€ RET €
«¡ESTÁ VIVO!»
»No está muerto.
»No ha muerto.
»Clint no está muerto.
No murió.»
Me despierto sudando, gritando, alterada, con un aumento en mi ritmo cardiaco que golpea mi pecho como aporreamientos fúricos y enloquecidos a una puerta, con la sensación de sentir que algo o... alguien... está debajo de mi cama como un monstruo al acecho que sólo espera que duerma plácidamente para atacarme.
Hay alguien debajo de mi cama.
La urgencia en mi voz pidiendo auxilio altera a las enfermeras y doctores encargados de mí. Mi grito saca de su guardia a los agentes que antes protegían como búhos mi puerta y ahora se encuentran cerca del instrumental médico y el alboroto que produjeron mis pesadillas en el monitor.
—¿Señorita? —me llama una doctora que se quita un estetoscopio del cuello, y lo coloca con tiento pero también con valor sobre mi pecho—. ¿Señorita Heathcote? ¿Puede oírme, señorita?
Todos están a mi alrededor, atosigándome, casi encima de mí, molestándome, arruinándome, alterándome aún más de lo que ya estamos mi bebé y yo.
Si es que aún tenía un bebé.
Moriría si él o ella ya no estaba más en mi vientre. ¿Esa paramédica les habrá dicho a los doctores que estoy embarazada? ¿Pudieron salvarlo? ¿Tuvieron que sacrificarlo para salvarme a mí? ¡Oh, Dios, no! No quiero ni pensarlo. Ojalá no haya sido demasiado tarde. No sé qué haría si perdiera a mi pequeño Alíen; aún no lo conozco, y ya es el frijol más querido del mundo, mi bichito indeseable que pensé que me degradaría el cuerpo y limitaría mi calidad de vida. Ahora soy yo la que ruega que siga vivo. Que me rompiera la piel, dejara el cuerpo irreconocible o los glúteos llenos de estrías... ¡Todo!, con tal de que siguiera aún conmigo. Daría todo de mí para salvarlo. Sólo espero que aún no sea demasiado tarde.
—Señorita Heathcote, cálmese, todo está bien. Está a salvo.
Pero no. La sensación de intuir que algo no anda bien, aunque parezca que sí, no se va. Sé que no estoy fuera de peligro. No puedo bajar la guardia o no estar a la espera de un golpe que sé que vendrá. Es como si estuviera esperando que la cubeta de agua caiga sobre mi cabeza al atravesar la puerta que me libere de la paranoia. Pero no quiero liberarme de mi locura porque me mantiene realista. Yo sé que algo se me escapa, y no puedo deducir qué es.
Es muy frustrante. Mi consciencia y razonamiento se pelean y no hay tregua entre ellos.
Como lo que sucede a continuación: me hablan, me dicen sus nombres, me preguntan, me enseñan sus placas, pero no puedo hacer funcionar mis cuerdas vocales. No respondo a nada. La luz brillante de las lámparas en el techo de mi cuarto me atontan como los flashes a los peces bajo la superficie, y soy incapaz de seguir una silueta o formular una pregunta que pueda sacarme de mis dudas.
¿Adónde me trajeron? ¿En dónde estoy?
Es un hospital. Lo sé por el olor extraño y la presión en mi pecho que ejerce sentir el deseo de huir de los tratamientos o la inevitable muerte de un quirófano. Pero lo peor de estar consiente y adormilada, casi drogada, es el hormigueo en tus piernas; saber que no puedes utilizarlas para salir corriendo de tu atacante.
¡Está vivo! Yo lo sé. Sé que vive.
Sé que suena estúpido y a locura que lo piense o intente decírselo a alguien después de que yo misma presenciara los hechos; pero es verdad. Sé que Clint aún está vivo. No estoy loca. Estoy en mis cinco sentidos. Sé que su sangre estuvo en mi cara, que vi su expresión petrificada en esa pertubadora cara de ojos abiertos, que cayó de rodillas delante de mí y se desangró encima de esa alfombra mientras a mí me rescataban. ¡Yo lo sé! Pero... también que sigue con vida. De alguna forma él está vivo y quiere acabar conmigo.
ESTÁS LEYENDO
Dos están bien, pero... ¿cuatro? [Poliamor #2] (BORRADOR) ✔️
Teen FictionSucedió durante la noche de graduación, la noche en la que me creí invencible, la noche en la que creí que cambiaría mi vida para bien, no para mal, la noche en donde conocí a aquellos cuatro misteriosos con caras de lobos que me arrebataron mi vida...