Capítulo 55

932 60 2
                                    

DONNIE

«HOLA, DE NUEVO»

No era la excursión pasiva y meditada que tenía planeado hacer con mi familia cuando Ret estuviera dentro de este núcleo fracturado e inestable en el que encajé gracias a una mujer. Pero..., las cosas que no planeamos suceden. Los planes cambian. Siempre estuve consciente de que la vida es impredecible, no soy estúpido. Pero eso no significó que me diera por vencido, porque desde que era pequeño quise establecer mi propia dictadura y mandatos que pusieran en orden lo que jamás tuve de niño.

Era muy creativo a pesar de no tener ninguna referencia en ese lugar.

Pero ya no era más un niño. Creo que nunca lo había sido. Tal vez esa fue mi razón para aceptar a Ret, quizá una parte de mí quería vivir las travesuras de ser descubierto o acorralado. Quise que ella me pusiera en la cuerda floja, que me tensara hasta el punto de recurrir a mis instintos para escapar del laberinto. Yo lo busqué y lo obtuve. La quise y la quiero.

Ret me enseñó a amar.

No es que no sintiera amor. Sí lo hacía. Quería a mis hermanos, y quise a mi madre adoptiva. Pero lo que siento por Ret rompe todo lo elemental. No tenía forma o un olor exacto. No era una figura mundana de corazón en emoticón. No era una sola cosa la que me hacía perder la razón. No era su sonrisa o sus ojos. No eran las muecas que ponía o su expresión al hacer el amor. No estaba seguro de lo que fuera, pero me tenía paralizado e idiotizado cuando la cachaba mirándome de reojo o admirándome de lejos.

Esa impulsiva y grosera mujer hace que me arda la sangre cuando pienso en ella.

A veces uno tiene que arriesgarlo todo en un movimiento que puede o no funcionar. A veces lo mejor que puedes hacer es seguir con el plan. A veces lo mejor es esperar. A veces lo mejor es caminar cuando lo que quieres es correr. A veces lo mejor es confiar ciegamente en tu hermano.

He cambiado. Y sé que cierto porque... en mi mundo planificado no existían palabras como «No lo sé.» «Tal vez.» «A veces.» «Quizá.» Todo era exacto, preciso, sin monedas de dos caras o tiros inseguros. Pero era verdad lo que decían cuando la persona correcta está a tu lado: cambia tu perspectiva.

—Casi llegamos —informa Mike.

—Bien, me están matando los pies —se queja Jared.

—Y a mí la pierna.

—Ya cállense de una vez, maldita sea. No quiero seguir escuchándolos —los regaña Mickey.

Los dos se quedan callados como dos pequeños berrinchudos castigados en los asientos traseros de un auto. Allen golpea a Jared como lo haría un niño de kínder vengativo, y mi hermanito le devuelve el golpe como un bodoque.

Me rio en silencio, melancólico y divertido, porque al final el cansancio y la pesadez de mi cuerpo no me permiten hacer otra cosa que no sea reírme.

—¿Qué? —me pregunta Mike, mirándome raro.

—¿Es extraño que uno añore lo que jamás tuvo?

—Depende... ¿A qué te refieres?

—De lo que nunca tuvimos cuando fuimos niños. —Miro a mi hermano, él no lo comprende—. Me refiero a... los momentos, las cosas normales que tiene un niño cuando crece. Los juegos, los amigos, las fiestas, un cumpleaños que no significara recordar los que tuvimos antes de que Hannah y Clint nos adoptaran... Nosotros no tuvimos eso. Mamá intentó dárnoslo, nadie lo va a negar. Quiso que tuviéramos todo lo que nunca pudimos tener por... el orfanato. Pero aun así existía una barrera que nos separaba de ella. Delgada y transparente que casi no se notaba que estuviera ahí, pero sí estaba. Como un campo invisible —le explico—. Era muy incómodo, en ocasiones, ¿sabes? Porque a veces olvidaba que estaba entre nosotros. Pero luego tenía que mirarla desde otro ángulo, o, imaginarnos a nosotros conviviendo, y de repente ahí estaba de nuevo, esa sensación pesada y frustrante que no me dejaba tranquilo por días.

Dos están bien, pero... ¿cuatro? [Poliamor #2] (BORRADOR) ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora