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«ENEMIGOS»
Me despierto desnuda, con una sábana blanca y lisa cubriendo mis piernas y cintura, de costado, sintiendo el ambiente frío en el estudio, la calidez de la luz solar atravesando el vidrio de la ventana, mis pezones aún erectos por los efectos que experimenté anoche con dos hombres, mi piel erizada y sensible, el deseo entre mis piernas que aún duele, el calor y los fluidos que debí haber limpiado ayer —por higiene—, pero que no hice. Lo admito, por flojera.
Lamo mis labios y entreabro la boca, soñando como un bebé. Respiro tranquilamente, como si acabara de descubrir la bendición de una buena y relajante siesta a mitad del día.
Me desperté hace horas... Bostecé mientras los veía como una colegiala enamorada hasta de las plantas de sus pies olorosos y sucios. Mi cabeza alternaba entre uno y el otro. Por un lado tenía a Donnie, un ajedrecista serio que finge ser un tipo rudo. Y por el otro tenía a Mike, un rubio de locuras bien planeadas que hace cualquier cosa para salirse con la suya. Pero ninguno de los dos termina de ser humano. No termino de leerlos. Todo el tiempo riéndose de la muerte, fingiendo ser los más fuertes del grupo, los más centrados. Y resulta que son todo lo contrario. Donnie es un imitador. Mike es un asunto pendiente que aún intenta descubrir quién es. Además de que es el más vulnerable de los cuatro.
Me desvelé vigilándolos. Quise saber más, preguntarles todo lo que mi paladar podría estarse guardando con respecto a Clint, Lisa y Beatriz. Pero por respeto al enfrentamiento que presencié entre ese pelirrojo barbón y mi rubio, no lo hice. Aún tengo el coraje atorado en la garganta por haber visto cómo trataba a Mike. Siento que debí hacer más. Siento que no lo lastimé lo suficiente para vengar a Mike. Siento que ahorcarlo con el cinturón de Allen no fue suficiente, para no hacerlo querer regresar jamás.
La madrugada me sentó de maravilla, pero me cobró las energías que debí seguir recargando hasta las nueve del día. Salió al revés el asunto: me quedé dormida a las nueve en lugar de seguirme derechita a intentar levantarme. Mientras mis pestañas bailaban y luchaban por mantenerse separadas de las bolsas creándose debajo de mis ojos, noté que los cuerpos de mis hombres comenzaban a despabilarse.
¿Por qué no me despertaron?
Me besaron, pero no para estimularme, sino para mimarme; compensar los dolores de mis muslos, piernas y pechos. Dios... Se sintió tan rico.
Abro los ojos y compruebo que ellos se han ido. Estoy sola en el estudio, aún con los destrozos del piano esparcidos por doquier. Me incorporo y levanto de las mantas para buscar mi ropa. Encuentro mis calzones y mi blusa y me pongo la delicada tela y mi ropa interior. Salgo del estudio y camino hasta dar con el origen del maravilloso olor a carne sazonada y verduras asadas. También escucho murmullos entonados de una melodía armoniosa y feliz, que vienen del mismo lugar que el aroma a delicia que me despierta... otra clase de apetitos.
Camino descalza y llego a la cocina. Ahí encuentro a Donnie, con los calzoncillos y pantalones puestos, con un mandil rosado que protege su torso del aceite y jugos que saltan del sartén en la lumbre. Está despeinado, tarareando, animado, bailando, tranquilo y muy despierto.
Es feliz...
Me encuentro sonriéndole a la imagen que proyecta el ajedrecista de piel morena y ojos candorosos. Me deslizo como un reptil, y apoyo mis codos en la isleta mientras lo miro con la misma satisfacción que sentí anoche.
Se da la vuelta y nuestros ojos se encuentran. No se asusta o le sorprende mi presencia. Me sonríe y escanea de arriba abajo, evaluándome como un hombre que sólo aprueba concursos de camisetas mojadas.
Pervertido y loquito; así me gustan.
—¡Buenos días! —me saluda un sonriente Donnie.
—Buen día —lo saludo con otra sonrisa.
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Dos están bien, pero... ¿cuatro? [Poliamor #2] (BORRADOR) ✔️
Teen FictionSucedió durante la noche de graduación, la noche en la que me creí invencible, la noche en la que creí que cambiaría mi vida para bien, no para mal, la noche en donde conocí a aquellos cuatro misteriosos con caras de lobos que me arrebataron mi vida...