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Una vez más las altas calificaciones de los mellizos fueron enmarcadas en la pared al haber quedado compartiendo el tercer puesto a nivel académico de toda la unión según su rango de edad, ante esto la humana quien ya había salido de la habitación del platinado se ofreció a hacer galletas pues no tenía más que hacer debido a que había acostado a Rusia en su cama para que durmiese un poco hasta antes de la cena.

—Señorita Kozlova, ¿Podemos hablar un momento? –El de hoz y martillo se acercó a la cocina en donde la más baja estaba amasando y organizando los frascos con chispas de chocolate y trozos de nuez que echaría luego a la mezcla—.

—¿Ocurre algo, señor? –Esta inmediatamente limpió sus manos para mirar directamente a su jefe con algo de preocupación esperando que no preguntara sobre por qué Rusia seguía sin bajar, porque ella tampoco tenía idea realmente—.

—Es sobre algo que encontré hace un rato, quería saber cuándo fue que Rusia y usted salieron de la casa –La entonación de su voz salió un poco seria sin notarlo al estar aún procesando acerca del tema en el que se sentó a pensar largo rato—.

—Fue.. fue ayer, señor, tenía que salir a comprar un par de cosas y pensé que sería buena idea de Rusia me acompañara a la feria para que conociera un poco más y se divirtiese –Anastasia tragó en seco entrelazando sus manos con nerviosismo disimulado, esperando seguramente un regaño debido a que los niños vivían justo en ese lugar custodiado por guardias precisamente para su seguridad que ella había arriesgado tontamente sin detenerse a pensar– Lo siento mucho si fue imprudente de mi parte llevármelo sin avisarle antes, prometo que no volverá a suceder...

—...Al contrario, yo.. quería agradecerle también por esto –Sacando la fotografía de ambos contrarios del bolsillo derecho de su gabardina la mostró en sus grandes manos para que la de ojos cafés pudiese verla también– Es la primera vez luego de tantos años que lo veo sonreír así, entiendo que tanto mi presencia como la de sus hermanos puede incomodarlo mucho, así que puede llevarlo a pasear cada que lo considere oportuno.

—Realmente quedó hermosa, él tiene tanto talento en las manos.. –La de vestido borgoña se distrajo mirando lo viva que se veía la fotografía gracias a los colores agregados por el niño, prestando más atención a esta mientras escuchaba las palabras del mayor—.

—Rusia está bajando.. –El murmullo nervioso de Bielorrusia en la sala atrajo la atención de ambos adultos de redireccionaron sus miradas hacia la escalera—.

El nombrado bajó evitando mirar a los dos niños sentados en el sofá para caminar en dirección a la cocina frunciendo un poco el ceño y los labios al verlos de soslayo, pero solo se acercó tras la mujer y tomó su mano.

—¿Hay pastel?.. –Murmuró mirando al suelo, ignorando a su padre porque aún estaba molesto por lo de la mañana y no quería mirarlo—.

—Puedo darte un pedazo pequeño en lo que se hornean las galletas, ¿Estás de acuerdo? –La castaña le sonrió tranquilamente agachándose a su altura, tomando un puñado de trocitos de chocolate y nueces cuando el contrario asintió de acuerdo, le hizo seña de que abriese la boca y se los dejó seguido de un ligero toquecito en la punta de su nariz a juego—.

Rusia no pudo retener una ligera sonrisa y se hizo a un lado masticando para esperar el plato con su porción de pastel de zanahoria, bajo la vista del mayor con el corazón en el puño ante tal escena casi soñada. Al entregarle lo solicitado la mujer le dio una ligera caricia en la mejilla y se despidió sonriendo a sabiendas de que este volvería a su habitación seguramente a pintar o seguir con la escultura del ave en la que trabajaba tan minuciosamente.

•   •   •

Dos días después, en plena tarde la castaña y el niño a su cuidado se preparaban para salir, si bien Rusia había reprobado nuevamente su examen de ese año aún así el eslavo mayor le dio dinero a la humana para que lo llevase a la feria a pasar el rato.

Así que abrigaron y salieron de casa tomándose de la mano con dirección al centro de Moscú dispuestos a divertirse, más que nada el pequeño que esta vez si se atrevería a curiosear en cada puesto de los que habían. Al llegar algunas de las farolas estaban encendidas dándole un toque cálido al ambiente además de las risas y voces chillonas de otros niños pidiendo ir a algún juego, siendo el ambiente más familiar en otra la ciudad.

—¿A dónde quieres ir primero? –La Kozlova miró a su alrededor aún sin soltar la mano del niño y trató de ver las más cercanas para darle opciones por si no se decidía—.

—Mm... ¿Lanzamiento de anillas? –Dijo algo dudoso el de piel roja fijándose en el círculo de personas bajo el puesto con letrero de dicho nombre, se veía interesante por las expresiones que hacían—.

—¡Vamos! –Ella sonrió y caminaron para acercarse, dándole la cantidad de dinero que venía en otro cartel al organizador que les entregó a ambos cinco anillas plásticas—.

Tras recibir instrucciones básicas de que debían acertar las cinco en uno de las botellas numeradas para recibir alguno de ellos premios en la otra mesa si eran capaces de lograrlo, cada quien se concentró en el número que eligieron y comenzaron a lanzar sus anillas al igual que otras personas en el turno, Rusia solo pudo con dos pero la mayor logró llevar las cinco a donde quería, recibiendo así una caja musical.

—Que bonita –El de ojos cielo quedó fascinado por la figurita de una bailarina de ballet girando gracias a un imán que se movía al compás del mecanismo interno que a su vez hacia sonar la delicada música—.

—¿A qué otro juego quieres ir?, elije sin preocuparte –Guardando la caja en el bolso que había llevado para poner lo que comprasen, aún les quedaban un par de horas para divertirse hasta poco después de que anocheciera pues debían volver para cenar—.

Una madre para Rusia ||URSS × Reader||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora