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Esa noche ella acompañó a los mellizos hasta las puertas de sus habitaciones, despidiéndose de ellos con un beso en la frente para luego acostar al de ojos cielo acariciando su cabello hasta que se durmió abrazándole la mano vendada.

Volvió a su habitación a quitarse las prendas negras para darse una ducha en la tina, lloró algunos minutos en silencio y al sentirse mejor salió envolviéndose en la toalla para así sentarse en su cama a escoger del clóset que estaba un poco removido pero se hacía una idea del por qué, pero trató de pensar en otra cosa y se puso un suéter negro sobre su camisón azul marino. Decidió por bajar a hacerse una taza con té de hierbas para la molestia en su estómago y prefirió quedarse de pie moviendo la cucharilla en el sentido horario del reloj para diluir el azúcar en esta.

El azabache vistiendo ropa de dormir bajo una bata se acercó a la cocina algo indeciso quedando gente a la más baja que lo miró aún con su taza humeante entre las manos a que dijera algo.

—Señorita Kozlova, yo... –URSS rompió el silencio en voz baja pues debido al silencio no necesitaba alzar más la voz– ..Quería disculparme por la discusión pasada, no fue correcto de mi parte minimizar su labor con Rusia.

—Tampoco debí gritarle así, usted es mi jefe, solo... Rusia es demasiado importante para mí y no hay cosa que desee más que él pueda sentirse amado plenamente y comparta con sus hermanos sin lastimarse entre si –La menor dió otro sorbo a su taza y suspiró por la nariz sintiendo la calidez de la bebida llenar su pecho—.

•   •   •

Para la mañana siguiente la joven se sentía un poco mejor por lo que tras cambiarse a un pantalón cómodo con un suéter ancho bajó para preparar el desayuno mientras esperaba a que su té se hiciera para echarlo a la taza y llamar al resto.

—¿Ah?.. –Parpadeó extrañada volviendo a buscar en la alacena un par de veces, incluso caminando hacia el depósito pero nada– No puede ser.

—¿Ocurre algo? –La voz ligeramente cansada del mayor se acercó desde la oficina en donde había pasado la noche llenando y revisando más cosas a causa de la pérdida de Kiev—.

—Se acabó el azúcar, incluso la del costal –Le respondió de inmediato mostrando la azucarera vacía antes de moverse a apagar el fuego bajo la tetera– Tendré que hacer jugo para los niños y Omelettes para reemplazar la avena.

—¿No vamos a comer avena con fruta? –Se oyó ahora la voz del ruso menor al pie de la escalera estando adelante de los mellizos a los cuales había adelantado en la escuela—.

—No hay azúcar –Repitió el de hoz y martillo acomodándose el suéter, después girando a ver al platinado– Ve a vestirte con ropa abrigada, Rusia, saldremos a hacer las compras del mes antes de que el clima empeore.

—¿Yo?.. –Aquella orden lo había tomado por sorpresa, nunca antes lo había elegido para salir por las compras—.

—Si, date prisa o todos nos perderemos el desayuno –URSS fue al recibidor por su ushanka y su pesado abrigo acolchado en lo que el rojiazul vertical subía para ponerse ropa invernal—.

Ucrania frunció el ceño ofendido, de supone que siempre era él quien debía acompañar a su padre en el asiento de copiloto para hacer las compras.

Minutos más tarde el de ojos cielo bajó listo y se fue junto con el carmesí partiendo en una camioneta que este pidió, dejando solos a los otros tres.

—Bueno... ¿Quieren ver la televisión mientras esperamos? –Sonrió un poco la humana aún detrás de la barra, iba a ponerle miel a su té pues necesitaba tomárselo sin importar qué—.

El niño de cabello rubio viró los ojos y subió al segundo nivel seguido de su melliza que se tardó unos segundos manos en seguirlo con duda, dejando sola a la cuidadora que solo suspiró tomando su taza para endulzarla.

En el pasillo del segundo nivel el ucraniano avanzó hasta la ventana al final de las habitaciones y cruzó los brazos maldiciendo entre dientes observando el manto blanco sobre todo.

—Ese.. salvaje, se está robando todo lo que es nuestro –Para el mayor de los mellizos no había nada que le hirviese la sangre más que ser opacado y aún más si era por alguien como Rusia—.

—...Pero, solo fueron a comprar azúcar –La niña no entendía bien por qué habían rechazado así la invitación de la mujer, después de todo no acostumbraban ver televisión por estar estudiando todo el tiempo y poder obtener mejores calificaciones resaltantes para ser felicitados—.

—No seas tonta, Bela, de no ser por esa mujer ya estaríamos libres de ese oso sin modales. –Giró a mirarla con una expresión de fastidio, a veces su hermana era muy endeble con la gente—.

—No creo que sea tan malo si se queda siempre con ella –La de piel verde frunció un poco el entre cejo mientras se daba la vuelta para bajar la escalera, ella no era tonta, odiaba que siempre la minimiraza así—.

Caminó despacio cruzando la sala, dejando a su hermano atrás para pensar por sí misma, se acercó en silencio al sofá donde estaba sentada la Kozlova distraída con un programa de arte teniendo las manos apoyadas sobre un cojín sobre su estómago, lo pensó un poco pero se decidió por sentarse junto a ella en inclinarse tímidamente hacia su hombro como había visto hacer al mayor de ellos.

Nastya la miró con una sonrisa tranquila y acarició su cabello retenido en unas trenzas un poco despeinadas por haber dormido así, entonces la menor sintió el brazo ajeno rodeándola y apegándola un poco más hacia la de ojos cafés. Inicialmente estaba tensa y algo incómoda por la falta de costumbre recibiendo contacto físico pero a medida que pasaron los minutos la calidez contraria sumada a las caricias en su cabeza la hicieron arrullarse contra el pecho de la humana con tacto gentil.

Una madre para Rusia ||URSS × Reader||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora