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El sabor a óxido llena por completo sus papilas gustativas cuándo un caliente líquido espeso le salpica justo en los labios, los que relame antes de apretar con fuerza sus dientes. No le gusta ese sabor, pero tampoco le gusta ensuciarse; menos con sangre. Le trae malos recuerdos.

El agarre en el cuello de su camisa es fuerte y llega incluso a desgarrar una de las costuras, pero Katsuki no lo nota hasta que la fuerza que se resiste cesa, cayendo a un costado del bulto vivo que tiene debajo.

El rostro del hombre es apenas reconocible, una nariz rota y un sangrado excesivo hacen difícil la tarea; pero ese impedimento se vuelve insignificante cuándo Katsuki golpea una y otra vez el mismo punto, justo la mandíbula. El rubio escucha el crujir de los huesos fracturándose una y otra vez bajo su puño. No logra discernir con claridad si son sus huesos o los del hombre inconsciente que ha atacado sin pavor. De pronto parpadea, intentando deshacerse de las manchas de rojo que han nublado su vista.

Ya no se distinguen las facciones, logra reconocer un par de dientes que se han desprendido de raíz y de alguna forma ve una lengua, manchada de rojo que sólo se mueve para demostrar que aún hay vida en aquel bulto de sangre y carne viva. El hombre está inconsciente, pero sigue respirando y eso es imperdonable ante la vista de un descontrolado Katsuki, que ya lo ha perdido todo.

Ante la mirada atónita de un grupillo de gente que pasaba por el lugar Katsuki con sus manos totalmente ensangrentadas agarra la cabeza del hombre, tirando del corto cabello grisáceo y clavando sus uñas sobre la delgada piel de lo que parece ser su frente. Levanta la cabeza entre sus palmas y con fuerza la azota contra el pavimento. El sonido que el cráneo produce al golpear el cemento es estremecedor y provoca más de un grito despavorido de los transeúntes presentes; quienes sin el suficiente valor no se atreven a detener al joven hombre de veintiséis que está matando a golpes a un hombre de avanzada edad.

Es entendible, el rubio luce como un animal vistiendo un traje. Una bestia que con ira azota el cráneo una y otra vez contra el pavimento, a pesar de que no hay resistencia, no hay forcejeo ni defensa alguna de parte del otro hombre.

Un loco cubierto de sangre, una bestia, un monstruo; eso es.

Alguien ha llamado a la policía, quienes han llegado armados a la escena. Katsuki ni siquiera se da por enterado, y es que el sonido de la sangre corriendo por sus venas y el palpitar de un corazón que lucha por no apagarse le nublan los sentidos. No logra escuchar los gritos ni advertencias de los policías, que con rapidez intentan intervenir, apuntando con armas al joven que fuera de si no detiene sus ataques.

Katsuki está cansado, tiene calor y la posa de sangre que se ha formado alrededor de la macabra escena ha comenzado a empapar sus rodillas, traspasando la tela de sus pantalones de traje y haciéndole sentir un extraño fuego abrazador que le desespera. El rubio continúa estampando el fracturado cráneo contra el cemento. Después de tantos golpes la cabeza del hombre toma la contextura de una bolsa que contiene trozos de madera y desechos dentro. Cada vez que el rubio vuelve a tomarle entre las palmas para volver a golpearle contra el suelo logra distinguir los huesos sueltos y fracturados dentro; el cráneo ya perdió forma, el rostro aún más.

Un sonido estremecedor le sobresalta, despertándolo del intermitente trance de violencia en el que está envuelto. Suelta la cabeza del cadáver que ha seguido deformando e intenta tapar sus oídos, manchando de sangre las hebras rubias que cubren su frente. Una sensación de agua corriendo por su pecho le desconcierta, seguido de un pinchazo intenso que no logra distinguir.

Katsuki no logra entender que es lo que le ha dado, pero cuándo es derribado por tres oficiales logra discernir un tanto. Uno de los policías maniobra con sus brazos, doblándolos por detrás de su espalda para inmovilizarlo. La maniobra le hace perder el equilibrio y cae sobre un cuerpo inerte aparentemente sin rostro, sin una cabeza con forma. Cuando el rubio levanta la mirada para observarle nota que sólo son reconocibles una incompleta dentadura cubierta de sangre y un parpado a medio abrir, que revela un ojo sin brillo. El resto es irreconocible.

Chico Bonito // BKDKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora