Capítulo 25

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¿«USTEDES ME QUIEREN»?

—No —musito débilmente, al sentir su aliento aroma a menta cerca del mío.

Sus suaves besos erizan la piel de mi cuello. Me mima, y yo me convierto en gelatina.

—¿No qué, mi vida?

—No me llames así.

Al escuchar el vacío de mi voz, me doy cuenta de la fragilidad de mi cuerpo, y lo dócil que me vuelvo cuando ellos están lo suficientemente cerca de mí.

—¿Por qué? —me pregunta.

—Porque me haces sentir incómoda.

Él sonríe contra mi cuello, —Tú sabes que no es verdad.

Mierda.

—¿Y por qué estás tan seguro?

Intento inhalar, pero su perfume me embriaga. Lo que suena a locura, porque los que me conocen saben que odio cualquier fragancia o desodorante que se pongan los hombres.

—Porque tú... —besa mi sensible piel—, mi vida... —me besa—, estas jadeando —dice; mi respiración se vuelve en mi contra—. Y... a ninguna mujer que la hacen sentir incómoda con un par de besos, abre voluntariamente las piernas, Ret —susurra tiernamente en mi cuello; su aliento es la llama que acciona el combustible en mi cuerpo.

Alto.

¿Abrir las piernas?

¿De verdad estoy abriendo las piernas? Es como si le estuviera dando permiso de penetrarme aquí y ahora sobre el lavabo de la cocina.

¡Creerá que le estoy ofreciendo mi virginidad!

Mi mirada se desvía hacia abajo, en el punto en donde más me duele, exijo una caricia de sus dedos, y quiere sentir el calor de su carne rompiendo esa barrera que me separa de una gloriosa vida sexual.

Soy anticuada, pero siempre he tenido curiosidad. ¿Dolerá cuando decida perder mi virginidad?

Los besos de Jared, sobre mi cuello, me distraen y encarcelan mi aliento. Es dulce. Su camino de besos continúan hasta mi mentón. Es suave. La textura de sus labios causa una oleada de calor en mi cuerpo y partes más sensibles. Ardor. Mis pezones se erizan y mantienen como rocas. El bulto en sus pantalones holgados me excita, aún más cuando se restriega con cautela en mi vientre y acciona el calor en mi sexo.

Oh, maldita sea.

Jadeo su nombre como una novata, —Jared...

—Te amo, Neferet. No sabes lo feliz que me harías si me amaras también.

Oh...

—No... Jared...

—Shh... —musita en mi cuello, sujetando con fijeza y cariño mi mejilla—. No digas nada, mi vida. Tranquila.

—No... No es justo —digo.

Un carraspeo de garganta me devuelve a la realidad. Eso y que veo al alcohólico de Allen en primera fila para disfrutar del espectáculo.

Su sonrisa es maligna, —¿Interrumpo?

Ay, carajo.

Aparto a Jared como si fuera una barreta hirviendo en mi cara. Lo empujo con fuerza, pero no le hago daño. El pecho desnudo de Jared se agita, igual que el mío. Me mira con una cara confusa, pero no hace preguntas cuando me ve salir corriendo de la cocina, directo a las escaleras, al visualizar a su hermano mayor... ¡también semidesnudo! ¡No inventes!

Volteo y corro al mismo tiempo, con una sola meta: encerrarme en mi cuarto. Pero ni a eso llego, cuando me topo con el pecho peludo y tonificado de Donnie.

Oh, Dios.

Pero..., ¿qué les pasa a estos hombres? ¡¿Por qué se les ha dado por estar sin camisa?!

Levanto la vista, y la sonrisa divertida de: "Estas en problemas, amor", me saluda desde la punta de la montaña. ¡Está enorme el moreno!

—Hola —dice, ronco y casi sensual.

En lugar de responder: intento apartarme. Pero sus enormes manos de gorila me retienen, sujetándome la cintura como un cinturón de seguridad. Soy su prisionera, literalmente siempre lo fui, pero ahora parece una broma pesada del destino que esto esté pasando. ¡Y justamente ahora! Maldición.

Me zarandeo como pez fuera del agua, —¡Suéltame! —pido en un rechinar de dientes.

—¿A dónde vas, amor?

—Déjame.

—¿Por qué? ¿Y por qué estás tan roja?

Por primera vez, desde que salí de la cocina, soy consciente de lo caliente que se siente mi cara, —N-No estoy roja.

¡Ah, genial, ahora también tartamudeo!

Su ceja encarnada muestra diversión, —¿Ah no?

Mierda. Ponte los pantalones, Neferet, —No, y te agradecería que me soltaras para que pueda ir a mi habitación.

—Me gustaría que fueras a mi habitación.

—Déjame —exijo, liberándome de sus brazos.

—Será mejor que no corras —me sugiere Mike, a mis espaldas.

Me giro y lo miro, —¿Por qué?

Su sonrisa me inquieta, —Porque no te va a gustar lo que te voy a hacer.

—¿Amenazas? Supongo que a ti tampoco te conviene que diga cosas que no les concierne a los otros —lo provoco a propósito, recordando nuestra conversación en la ducha de hace días.

Sus facciones se endurecen, pero no temo que reaccione de manera violenta enfrente de sus hermanos.

Ring... Ring...

¡La campana suena!

Esta batalla la gano yo.

Y... hablando de batallas perdidas y torneos en los que planeo enfrentarme a ellos...

—¿En qué piensas, Madame? —me pregunta Allen, entrando en sesión.

Muy bien, sólo falta Jared, pero creo que se reunirá con nosotros dentro de poco. Quizás ahora mismo. Y sigue sin camisa, al igual que los demás. ¡Están todos sin camiseta! ¿Se pusieron de acuerdo o qué?

¡Aaah! Bueno eso no importa. Ahora que estamos los cinco juntos puedo decir lo que pienso. Es hora de salir de aquí. Y sólo lo conseguiré si planeo con estrategia.

Cruzándome de brazos: empiezo, —¡Bien! ¡Ahora que estamos todos aquí! —digo, y bisbiseo después—: sin camiseta y posiblemente sudados por tener tantos cobertores encima mientras duermen...

Mike se impacienta, —¿A dónde quieres llegar?

—Sólo quiero preguntarles algo —digo, manteniendo mi cruce de brazos—. Es muy sencillo. Bueno, una burrada, pero una burrada muy sencilla de responder.

—¿De qué hablas? —pregunta Jared, luciendo aún sonrosado por nuestro momento de lujuria.

Me distraería si no tuviera otras cosas en las que pensar.

Inhalo y exhalo con nervios moderados, mientras me preparo mentalmente para hacerles la pregunta que jamás esperé formular. Armándome de valor: inflo el pecho varonilmente, —¿Ustedes me quieren?

Dos están bien, pero... ¿cuatro? [Poliamor #2] (BORRADOR) ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora