Capitulo 48

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Niall

Me mantuve de pie a su lado por un tiempo hasta que volteé rápidamente, sorprendido mientras hacía el intento de limpiarme las lágrimas del rostro rápidamente, al escuchar la puerta de la habitación abrirse. La madre de Alejandra me miraba desde la puerta, con una botella de agua en la mano y una expresión en el rostro que no supe descifrar. Con lentitud cerró la puerta y avanzó unos cuantos pasos hacia mí.

—   No sé si creerte –dijo de la nada. Fruncí el ceño–. Quiero decir, mirándote, no podía creer que quieres lastimarla, pero con todo lo que haz hecho me es imposible...

—   Uno de mis mayores arrepentimientos –me defendí, cortándola, diciéndole las mismas palabras que en la sala de espera de cuidados intensivos.

—   ¿Cómo puedo creerte? –me encogí de hombros y carraspeé, ordenando mis pensamientos para decir lo que quería.

—   No estoy esperando que me dé alguna bendición o que confíe totalmente en mí, porque sé que es demasiado pedir conociendo mi historial con Alejandra –comencé y me sorbí la nariz–, pero solamente le estoy pidiendo que me crea cuando le digo que los últimos meses he hecho todo lo que está en mis manos para ayudarla, para hacerla sonreír y darle un hombro en el cual llorar cuando lo necesite. No... –solté un suspiro que no sabía que contenía–, no quiero lastimarla, esa no es mi intensión para nada. Quiero que esté bien casi tanto como usted y verla así me parte el alma como no se imagina.

Sus ojos estaban ligeramente aguados y no sabía si era porque mis pocas palabras habían sido suficiente  para que supiera el dolor que me suponía ver a Alejandra en este estado, o no habían hecho más que hacer que desconfiara de mí aún más.

Dejó la botella de agua sobre la mesa frente a la camilla y de su bolso, que traía colgado en su hombro, extrajo un paquete de kleenex, sacándose un pañuelo y luego extendiéndome el paquete.

—   Gracias –susurré y saqué un pañuelo, devolviéndole el paquete.

Me pasé aquel pedazo de papel por las mejillas, que todavía estaban un poco húmedas, por los ojos llenos de lágrimas y por último soplé mi nariz. Miré a Alejandra tras ello, escuchando un pequeño sonido gutural proveniente de ella, con la esperanza de que esté despertando. Cambió un poco su postura, pero no abrió los ojos ni mostró algún signo de que despertaría. Hice un pequeña mueca y caminé en dirección al baño para desechar el pañuelo usado.

Al entrar nuevamente a la habitación la mamá de Alejandra estaba sentada en la silla de al lado de la camilla. No sabía si debía irme o tras su gesto de obsequiarme un pañuelo significaba que podía quedarme, así que carraspeé muy sutilmente para llamar su atención, lo cual logré. Volteó a verme sin ninguna expresión en el rostro.

—   ¿Despertó cuando me fui? –fruncí el ceño negando levemente con la cabeza–. Qué raro –susurró, más para ella que para mí, y luego se dirigió a mi persona–. El doctor dijo que volvería a despertar cerca a esta hora.

—   ¿V-volvería? –tartamudeé, a lo que ella asintió.

¿Había despertado ya?

— Estuvo despierta por una media hora a media tarde –asentí ligeramente, intentando procesar aquella información.

— ¿Dijo algo? – pregunté, a lo que ella negó en respuesta.

— No quise presionarla. El doctor aconsejó que no mencionara nada por el momento aunque eso me esté sofocando –apartó su mirada de mí y la dirigió al cuerpo inmóvil de su hija–. No entiendo qué le pasó. Esta situación es muy difícil de digerir.

Bullying, Anorexia y un Angel - Niall HoranDonde viven las historias. Descúbrelo ahora