Capítulo 35

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«SEMANA DEL INFIERNO:

(2.º) DÍA CON ALLEN»

No sé si es por hambre o jamás haber saboreado un burrito en mi vida, pero ésta es la mejor comida que he masticado y tragado como última cena en años. La última vez fue cuando tenía quince, y mi padre consiguió al mejor chef de Italia para hornear un pastel de chocolate con trufas en mi cumpleaños; no comí nada que no tuviera trufas por un mes, no me saciaba de ellas, así como ahora no me sacio de la carne de esta comida chatarra que escurre su grasa en el plato y en mis dedos. Es exquisito. ¿Cómo pude vivir dieciocho años sin probar esta delicia?

Qué rico sabe, Dios santo.

El mundo necesita más de esta maravilla que sólo requiere el microondas.

—¿Te gustó?

—Ajá —contesto, con la boca embarrada de la grasa en este alimento.

Allen me mira, más bien, ve el desastre en mi cara con ceño fruncido. Toma mi mentón con dulzura, y me limpia la comisura de la boca con ternura.

Me hace cosquillas en la boca del estómago; una rara y nueva sensación que descubrir, para mi desgracia. Siempre estoy despertando emociones diferentes en mi interior, cuando estoy a solas con alguno de ellos. Mis sentimientos no son normales, no son adecuados para un romance de verano o una cogida de una sola vez. Ellos quieren algo verdadero a mi lado, ¡los cuatro! Sería un sueño hecho realidad, si las circunstancias fuesen distintas. Acabarían con mi hambre si estuviera mal de la cabeza, o al menos lo cesarían.

Sigo mirándolo como si fuera una muñequita de trapo que necesita un juego de té con su amiga.

Con este acto de claro noviazgo, uno creería que yo sería la primera en romper el silencio, decirle que se aparte de mí o dejar que la euforia me ciegue y arrebatarle un beso; pero lo cierto es, que fue él quien lo hizo, cuando me preguntó:

—¿Por qué haces eso?

Mi entrecejo se frunce, confundido por su interrogante.

—¿De qué hablas?

—Tus ojos... —musita, expectante—. Hay algo ahí que siempre me pone los pelos de punta.

—En el buen sentido, espero... —susurro, tomando un trago a mi limonada.

Allen me sonríe con expresión suave.

—Sí y no —dice; no quiero saber a lo que se refiere, no aunque mi curiosa personalidad me diga lo contrario—. A veces no sé lo que piensas sobre mí o, si estás pensando en otro mientras estás conmigo o, incluso ahora, al hablarte... no sé si me escuchas o, imaginas mil maneras de matarme mientras estoy distraído, tratando de poner en palabras cuánto te amo... —se sincera, desgarrando mi fría coraza e indiferencia—. Pero me alegra que seas directa, que digas siempre cuando algo de nosotros te molesta o, simplemente no te gustará nunca.

Medito sus palabras en lo profundo de mi corazón protegido por cerraduras de hierro inoxidables.

—Quiero que me quieras —musita en un duelo.

—Si fueran otras las circunstancias... —murmuro, sabiendo muy bien que él me ha oído.

—Lo sé... Créeme cuando te digo que hacemos de nuestro mayor esfuerzo por complacerte.

Sonrío, débil e imparcial, cuando lo dice.

—Saben lo que quiero.

Su expresión de borracho se endurece ligeramente, —Jamás nos arriesgaríamos a dejarte en libertad. Nunca regresarías a nosotros, Ret.

Dos están bien, pero... ¿cuatro? [Poliamor #2] (BORRADOR) ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora