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La casa pasó en silencio dos semanas enteras hasta que alguien tocó el timbre, la puerta fue atendida por los mellizos que dejaron pasar a un hombre de traje marrón y franjas rojas que utilizaba lentes de sol a pesar de ser invierno.

—That there was no other child, one who had a face of constant hate? –Fue lo primero que soltó el extranjero haciendo bufar a los mellizos a la vez puesto a que ya lo conocían—.

(¿Qué no había otro niño, uno que que tenía cara de odio constante?)

—Cierra la boca y entra a la oficina, América. –El de hoz y martillo abrió la puerta de su oficina llena de más papeles que llegaban con reportes de inteligencia y desde el frente—.

—Que hospitalario, claro que acepto una taza con café –Optó el castaño por burlarse, un poco extrañado de lo arisco que estaba el grandulón, tampoco era alguien que sonriera pero estaba raro—.

Tras eso se encerraron en la oficina hasta casi la hora del almuerzo, desde afuera se podía oír cómo maldecían al aire o escupían el nombre del fascista con estrés de ir trazando en el mapa todo el territorio que estaba conquistando.

—Necesito un descanso o me saldrá un hernia. –El estadounidense se levantó de la silla que ocupaba haciendo tronar su espalda en un quejido, de por si llegar desde sus islas en el Pacífico fue cansado– ¿Café o té?

—Té, métele vodka. –Por su parte URSS se hundió en el suyo cubriéndose el rostro con la diestra para descansar la vista, ni siquiera había dormido bien en esos días—.

El de gafas oscuras caminó descalzo por la sala hasta llegar a la cocina, donde se topó con una figura femenina dándole la espalda al sacar algo del horno.

—¿Hello? –Por la curiosidad le dirigió la palabra pues pensó que en la casa solo vivían el comunista y sus hijos los malcriados—.

Anastasia giró extrañada de la voz en un idioma ajeno, mirando al hombre con bandera foránea en el rostro, no tenía idea de qué estaba haciendo allí.

Por su parte el más alto se levantó las gafas para mirarla, está tenía las usuales facciones eslavas delicadas, pómulos ligeramente rosados por el frío de temporada, vestimenta simple azul oscuro con bordados rojos que hacían resaltar su piel blanquecina.

—Tu cabello es bastante largo, como Rapunzel –Su ruso no era excelente pero le daba para hacerse entender por la joven que parpadeó ladeando un poco la cabeza– Y... ¿Que horneas?

No le gustaban los silencios incómodos, pero a su vez era de los que siempre estaban hablando de tema tras tema y de por si la humana llamaba su atención.

—....Pastel de manzanas con canela.. –Decidió responderle para no ser descortés debido a que el anglosajón estaba sonriéndole– ¿Gusta un pedazo, señor?

—Oh claro que sí, aunque por favor no me llames señor, no me veo tan viejo –El de ojos aguamarina acomodó su blazer y se señaló prestando más atención a la próxima respuesta de la joven– Soy América, ¿Cuál es tu nombre?

—Anastasia.. –Al ser aún un desconocido solo dijo su nombre de pila en lo que cortaba otros pedazos de la fuente con concentración para no quemarse—.

—¿Creo que el diminutivo eslavo es Nastya, cierto? –Al recibir un asentimiento ensanchó su sonrisa, aunque ignorando que se le venía a la mente la imagen de la niña hija del Zar derrocado al oír ese nombre– Excelente, suena bien.

—Tenga, buenas tardes –Dicho esto tras entregarle el plato individual tomó lo que había separado para el rojiazul y ella, dirigiéndose a la escalera con tranquilidad llevando el plato en sus manos—.

El americano se quedó viéndola irse antes de encaminarse a la oficina olvidando totalmente la razón la que había salido inicialmente.

—¿De dónde sacaste eso? –El de mirada hielo centro su atención en lo que venía comiendo su fastidioso invitado y socio de los Aliados—.

—Me lo dió Nastya, no sabía que había una mujer tan hermosa en tu casa, cielos... –Habló el albino con la boca medio llena, estaba demasiado bueno el pastel como ahora dejar de masticar– ¿Es soltera?

—Déjate de tonterías. –El Soviético frunció el ceño ante la mención del nombre y la pregunta por el estado civil de la aludida—.

—Solo te estoy preguntando, cascarrabias, aunque no me sorprendería que hubiese fila, parece una de esas muñecas de vitral y además cocina estupendo –Divagó nuevamente llevándose otro bocado, definitivamente iba a pedir más luego, aunque se fijó en la mirada que estaba recibiendo del más alto– No me digas que es tu novia, me van a romper el corazón.

—Aléjate de ella, ni siquiera la vuelvas a mirar o te largas de mi casa. –Por reflejo el de ushanka se levantó de su lugar para dar pasos pesados y largos hasta que su índice dió un par de veces contra el pecho ajeno secundando su fría advertencia—.

—Wow, lento ahí gigantón rojo, ¿Posesivo celoso o se llevan tan mal? –Ahora el autoproclamado América no podía estar más curioso por la reacción ajena, después de todo era un entrometido por excelencia—.

Aunque antes de oír otra amenaza el ruido de alguien tocando la puerta de la oficina los hizo mirar en dicha dirección, el carmesí fue a abrirla con pasos pesados encontrándose con Ucrania que tenía expresión de aburrimiento.

—Lo manda la humana –Levantó el plato con Guido de carne recién hecho, entregándolo a las grandes manos del eslavo para luego señalar con fastidio al de uniforme marrón que alzó las cejas– Para él.

—Ah es tan amable, dame eso comunista, seguro también es una exquisitez gastronómica –Pasó por alto el par de miradas asesinas de los de hoz y martillo par quitarle el plato al aludido y apartar algunos papeles para así colocarlo sobre el escritorio para comer utilizando la cuchara que ya estaba dentro del plato—.

Una madre para Rusia ||URSS × Reader||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora