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—...Qué le importa. –Rusia murmuró frunciendo un poco el ceño mientras abrazaba su lata de anchoas favoritas y a paso entre rápido y pesado se regresó a su habitación—.

—Hm... Espero que no me despidan por esto –La cuidadora ladeó un poco los labios y pasó a mirar a los otros dos menores, que aún en silencio estaban tensos– Entonces.. ¿Creen que debo dormir con un ojo abierto hoy?

—Esta semana, con suerte.. –El de ojos verdes terminó de comer rápidamente a la par de su hermana y abandonaron la cocina tras dejar sus platos en el lavabo—.

—Sin duda esto será más difícil de lo que tenía en mente.. –Nastya suspiró por la nariz y cruzó sus brazos estando frente a los platos sucios, era una de esos momentos en que uno filosofa al lavarlos– ¿Tal vez... una tarta de presentación?..

. . .

—¿Qué tanto estará haciendo?, enojará a Rusia.. y a papá. –La niña se removió incómoda en el sofá donde leía para sus deberes semanales, con todo ese ruido haría que el primer nombrado saliera furioso—.

—Tal vez solo está adelantando el almuerzo, puede ser algo horneado que necesite tiempo.. –Quiso suavizar igual de nervioso, tal atmósfera era algo común pues habían aprendido a vivir con miedo de las reacciones volátiles de su hermano mayor, aún así no le tenían rencor y solo buscaban evitar problemas—.

En el segundo nivel el platinado escarbaba en su bolsa de piedritas buscando la apropiada para colocar en el espacio que estaba avanzando, el ala derecha plegada del cisne, cuando la halló la tomó con una pinza y colocó pegamento con sumo cuidado la colocó en el espacio y esperó algunos minutos nuevamente a que secara para seguir asegurándose de que nada pudiese salir mal. Aún estaba pensando acerca de si dejar así en disparejos colores naturales o pintarlo con los correspondientes al animal, pero todavía le quedaba tiempo para decidirse por ello, mientras tanto tenía la libertad para hacer lo que quisiera en la privacidad de su habitación ignorando a esa mujer rara a la que luego asustaría por ser una grosera.

Nunca nadie se había atrevido a burlarse de él así que estaba algo confundido acerca de cómo actuar, no pensó que su padre acabaría por traer a una mujer loca a la casa, ciertamente se esperó más a una soldado por como lo amenazó días atrás cuando la otra cuidadora renunció. Le había gritado mucho esa noche, incluso llegó a sostenerlo del suéter diciéndole que iba a mandarlo muy lejos a un internado si seguía así, que solo le quedaba una última oportunidad para portarse bien o ni siquiera le dejaría la oportunidad de hacer una maleta antes de echarlo de casa.

Cuando fue regresado a su habitación de manera un poco brusca, a pesar de haber gritado cosas enojado, al poco rato se metió a su closet a llorar por la parte en que su padre dijo estar dispuesto a mandarlo lejos de su vista sin remordimientos.

Incluso ahora resopló y buscó su botella con agua para darle un trago, distrayéndose así del incómodo picor en sus ojos a causa de las lágrimas formándose nuevamente por el sentimiento de dolor en su pecho. Él no había sido criado como los otros niños humanos así que no sabía cómo lidiar con sus emociones malas de manera asertiva, en realidad sus hermanos tampoco ya que eran de los que se retenían, pero en lo que respectaba a si mismo la cosa era mucho más complicada.

• • •

—¿Tarta y carne guisada?.. –Bela miró el plato en su lugar de la isla, la mesa del comedor solo la usaban al venir visitas, pero le era más cómodo en la cocina—.

—Me esperaba otra insípida acelga con patatas, pero no me quejo en lo absoluto -–El ligeramente más alto de los dos parpadeó procesando lo bien que se veía y olía la comida, pero antes de dar el primer bocado teniendo la cuchara en mano sintió que algo no cuadraba– Espera, ¿En dónde está ella?..

—Ay, no –La rubia casi se torció el cuello por girar bruscamente en dirección a la escalera, el cuarto del bélico primogénito era el último del pasillo y oyó algunos pasos ligeros arriba– ¿Está loca?

La joven humana se acercó hasta la puerta de curioso letrero amenazante, el cual ignoró y dió unos toquecitos a la puerta usando rápidamente su diestra para evitar que la fuente cayera, normalmente no hubiese subido la comida pero tal vez aún había que mantener el espacio para saber cómo tratarlo.

—¿Qué diablos quiere? –El bicolor vertical la miró seriamente, le molestaba un poco tener que levantar la cabeza para ver a las personas pero aún era muy joven para rebasarlos—.

—El almuerzo ya está listo, además hice una tarta de postre –No pudo evitar alzar un poco sus cejas ante lo grosero que era, pero este momento no era para fuego contra fuego—.

—¿Y espera un aplauso?, ¡Aléjese de mi! –Le cerró de portazo en la cara resoplando, el olor de la comida le había abierto el apetito pero Jamás aceptaba directamente nada de nadie—.

—Hm, dejaré la comida justo aquí para cuando tengas hambre, pero trata de no dejarla enfriando o sabrá raro –Suspiró para mantener la compostura, no iba a gritarle o insistir ya que eso podría desencadenar una discusión como la que vio esa mañana, tampoco lo castigaría sin comer así que dejó que él mismo decidiera cuándo quería tomar la comida—.

Al volver a la cocina notó que los mellizos la miraban como a un fantasma, más que nada por haber oído el grito con el portado y que bajó sin la fuente sin tener la comida regada encima, eso era algo que ninguna otra había sobrevivido... más que nada debido a que le insistían tocando la puerta ocasionando que les lanzaran agua sucia o pintura.

Una madre para Rusia ||URSS × Reader||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora