sujetó del antebrazo un instante después de perder el equilibrio.
—Gracias, Akutagawa —le dijo fríamente al perro de la mafia. La extensión de su gabardina se retiró de su brazo, y Ryuunosuke se alejó sin la más mínima señal de haberla oído.
La indiferencia de su propia voz la orilló al arrepentimiento, aunque pronto supo volver a la tierra. Las heridas hechas por Rashoumon tenían una firma, un distintivo propio. Hacía tiempo que Yosano había perdido la cuenta de las veces en que había visto sus trazos en los cuerpos de sus pacientes. Un simple gesto de amabilidad no puede desvanecer la tinta con la que había firmado tantas actas de defunción.
Volteó de nuevo a ver a Atsushi, y le sorprendió ver como rehuía la mirada de Akutagawa.
—Estas muy rojo, Atsushi-kun. ¿Tienes fiebre?
—¿Qué? ¡No! No, no, no. Nada de eso. Estoy bien —exclamó todavía más sonrojado, y apresuró el paso.
Al poco tiempo llegaron al lugar. Dos edificios habían caído, uno encima de otro, como cartas de un castillo derrumbado. Los escombros se apilaban sobre la tierra, como tumbas sin nombre. Cuando llegaron, Nakahara Chuuya estaba desenterrando tanto a los muertos como a los vivos. El uso de su habilidad lo rodeaba de un halo escarlata, visible pese a las constantes columnas de polvo y humo.
Desde las alturas, flotando como si la gravedad no enredara sus cadenas en sus pies, se percató de la insistente mirada de Yosano y descendió hasta llegar al suelo.
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El rey celeste [KunikiDazai]
FanficUn fanfic del fandom de Bungo Stray Dogs. Yokohama es el escenario del mundo, y también de los actos criminales. Entre sus últimas obras, destacan los asesinatos de un hombre que se hace llamar el Rey Celeste, un supuesto elegido cuya misión terrena...