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ADVERTENCIA: Contenido sensible.

Un mal presentimiento ataca a Katsuki cuándo desde el copiloto del costoso auto de Sero divisaba la entrada de la casa.

Sero no dijo ninguna palabra, de alguna forma él también lo presentía. Algo andaba mal, no sabría como explicarlo, pero está nervioso. Aprieta las manos en el volante como si no quisiera bajar, pero aún así se estaciona y ambos chicos entran en el antejardín de la morada. 

Los chicos se aproximan y Sero golpea la vieja puerta color blanco un par de veces con sus nudillos. Trascurren unos segundos y Sero le mira expectante, nadie abre; Katsuki se desespera un poco.

Justo cuándo creen que tendrán que entrar por una de las ventanas o llamar a la policía la puerta se abre, con un horrible chirrido que sólo puso mas nervioso al rubio. Un rostro conocido vistiendo un pijama de seda color lila. Era tía Inko, Sero no tuvo ni siquiera que preguntar para saber de quien se trataba, era obvio; esas delicadas facciones que caracterizaban a Izuku habían encontrado su origen en aquella mujer.

La mujer sonrió amplia al divisar a ambos chicos.

"¡Deben ser amigos de Zuku!" La mujer entusiastamente aplaudió en su lugar en alguna especie de pequeña celebración ante la presencia de Katsuki y el desconocido chico alto de ojos negros.  "Mi bebé estará tan feliz de que sus amigos vinieron a su cumpleaños, el año pasado sólo vino su profesor de aula a saludarlo, Izuku se ha quedado esperando toda la tarde a alguien más pero al final tuvimos que tirar los preparativos a la basura, espero este año venga más gente."

Sero miró confundido a un costado, buscando algo de sentido en lo que la mujer decía en el rostro de Katsuki, pero el rubio no tenía tiempo para estupideces, no lidiaría con esto. No hoy, no ahora. 

"Si, gracias. Permiso." Respondió al instante adentrándose en la oscura casa sin invitación. Sero podía encargarse de la mujer, Katsuki sólo quería estrechar a Izuku en sus brazos y saber que está bien. Es lo único que anhela. 

Genuinamente desea que esté bien.

La posibilidad de que el pequeño chico de rizos se haga daño es mas certera de lo que Katsuki querría, eso es lo que le tiene ansioso. Quiere creer está equivocado, que son sólo suposiciones erróneas. Pero el rubio ha tocado esas muñecas, el rubio sabe sobre sus autodestructivos hábitos y desgraciadamente nunca ha hecho nada por detenerlos.

Se siente tan estúpido.

Ha tanteado los cortes verticales sobre la delicada y a la vez maltratada piel cada vez que al cogerlo lo acorrala contra la pared o cuándo sostiene sus brazos por sobre su cabeza justo sobre su blando colchón. Los acarició esa noche que pasó en su casa, en su cama. Sin embargo, nunca hizo nada, sólo siguió adelante, después de todo nunca le afectaron.

A tropezones entra en la habitación de Izuku. La puerta estaba entreabierta, pero la habitación vacía. La luz encendida, el cobertor arrugado a los pies de la cama, un par de hojas de alguna libreta arrancadas en el suelo y su luz de escritorio iluminando la vieja superficie de madera. Lápices tirados encima, su móvil a un costado, un par de dibujos sobre la madera y una pequeña libreta garabateada.

Una suave melodía interrumpe el silencio de la despoblada habitación, es la radio análoga del velador del pecoso. Justo suena aquella pegajosa melodía que Katsuki no puede sacar de su mente, la del infomercial. La odia, pero se la ha aprendido por completo.

Katsuki siente su pecho contraerse, ¿Dónde está Izuku? Ha estado aquí hace poco, no tiene sentido. ¿Salió? Quizás fue a dar un paseo para despejar su mente. No, su móvil está ahí, no saldría sin él ¿O sí? No lo sabe, no lo conoce suficiente.

Chico Bonito // BKDKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora