La guerra había comenzado de nuevo cobrando su primera víctima. Ahora no sólo dependía de ella el cambiar las cosas que están escritas, también él podía hacerlo.
Enfrentar todo para poder tener una vida tranquila de nuevo era lo que la familia Black...
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La Pérdida De Un Amigo
Emmily se había mantenido gran parte día debajo de las cobijas. No quería ver a nadie, ni siquiera a su madre. Solo se abrazaba a sí misma, sintiendo mal por lo que había pasado con Fallen, y lloraba, esperando que, con eso, todo su dolor se fuera. No quería cerrar los ojos, porque cada que lo hacía, lo veía a él. No sentía hambre. Solo quería quedarse ahí acostada en su cama.
Solo que aquella noche, sus amigos fueron a verla, todos estaban indecisos sobre si entrar a pesar de que ella se los había prohibido, pero a Tulio no le importó, dejo a los demás atrás y fue a la habitación de su amiga.
—¿Emmily? — llamó, pero no hubo contestación— Emmily, voy a entrar.
—No quiero ver a nadie —escuchó desde el otro lado de la puerta.
—Lástima, porque yo sí quiero verte.
Abrió la puerta y entro, cerrando la puerta detrás de él. Se acercó hasta que quedó sentado a un lado de su amiga, quien estaba tapada hasta la cabeza con las cobijas.
—Tulio, por favor, quiero estar sola —dijo la castaña, aunque su voz salió amortiguada por las cobijas.
—No, no es lo que quieres, Ly, y no es lo que voy hacer —se quedó callado unos segundos—. Aunque, si de verdad lo quieres, me voy, pero a la casa de ese infeliz a hacerle pagar por lo que te hizo.
Sabiendo qué si sería capaz de hacerlo, Emmily se quitó las cobijas de encima y le miro. Tenía los ojos llorosos, en las mejillas el camino que habían dejado sus lágrimas.
—No lo hagas Tulio. No te metas en problemas.
—Por ti, por mi hermana y por los idiotas que tenemos como amigos, me metería en el problema más grande si fuera necesario —se puso de pie y se sentó a su lado, abrazándola con fuerza, sintiendo como ella le correspondía. Iba a decir algo, pero los sollozos de su amiga le hicieron callar.
Emmily amaba a sus amigos por igual, y con cada uno, en especial con los hombres, se sentía a gusto de una manera diferente. Con Tulio era cada que la abrazaba. No era una persona que lo hiciera mucho, era el más frío de todos, pero eso hacía que sus abrazos fueran diferentes a los de Carlos o los de Marcos.
—Dime que quieres que haga y sabes que lo hare —murmuro el moreno, pero la castaña solo dijo:
—Solo quiero que me abraces. No dejes de hacerlo...