(Lucía)
Me encontraba sentada, en una butaca del balcón en el segundo piso, mirando como la luna iluminaba la oscura noche. Mientras pensaba en todo lo que había sucedido hoy.
Ver cómo casi llegan a pillar a mi gente en el sótano del bar, blanqueando dinero, me habría asustado si no conociera de antemano los planes de mi molesto padre. Para cuando decidieron intervenir en el bar, ya moví a mi gente a otro local. Ahora solo tenía que pensar en que nuevo negocio invertir. Tenía alguna idea así que no tardaría mucho en empezar.
Le hice llegar a Juanito, el dueño del bar, un cheque al portador por las molestas. Había inflado un poco cantidad porque ahora tiene que cuidar de su hija recién nacida y de su mujer. Es un hombre muy trabajador e intenta hacer lo mejor para su familia. Eso le honraba.
La tarde la pasé viendo a mi padre en las noticias presumiendo de su gran avance contra la nueva mafia que amenaza la ciudad. No me podía reír más con sus palabras que si me hubiese contado un chiste. En el fondo me sentía orgullosa de mi padre por saber mentir sin pestañear.
Cuando mi cuerpo se enfrió, por el relente de la noche, entre a la habitación cerrando la puerta del balcón tras de mí. Pero dejé las cortinas abiertas para que la luz de la noche bañara mi habitación. Para ver como en las musculosas espaldas de los hombres, que estaban echados en la cama, se reflejaba la luz de la luna.
Los tenía ahí descansando porque hemos hecho un maratón en la cama. No paramos de corrernos.
Verlos de nuevo me calentaba. Así que azote el culo del que tenía más cerca, pero ni se inmutó. Estaba tan dormido que dudaba que un terremoto le despertara. Me dirigí al otro lado de la cama para nalguear al otro chico, que por suerte si reaccionó.
-¿Te he despertado? -pregunte con tono suave, como si nunca hubiese roto un plato.
-Me voy a llevar la marca de tu mano en mi culo.
-Guárdala bien que vale oro -dije acariciando la rojez que comenzaba a aparecer en su culo- si no tienes fuerzas para estar arriba, date la vuelta.
Estaba tan exhausto que se arrastró para dar la vuelta sobre sí mismo y quedar estirado boca arriba. Subí a la cama pasando por encima de él. Me tumbe de medio lado, con los pies en el cabecero, para poder llegar a chupar su polla y mientras él me masturbaba con su lengua y sus dedos.
-Me voy a correr, si sigues así - me advirtió entre gemidos cuando llevamos unos minutos.
Esa frase me dio ganas de apretarle las bolas hasta estrangularlas. No estaba ni cerca de estar satisfecha. Pero igualmente me estire para agarrar, rápidamente, un condón de la mesita de noche y pasárselo para que se lo pusiera. En cuanto tuvo al submarinista, listo para la inmersión, me coloque sobre él y se zambulló en mi interior, bañado en un mar de flujos.
Impuse en ritmo lento pero profundo porque era lo que yo necesitaba. Aunque me suplicaba que le cabalgara como si fuera una amazona. Lo torture con mi ritmo hasta que no aguanto más y me agarró de las caderas para guiarme a llevar un ritmo mucho más rápido y duro.
-Cómo te corras antes que yo no volverás a ver el sol -le amenacé mientras le pellizcaba un pezón.
Por suerte para él mi clímax me atravesó de arriba a abajo, haciendo que notará hormigueo en cada terminación nerviosa de mi cuerpo. Convulsioné de tanto placer. También pude notar como se corría, dentro del condón, soltando unos gemidos que rivalizan con los de cualquier actor porno. Muy escandaloso. Sus espasmos hacían que dudará si le estaba dando algún tipo de ataque. Como una epilepsia o algo por el estilo.
Después se quedó relajado y tuve que sacar su polla de mi interior. Él se había quedado dormido o se había desmayado, no lo tenía del todo claro. No aguantan nada estos tíos.
Así que con el olor a sexo, impregnando mi cuerpo, salí de la habitación para volver a mí dormitorio. Nadie se encontraba despierto a esta hora por lo que no me preocupaba pasar por todo el pasillo desnuda, sudada y despeinada.
Mañana me tenía que recordar de avisar a Alberto para que mandara mis hombres a devolver a los chicos, de la habitación, a sus casas. No los volvería a ver. No soy de las que repite. Solo una noche y gracias por conocernos.
Estaba demasiado cansada como para ducharme ahora mismo. Acabe decidiendo que me iría a dormir tal cual estaba en este momento. Sé que es una guarrada. Ya mandaría cambiar las sábanas por la mañana.
Pensar en mañana me hacía recordar que tenía una cita en el hipódromo a primera hora. Me había invitado el jefe de los Amarillos, se hacía llamar Kain Klen, sabía que no era su nombre real. Seguro que iría con su mano derecha, Andy K. eso me hacía sospechar que podrían ser parientes, pero solo era una suposición.
Me llevaría a mis hijos, a Albert e infiltraría a algunos de mis hombres por las gradas. No tendría que pasar nada malo pero nunca se podía saber.
En un principio era una reunión de negocios pero como ambos nos conocíamos teníamos que quedar en un lugar público o podría haber muchos líos y que se cruzara alguna bala perdida. Hemos sido la competencia el uno del otro por bastante tiempo, ha habido malentendidos pero por lo general nos solemos respetar mucho. Kain me subestimaba solo por ser chica, no podía estar más equivocado. Pero dejarle creer que soy inferior me daba ventaja porque él bajaba la guardia.
Me tendría que poner muy femenina, creo que tengo el conjunto ideal para esta ocasión. Para parecer vulnerable y hacerle creer que él controlara la situación, aunque acabaríamos haciendo el pacto que más me beneficiara a mí.
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La cruel pasión
RomanceBatallar por ser la mejor y esquivando a los de la investigación EME. Lucía Arilla es independiente y tiene las cosas muy claras, lo tenía todo controlado. Es implacable y muy imprevisible. Así que lo último que Lucía podría imaginar era que tuviera...