Capítulo 08

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(Lucía)


No me podía creer la incompetencia de este lugar. No había nada ordenado. Sergio aún no había llegado y ya pasaban dos horas de la hora de inicio de su jornada. Tenía suerte que aún no lo tenía bajo mis órdenes sino se habría ganado un castigo. Y no de los que dan gustito precisamente.

Por lo que me encontraba sentada en el suelo, con un lápiz perdido en el moño, que me había hecho hoy para trabajar, y rodeada de pila de papeles que no tenían ningún orden. Daba igual por donde lo miraras, estaba hecho un desastre.

-Veo que te has metido de cabeza en el trabajo -comentó Néstor al entrar.

No sé si fue el agobio, la calor o lo mal que estaba yendo el día, que esa fue la frase que sacó a relucir mi tierno carácter.

-De cabeza voy a meter tu cabeza en el váter ¿Porque no está Sergio aquí, para ayudar? -pregunte sin levantar la voz, levantándome y caminando en su dirección, de manera lentamente amenazante- Y otra cosa, esto es mi despacho ahora, así que ten modales y pide permiso para entrar.

-Est... Esto... Yo... Sergio está en camino, ha tenido un problema, pero ya viene -contestó tartamudeando- Ha perdido a su perro esta mañana mientras hacía deporte en el parque central y no lo ha encontrado.

No. No podía ser cierto. Interiormente me dieron ganas de reírme con una risa de malvada de película. Qué casualidad que en mi casa tenga un perro perdido y que lo haya encontrado en un parque, no sabía si era el central o no, pero tenía todos los boletos.

Podía aprovechar para conocerle más. Los hombres con problemas así suelen ser más abiertos. No me daba nada de pena aprovecharme de esta situación.

-¿Tú te haces llamar jefe? Ni presencia tienes. ¿Le has dado el día libre?

-¿Le doy el día libre? -pregunto confuso.

-No, tú sigue siendo así. Mándalo a ayudarme en cuanto lo veas -le ordene antes de dar media vuelta para sentarme en medio de todo el desastre que tenía- Y cierra la puerta al salir.

Salió muy confundido por lo que acaba de pasar. Normal. Le había tratado como si trabajara para mí y se supone que él es mi jefe. Pero sabe que en el fondo la jefa ya soy yo. Eso es lo que tenía el poder. Hacían a una persona imponente y con mucha presencia. Eso los demás lo notan.

Decidí comenzar a ordenar los papeles en diferentes grupos y luego ya ordenaría cada grupo como tenía que ser. También tenía que comenzar a revisar los números. Esperaba no encontrarme nada extraño como una contabilidad B o fraudes.

Estaba aún rodeada por los documentos cuando alguien picó a la puerta de mi despacho.

-Adelante -dije de manera distraída, sin levantar la vista de los documentos.

-Buenos días Lucía. Perdón por venir tan tarde -me saludo Sergio.

-¿Se te han pegado las sábanas? -pregunte fingiendo no saber nada, levantando la vista.

Iba con ropa de deporte. Todo sudado. Porque sé dónde ha estado sino también podría venir de entrenar al equipo. ¿Esos abdominales estaban allí ayer? con la camiseta empapada se le pegaba al cuerpo. ¡Y qué cuerpo!

-Qué va. He tenido un problema esta mañana. Por eso no he venido hasta ahora.

-Espero que lo hayas podido solucionar.

-No he podido -dijo negando suavemente con la cabeza- Esta mañana he ido a hacer deporte y se ha escapado Nala, mi perrita.

-¿Qué dices? -pregunte sorprendiéndome al tiempo que me levantaba- Seguro que la encuentras. Si quieres puedes mandarme la foto y te ayudaré a buscarla.

Me acerqué para darle palmaditas en el hombro. Para darle todo mi apoyo.

-Si. Eso es una buena idea -dijo sacando el móvil- Mira ¿A que es monísima?

-Pero que cosita más tierna -respondí.

Efectivamente era mi día de suerte. Era la perrita que Siak había secuestrado. Comenzaba a pensar que el olor le debió resultar conocido a Siak. Ya que ayer estuve con Sergio ha debido de reconocer el olor en Nala.

Le pase mi número de teléfono y él me envió la fotografía.

-Si quieres después del trabajo te ayudo a buscarla. Iba a invitaros a ti y Néstor a beber un café en el bar. Pero creo que hasta que la encuentres mejor te ayudaré a buscar a Nala.

-¿De verdad lo harías? -pregunto esperanzado.

-Por supuesto -dije abrazándolo.

El acto reflejo de Sergio fue poner sus manos en mi cintura y echar su culo hacia atrás para que su rabo no me rozara. Ese tipo de abrazo que decía me interesas pero no quiero parecer un depredador. Mira que es inocente. Yo por lo contrario apreté mis tetas contra su pecho, para que las notara.

-Estoy sudado. Perdón -dijo terminando el abrazo.

-Entonces ¿nos ponemos con esto? -pregunté señalando el desorden que tenía montado.

-¿Pero qué lio tienes aquí? -pregunto abriendo los brazos, sin dar crédito a lo que veían sus ojos.

-Perdón, es que no encontraba por dónde empezar. Al final todo ha terminado así.

-Dime cómo lo estás ordenando y te ayudo. Entre los dos será más rápido.

Así que se sentó frente a mí y le comencé a explicar mi sistema de organización. Mientras tanto él me iba comentando que era cada hoja. Así que tenía una idea de cómo trabajaban aquí.

-¿Y cómo os las apañáis con las auditorías? -pregunte.

-¿Eso qué es?

-Vale. Ahora tengo una idea más de cómo funciona esto. Perdón, no quería menospreciar tu trabajo.

-Lo puedes hacer. No soy de números. Lo mío es entrenar a los chicos. Me ofrecí a manejar las cuentas porque si no el equipo se hubiera ido a pique. Solo lo he estado manteniendo a flote como he podido.

-Tranquilo. Yo te haré el relevo y mejoraremos todo esto. Lo prometo.

Aunque él no lo sabía, mis promesas valen oro. Porque no prometía nunca nada que no pudiera cumplir. Y pensaba mejorar esto tanto por mi bien como por el de ellos.

La cruel pasiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora