Capítulo 56

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«QUÉ CONVENIENTE RESCATE»

Aún no tenía consciencia de mis pensamientos cuando sucedió. No es que estuviera dormida, pero no me sentía cuerda. No me sentía yo misma. Debieron ser las descargas eléctricas que recibimos yo y mi bebé.

Oh, mi pequeño Alíen.

Ni siquiera me dieron el derecho de tocarme la barriga, liberar mis manos y acariciar mi tripa. Quería sentirlo. Quería poner mis manos sobre mi vientre e intentar calmarlo. Imaginé que sí, que podía verlo y apaciguar su miedo. Imaginé que ellos estaban aquí conmigo, y me mimaban como antes de haber sido secuestrada. Imaginé a mi pequeño Alíen como a un niño de tres años corriendo de la mano de uno de sus padres.

No tenía el tamaño de un frijol, pero una madre siempre sabe y yo presentía su turbación. Lo sentía inquieto, que lloraba y pedía a gritos que su mami posara sus manos sobre su casita, en mi pancita, y lo mimara con dulces palabras de aliento que lo calmaran. Porque es lo que me hubiera encantado que alguien hiciera conmigo.

En cambio, yo me encuentro aún atada de manos detrás de la espalda, con la capucha en la cabeza, el cuello estirado hacia atrás y los ojos enrojecidos debajo de los párpados que tiemblan como si tuviera una fiebre de 40 grados. La gotera que cae en mi coronilla me golpea consecutivamente como una bala. Y los olores de este oscuro y mugriento rincón me causan náuseas.

—Por... Por favor... —le pido patéticamente a mi celador, con el asco de inhalar mi aliento y la pena una vez más—, por... Por favor..., quiero vomitar, quítame esto de la cabeza. Por favor...

No lo resisto. Una arcada descomunal brota del agujero en donde mi estómago me exige alimento, en donde mi Alíen me pide que lo alimente, y la saliva en mi comisura y jugos gástricos escapan de mí, manchan el saco y se acumulan en la tela en donde la oscuridad recibe mi impotencia y rabia.

Entonces, escucho que alguien masculla en un dialecto extraño, esa misma persona se levanta y me abofetea brutalmente, tanto... que la sangre en mi labio inferior se mezcla con el hilo de saliva y el vomito que aún permanece atascado en el costal. Mi cuello se debilita. Las lágrimas regresan. Hay movimiento a mi izquierda. Luego a mi derecha. Estoy desubicada de hacia donde se dirige el desconocido, pero... es demasiado tarde para cuando descubro que me da un coscorrón con el mango de su arma. Mi cabeza estalla, siento que el cerebro escapa de mis oídos. Grito y sollozo y, él agarra el costal desde mi coronilla sin tiento o piedad, y me arranca varios cabellos, provocando que un dolor inmenso se apodere de lo que queda de mi cabeza. Gimo y lloro en respuesta, mientras lo desliza fuera de mi cabeza y mis ojos se adaptan a la luz.

Pero no puedo. Es la luz al final de un túnel: cegadora. La pusieron delante de mí como hace la policía cuando interrogan a un presunto culpable. Salvo que yo no era una criminal y tampoco una culpable. Mi único delito es amar a cuatro hombres en lugar de a uno. ¿Qué tiene de malo haber descubierto que no me gusta la monogamia?

—Mira lo que hiciste —me dice aunque no puedo ver de quién se trata. Pero..., ¡esa voz! Reconozco esa voz—. Eres una niña sucia. El cómo conquistaste a esos cuatro asesinos para que hicieran todo lo que tú les ordenes aún es un misterio para la jefa. Y también para mí, ¿para qué engañarte?

—Maldito, pelirrojo... —mascullo.

¡Esa es la voz de Clint Cooper!

Oh, no.

Clint Cooper, el hombre que amenacé y ahorqué con un cinturón, está detrás de todo esto. ¡Maldito infeliz cara de sapo! Sabía que era él. Y Lisa Jones debe ser la «jefa» de la que habla. Debió ser ella la del otro día, la que se reía de mi sufrimiento y desconcierto junto a esa tal Spy. Entonces... fue ella la que me dio descargas eléctricas e intentó matar a mi bebé. ¡Zorra horrible! Esos dos están detrás de todo esto.

Dos están bien, pero... ¿cuatro? [Poliamor #2] (BORRADOR) ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora