Capitulo 30

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Alejandra

— ¿A qué hora le dijiste que venga?

— Ocho treinta, yo creo que nueve menos cuarto ya va a estar aquí. -respondí.

— Vale, entonces ¿qué haces ahí parada? ¡Ve y báñate; alístate! -reí.

— Tu debería hacer lo mismo. -le apunté.

— Lo sé, pero lo haré una vez que la lasagna esté en el horno. -me miró y luego volvió la vista a la salsa blanca.

— Vale, vale. Cualquier cosa gritas. Estaré en la ducha. -asintió.

Dejé el delantal en la mesa y salí de la cocina junto con Jandro. Subí las escaleras, entré a mi habitación. Jandro saltó y sentó en mi cama mientras yo fui directo a mi closet, abriéndolo.

Quise usar algo distinto a lo que siempre uso. Pensé en un vestido floreado que mi madre me regaló hace como un año pero al instante descarté la idea. Lo usaría cuando entre en él sin ni un hueco de por medio.

Me fijé en los pantalones y tenía un jean bastante claro que no era ni ajustado ni suelto. Tal vez ese me quede bien. Miré mis remeras y pude notar que ni la cuarta parte de ellas las usaba. Cogí una remera blanca y suelta. No era como las que normalmente usaba, esta tenía las mangas a tres cuartos y estas estaban sueltas. Dejé la remera y el pantalón en la cama junto con mi ropa interior y entré al baño.

Luego de una ducha rápida salí envuelta en una toalla y cogí mi ropa para volver al baño. Una vez con la ropa interior puesta, saqué la balanza y me paré en ella con un poco de temor.

40 kilos.

Solté el aire que, sin darme cuenta, contenía en mis pulmones. Había subido dos kilos y eso, extrañamente, me ponía muy feliz.

Me puse la ropa que escogí pero hubo algo que, en verdad, me desagradó.

Volví a mi closet para sacar otro pantalón porque, definitivamente, no podía usar el que traía puesto. No ahora, por lo menos. Saqué otro jean, oscuro esta vez y bastante suelto. Me saqué el que tenía puesto para luego doblarlo y ponerme el otro. Ahora sí se veía mucho mejor. Cogí mis preciadas converse negras y me las puse.

Peiné mi largo cabello, notando que necesitaba un corte, y até la mitad de él haciendo una media cola de caballo, dejando lo demás suelto para que se secara solo. Me coloqué perfume y listo, creo que eso era todo.

Bajé las escaleras y fui en dirección a la cocina. Mamá ya no estaba ahí. Fijé la hora en el reloj circular que colgaba en la pared y me di cuenta de que Alex no tardaría en llegar. Ya eran las 20:17pm. Encendí la luz del horno para ver la lasagna y, por lo visto, estaba bien.

Acomodé la mesa para que todo esté perfecto. Estaba nerviosa. Creo que ya lo había dicho pero, aún así, tengo la necesidad de decirlo. Fui a la sala y me senté en el sofá jugando con mis dedos. Luego de dos segundos escuché unos pasos por las escaleras.

— Te ves nerviosa. -volteé y ahí estaba mi madre bajando las escaleras. Llevaba una blusa color crema en V y unos pantalones cafés. A combinación llevaba unos zapatos planos crema. Traía puesto una cadena dorada, nada lujosa. Me paré y asentí.

— Si, lo estoy. -se acercó a mí.

— ¿Se puede saber por qué? -frunció el ceño y retiró el pequeño mechón de pelo que tenía cayendo sobre el rostro.

— No lo sé. Solo estoy nerviosa. -me encogí de hombros con una sonrisa.

— Bueno pues, no deberías. Si son novios y pasan tiempo juntos, dudo mucho que siempre andes nerviosa. -asentí.

Bullying, Anorexia y un Angel - Niall HoranDonde viven las historias. Descúbrelo ahora