Capítulo 18

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«CULPO A LA REGADERA»

Nuestro beso se intensifica. Nuestra maldición nos persigue. La química es inevitable. Lo que nos sucede a partir de ahora no está dentro de mi jurisdicción. Ni siquiera sé lo qué estamos haciendo. Sólo sé que se siente demasiado bien para ser interrumpido. Sólo sé que no quiero que termine nunca y fingir que todo está bien, que soy una chica más en un baño con un hombre mayor que ella, y está dispuesta a olvidar un poco su fría realidad.

Me dejo llevar. Dejo la razón a un lado, y sacrifico lo único valioso que no creí perder jamás: mi dignidad. Permito que mis alocadas y estúpidas hormonas me dominen. Permito que sus besos aumenten y sus manos vuelvan a poseerme como hace un momento, cuando me negué a gozar de sus embestidas, obligándome a creer que esto era un error, una violación. Cuando no es así.

Esto no es un error. El único pecado que estoy cometiendo se llama deseo. Quiero esto. Quiero que él me bese, que me toque, que me sienta... ¿Por qué? Porque soy una maldita puerca, por eso. Además, estoy descubriendo que también podría ser una perversa ninfómana, cuya relación con estos cuatro le resulta morbosa y curiosa.

Es interesante que piense esto, pero cuatro hombres, cuyas intenciones son darte todo lo que deseas, menos libertad e independencia, te vuelven una pérfida. Aunque ahora esté disfrutando con uno, y piense que los otros tres estarían encantados de unirse a nuestro juego, concentro mi atención en este maldito hijo de perra llamado Mike, que no ha parado de acelerar el ritmo de nuestras lenguas y subiendo nuestra temperatura corporal. A pesar de odiarlo, y piense que su alma es como un caldo de agua puerca, debo admitir que hace una tarea excelente si su plan es engatusarme.

Su maldita y posesiva lengua me hace el amor mientras yo le sigo el juego, y dejo que la calidez de una carne con gustos ambiciosos me seduzca, hasta que se ve interrumpido por la falta de aire que hemos creado entre nosotros, y tiene que separarse de mis labios a regañadientes por exigencia de sus pulmones. Se limita a respirar con dificultad mientras me mantiene prisionera en sus brazos.

Cuando abandona mi boca, mi cabeza se echa hacia atrás en un intento desesperado por recuperar el aliento. No me había dado cuenta de que yo también necesitaba respirar urgentemente o si no le daría la bienvenida al desmayo.

Cuando los dos estamos totalmente recuperados —bueno, yo con mareos; y él con ligeros dolores de cabeza—, su frente descansa sobre la mía. Y con mimo me da un beso esquimal, que en otras circunstancias me haría derretir el corazón y no confundirme aún más de lo que ya estoy por su culpa. Pero no digo nada y tampoco me aparto de su tacto.

—Vamos a bañarnos —musita con voz ronca, cerca de mis labios. Y no sonó como una sugerencia, más bien como una orden que estoy obligada a cumplir porque sí.

Me humedezco. Siento que algo se desliza entre mis piernas, y de inmediato sé que son mis fluidos. Nunca había sentido tanta electricidad en las piernas o un revoltijo de nudos en mi vientre.

Esto es nuevo. Sé que es deseo, lujuria, excitación y obsesión. Nunca antes lo he experimentado de primera mano. Jamás me creí capaz de mantener un vínculo así con nadie. Se supone que yo soy otra clase de chica, no una perversa mujer de mente sucia con necesidades que jamás creyó permitir en brazos de un extraño.

Asiento embalsamada. Sin rechistar, dejo que me arrastre al interior de la ducha.

Una vez adentro, el agua nos empapa y refresca nuestros cuerpos. Es tibio. Pero él es fuego, y su temperatura podría ponerme con un termómetro y en cama durante días. Mi cabeza recibe con gusto las gotas precisas de la ducha, y mi alborotada y salvaje melena rojiza pierde sus rizos mientras se mantiene bajo la regadera. Mi cabello siempre se convierte en delgados hilos de costura rojos (lacio), cuando se moja, y aumenta su proporción de dos dedos por debajo de mis codos.

Dos están bien, pero... ¿cuatro? [Poliamor #2] (BORRADOR) ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora