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«QUIEBRE»
¡Todos los presentes a la mesa!
Carne asada y una buena ensalada. ¡Riquísimo! Es la primera vez, desde hace cuatro días, que pruebo un bocado entero de carne de vaca, y rica espinaca de frutos secos y ajonjolí.
Me llevo el pedazo a la boca y degusto el sabor con el antojo atinado en mi barriga.
Mmm... Excelente.
Lo cocinó Donnie hace media hora. O... intentó hacerlo, con toda esa presión sobre su espalda no pudo sazonar adecuadamente la res, pero da igual, yo creo que sabe exquisito; y se lo hago saber con cada bocado que pruebo.
Nunca lo había visto tan al pendiente de cualquier movimiento que hiciera Mike, por mínimo que fuese, mientras cocinara. Fuera o no fuera al baño; caminara o no caminara por la sala; sonriera o no hacia su padre como lo hace habitualmente, de una manera retorcida pero también atrayente a cualquier ser humano sobre la faz de la tierra... incluyéndome.
Lo miro de soslayo mientras mastico. No se ve, a primera vista, como un hombre a punto de entrar en estado de ebullición, pero sí como uno que está cargando con rocas sobre sus hombros que no puede dejar de sostener.
Estrés...
El estrés lo invade de pies a cabeza y casi tensa sus tiroides hasta el grado de romperlos. Casi puedo escuchar sus músculos crujir, y a sus huesos impactar contra sus articulaciones sin compasión, con cada esfuerzo que hace para mover sus manos o cortar su carne. Como un cacharro oxidado que no cambia su aceite o afina el motor.
Creí que colapsaría en cualquier momento, que explotaría o rompería finalmente —lo que sea que su cabeza planeara— en plena cocina. Pero no ocurrió. Sea lo que esperase que pasara entre Mike y su padre, no pasó. ¿Me alegro o no por eso? La verdad, desde aquí puedo notar la tensión que destila padre e hijo. Los problemas paternales que tiene con Clint deben ser serios, sino no estaría humeando como un motor mal reparado que espera una buena herramienta para ser revisado.
Pruebo otro tierno y delicioso mordisco del plato adornado con lechuga y tomates con forma de rosa —no crea que no lo vi— por Allen. También me sirvió una copa de vino y un vaso de agua. Prefiero el agua.
Por un momento, el sonido de los cubiertos y vasos chocando contra los platos de porcelana y copas de vino, son lo único que se escucha en la isleta de la cocina.
Incómodo...
—¿Y..., dime, Ret, te gusta más Max o Ethan como padre de alguno de mis nietos?
Me atraganto con la carne. Empiezo a toser como una desquiciada fumadora, y tomo un tragote tremendo de agua que desliza los trozos que sí alcancé a masticar, antes de que Clint dijera ¡la estupidez de los secuestros!
Mientras mi ataque de tos continúa devastándome la garganta, Allen se atreve a decir:
—Papá, es un poco precipitado hablar de niños. Ret sólo tiene dieciocho años.
Me recupero y aclaro ante todos en la mesa, firme y decidida:
—Yo no quiero hijos.
—Los querrás —comenta el idiota de Mike.
—Si no los quiero ahora, no los voy a querer nunca. Jamás. Ni en ésta u otra vida.
—Estás blofeando —dice Jared.
Lo miro. —Yo no voy a deformar mi cuerpo con un embarazo, rizos, ¿qué te pasa? Además, los bebés son la definición de problemas. ¿Quién querría tenerlos? Sólo comen, ensucian, te cansan y rompen tu espíritu. Te limitan. También el matrimonio.
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Dos están bien, pero... ¿cuatro? [Poliamor #2] (BORRADOR) ✔️
Teen FictionSucedió durante la noche de graduación, la noche en la que me creí invencible, la noche en la que creí que cambiaría mi vida para bien, no para mal, la noche en donde conocí a aquellos cuatro misteriosos con caras de lobos que me arrebataron mi vida...