Capítulo 53

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DONNIE

«NO PUEDO, NOAH»

De todas las adicciones que desarrollé en el orfanato, el ajedrez me salvó la vida. Pero, ¿cómo podía controlar la única pieza en mi tablero que no era capaz de predecir con un resultado positivo? Es lógico que el Rey sobreviva, que la Reina muera protegiéndolo. Pero no en este caso. No tenía la certeza de nada desde que Ret llegó a nuestras vidas. Excepto de una sola cosa: el final. Sabía que esto pasaría; que sólo tardarían unos días en encontrarnos, que todo el mal que creamos se nos revirtiera y encendiera el lugar que consideramos nuestro hogar por demasiados años. Me inquieta la exactitud con la que visualicé nuestro destino, porque realmente cayó sobre nuestras cabezas. Pero era cierto, literalmente el lugar se consumió. Y con él, todas las verdades que al final ella pudo sacarnos.

—¡ETHAN! ¡ELIAS! ¡NOAH! —grito sus nombres mientras corro por la casa envuelta en llamas.

Toso y se me va la voz.

—¡ETHAN! —vuelvo a gritar.

—¡MAX! —me llama mi hermano, desesperado. Corro hacia el sonido y atravieso las llamas.

El incendio fue un Déjà vu. No era nuestra primera vez caminando debajo de una casa envuelta en llamas para salvarnos. No era nuestra primera vez inhalando humo. No era la primera vez que gritaba los nombres de mis hermanos a través del fuego. No era la primera vez que veía la piel de Jared manchada de negro. No era la primera vez que era testigo del terror en los ojos de Allen. No era la primera vez que Mike sucumbía a lo irracional para conseguir lo que quería. Quizá el mal que atravesamos ese día de liberación nos ayudó a sobrevivir a esto. Todos los caminos que tomamos fueron para conducirnos justo a este momento.

Nadie mejor que nosotros para cobrar cada traición que nos lanzaron como granadas en campos de guerra.

Salimos con vida. Pero sólo para vengar la vida que aún no conocíamos, la que protegía nuestra chica en su vientre. Por ella pelearíamos. Por ambas. Un presentimiento me decía que sería una niña; una pequeña pelirroja de ojos azules con el mismo carácter que su madre. Sí... aún no la conocíamos, y no tenía el tamaño de un frijol; pero ya la amábamos. Y si sería igual a su madre, entonces valdría la pena arriesgar nuestra vida para conocerla.

Pero primero debemos encontrarla. A ambas. La amaba como a ninguna otra, era la única pieza que no podía controlar. Por más que me interesara en ponerla a mi favor, al final ella decidía qué movimiento hacer. Nuestra mujer fuerte y valiente que nos arrebataron a la fuerza de nuestros brazos... Pronto encontraríamos al culpable.

Y esta vez sería diferente.

Ahora no existía piedad.

No tendríamos misericordia.

De las cenizas nacemos como el ave fénix. A Mickey siempre le gustó la idea de resurgir en otro cuerpo cuando fallecemos. Quizá porque está obsesionado con los inicios de una siguiente vida, en donde no tengamos que preocuparnos de mirar por encima de nuestros hombros, como hacemos ahora. O hacíamos, porque... ellos piensan que hemos muerto.

Bueno, que sigan creyéndolo. Esa es nuestra ventaja. Ojalá mis hermanos pudieran acostumbrar sus ojos como los míos; así podrían ver el mundo en matices más claros. Pero Allen y Jared son como niños en el patio de juegos de su escuela: todo es un exceso. No hay control. Siempre quieren probar de todo. Y mientras más obtienes, más idiota te vuelves.

Allen patea como un Kicker un pedazo de madera carbonizada, y grita rugiendo como un depredador sádico, maldiciendo y blasfemando el nombre del único culpable.

—¡HIJO DE PUTA!

Ha pasado media hora desde que la casa se incendió. Estamos cubiertos de cenizas y nuestras ropas tienen puntos de ignición en donde quemaduras de primer grado han empezado a manifestarse en nuestra piel.

Dos están bien, pero... ¿cuatro? [Poliamor #2] (BORRADOR) ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora