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Rusia le dió otro mordisco a su sandwich de jamón sentado en la cama apoyado en el hombro de la castaña, aún seguía bastante decaído por sus cosas destrozadas pero tras dos días preferían ya no tocar el tema, incluso el escarlata se había tomado un momento de sus obligaciones para subir a desayunar con ellos en la habitación lúgubre sin ningún adorno a la vista.

Aquella noche en que la niña se había quedado dormida en el sofá, despertó por sí sola un par de horas después y fue a dejar en silencio la escultura de piedritas a la puerta del platinado antes de entrar a su propia habitación a dormir más cómoda, a la mañana él despertó primero encontrándose el corazón con el lazo que había visto... pero solo lo metió a su clóset para luego bajar a beber agua en la cocina.

—Es algo tarde, ya tengo que volver –URSS torció los labios mientras miraba el reloj en su muñeca derecha, por lo que se levantó de la silla del escritorio y se inclinó en dirección a su hijo– Ten, un pequeño dulce para ti.

Le dijo con neutralidad no siendo bueno para la palabras a diferencia de la humana presente, dio algunas palmadas leves en el hombro contrario y dejó una pequeña cajita metálica en la palma de sus manos antes de salir rumbo a su oficina. Nastya lo miró con complicidad y con un gesto silencioso alentó al menor a abrir la tapa.

—...¿Dinero?.. –Murmuró mirando la cantidad generosa de rublos en billetes de distintas denominaciones, era una cantidad regular incluso cuando los tiempos aún eran de paz—.

—Podemos salir a pasear y comprar algunas cosas bonitas, ¿Quieres? –La joven sonrió un poco mirándolo tranquila, mientras hacía el desayuno el de hoz y martillo le preguntó si sería buena idea darle algo de dinero para que reemplazaran lo roto por el ucraniano—.

—Bueno.. –Ciertamente aquello no iba a reemplazar todos los dibujos perdidos a los que les dedicó horas de su vida, pero adquirir nuevos materiales era aceptable—.

—Excelente dulzura, entonces iré a hacer el almuerzo y cuando termine saldremos –Sintiéndose más tranquila la mayor salió también de la habitación llevándose la bandeja con los platos usados para lavarlos y comenzar a tomar las cosas que usaría para la siguiente comida—.

.   .   .

Rusia esperó en el pórtico de la casa en lo que la castaña terminaba de hablar con el carmesí en su oficina, la nieve no estaba cayendo de momento pero todo ya estaba blanquecino en kilómetros con una espesa capa de nieve de algunos centímetros. A una distancia cercana estaba de espaldas sentada en la nieve la niña con sus manos enguantadas intentando hacer bolas de nieve con distintos tamaños pero todos acababan por desarmarse de un momento a otro frustrándola en demasía, no está a acostumbrada a fracasar en algo así que tras tantos errores sollozó un poco apretando los labios.

Quería buscar algo más que hacer, algo mejor que solo leer todo el día y resolver libros de ejercicios matemáticos, recordaba haber visto en un libro infantil el dibujo de dos niños haciendo figuras con la nieve así que salió a intentar pero solo hacía cosas deformes. Desde esa distancia el de ojos celeste le lanzó una bola de nieve que tomó por sorpresa a la menor la cual giró encontrándoselo mirando en su dirección, vio como se agachaba para tomar más nieve del suelo prensándola con fuerza entre sus manos moviéndola para darle forma redondeada y luego sintió nuevamente que caía sobre su cabeza. Pero solo pudo tomar un puñado de nieve para intentar imitar lo hecho por el otro que no hizo más movimiento mientras tanto, la de piel verde hizo tres bolas de distintos tamaños y las agrupó una sobre otra.

—¿Todo listo? –Anastasia cruzó el umbral vistiendo un abrigo un poco más ostentoso que el del platinado debido a su no muy buena tolerancia al frío—.

Este de momento no dijo nada pero miró un par de veces a la tricolor escarbando entre la nieve para seguir haciendo torres de tres esferas.

—Oh.. ¿Quieres que invitemos a Bela? –Susurró ella su altura apretando un poco sus labios para no sonreír cuando el niño desvío un poco la mirada sin negar y luego comenzó a caminar— Bielorrusia, rápido, ven.

La llamó haciendo movimientos con su mano y cuando la de ojos verdes se acercó extrañada le limpió la nieve del cabello sonriéndole con amabilidad.

—Vamos a ir a la ciudad a comprar unas cosas –Tomando la mano más pequeña comenzó a caminar siguiendo a su protegido que ya había bajado la velocidad de sus pasos pero aún yendo un poco más adelante con las manos en sus bolsillos—.

—¿Yo también? –La rubia se sintió sorprendida ante lo oído, recibiendo un asentimiento feliz como respuesta así que solo pudo seguir caminando mientras parpadeaba procesando que iba a salir de casa—.

Caminaron en su ruta usual desde la propiedad Soviética hacia las afueras de Moscú donde ya se veía más gente en sus propios asuntos, el ruso tomó la mano derecha de Nastya fingiendo disimuladamente no ver a la otra menor y siguieron su camino entre las tiendas de las avenidas hasta pasar frente a un pequeño mercado que hizo a rojiazul detenerse mirando a la distancia entre unas cajas y jaulas donde un ave llamó su atención. Al soltar la mano de la humana está se detuvo también para mirar en su dirección y lo vio acercarse al lugar para contemplar lo que parecía ser el polluelo de un Búho Nival.

La castaña nunca había visto un ave tan.... Peculiar, pero esta parecía tener encantado al niño e incluso la de piel verde se acercó despacio a ver esos grandes ojos amarillos que tenía el ave.

Una madre para Rusia ||URSS × Reader||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora