Capítulo 59

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(Lucía)


Nos encontrábamos desnudos mientras nos fundimos en un abrazo en la cama de mi difunta abuela. En la vida hubiese imaginado esta escena. Por suerte cuando decidimos repetir aquí después de haberlo hecho en la bañera, sino la sangre estaría en esta habitación.

Aun podía notar como mi coño vibraba de tantas veces que lo habíamos hecho. Lo tenía muy sensible y el simple roce de la pierna de Sergio que tenía entre las mías peligraba de tocarlo de nuevo y arrancarme un gemido de nuevo. En verdad si pasara estaría encantada de un siguiente round.

Sergio se había desmayado justo después de correrse esta última vez. Fue tan repentino que me asusté, hasta que vi que solo fue por agotamiento, no quería que muriese a base de follar.

Ahora que tenía un momento para pensar en que había pasado en estas últimas veinticuatro horas. Era una locura. No se si había matado a mi padre, mi madre ha secuestrado a mi Sergio y resulta que es mafiosa, mi mano derecha trabaja para mi madre y recuperar a Sergio.

Tenía presente que tenía más de una conversación pendiente con diferentes personas. Pero ahora mismo lo último que me apetecía era salir de esta cama y encontrarme con la realidad. Las ganas de orinar me impidieron poder seguir tumbada, así que me puse en pie y salí de la habitación para ir al baño. Fui tal cual me encontraba, sin una sola prenda encima ya que sabía que no había nadie más en la casa.

No me acordaba que mi abuela era muy presumida y tenía un espejo enorme en el baño. El reflejo que había esta vez era una mujer desnuda luciendo sus marcas como algo natural, con el cuerpo agotado de tanto placer y la muestra de esto en forma de marcas de besos repartidas por todo el cuerpo. Los pelos despeinados enmarcando mi cara y los ojos con las pupilas ligeramente dilatadas. La viva imagen del sexo.

Después de volver a la habitación y encontrarme con que Sergio seguía dormido me fui al salón en busca de algo que ponerme. Me sorprendí cuando encontré dos maletas en la puerta de la entrada. Mi madre o Alberto las habrá dejado allí mientras nosotros estábamos más concentrados en otras cosas.

Una tenía algo de ropa de Sergio y la otra con la mía. Me puse unas bragas, luego abrí la maleta de Sergio y agarre una camiseta para ponerme, que me iba larga como un vestido. Al menos no teníamos que volver a ponernos la ropa llena de sangre. Otra cosa que había ocurrido mientras estaba con Sergio era que el sofá donde nos habíamos reencontrado ya no estaba.

-Creo que esa camiseta es mía -susurro Sergio en mi oído mientras me abrazaba por la espalda- aunque te queda mejor a ti.

-Buenos días -es lo único que atine a decir con la voz ronca que se me había quedado por culpa de tanto gemir, mientras sentía como mi espalda se calentaba por el calor del pecho de Sergio- ¿Como has dormido?

-Mejor que en años -respondió girando, para quedar cara a cara, para poder besarme- ¿Desayunamos?

-Vamos. Me muero por comer algo, aparte de a ti -contesté al tiempo que escuche rugir sus tripas- Tu si que tienes hambre.

Fuimos a la cocina agarrados de la mano, después de que Sergio se pusiera unos pantalones. No se que nos pasaba pero estábamos en una actitud de lo más cursi. Supongo que por mi parte es por el hecho de haberlo recuperado vivo después de pensar que el hijo de puta de mi padre me hubiese hecho creer que lo había matado. Imagino que Sergio es por reencontrarnos después de tanto tiempo y porque él ya es súper dulce de por sí. Es su forma de ser.

Mientras yo hacía el café y los zumos, Sergio preparaba un par de tostadas para cada uno. Nos movíamos por la cocina como si lo lleváramos haciendo toda la vida. Totalmente coordinados.

-Fui al lavabo un momento y cuando volví al salón me encontré solo y encerrado aquí. Tu madre me había secuestrado. No podía creerlo al principio -me explicó como había acabado aquí, después de que le preguntara qué era lo que le había pasado, mientras comenzábamos a desayunar.

-¿Mi madre? perdona pero me cuesta creerlo. Mi madre es una mujer frágil -dije basándose en lo que sabía hasta ayer- pero viendo lo último que hemos vivido no me sorprendería tampoco. Ha demostrado ser mucho más de lo que pensaba. Es la reina de las mafias, estaba en todas desde el principio y parecía una mosquita muerta.

-¿Y tú? ¿Como que estabas llena de sangre cuando viniste? -preguntó cambiando de tema- Por que no tienes ninguna herida abierta que sangre. Me asuste mucho cuando apareciste teñida de rojo por la puerta.

-Es de mi padre. Cuando volví me encontré con Alberto buscándote como un condenado por todos los lugares, para a ver si conseguía encontrarte antes de que yo me enterara. Pero no tuvo suerte y le pille. Junto con Andy y los demás nos pusimos a búscate, pero nada. Habías desaparecido del mapa. Entonces, ya desesperada, llamé a mi padre. Porque ya llevaba horas buscándote y estaba segura que ya estarías escondido en alguna parte. Pasó por mi mente que lo más seguro era que mi padre te hubiera secuestrado para molestarme. Pero no me pude imaginar que confesaría que te mato.

-Pero si yo no he visto a tu padre -dijo extrañado por la confesión de mi padre.

-Ahora lo sé. En ese momento me pareció tan real que pudiera hacer eso, que desató un infierno en mi. Solo tenía la venganza en mente. Supongo que él solo lo dijo para molestarme, no pensó en las consecuencias o en que no me atrevería a hacer nada.

-¿Y qué pasó? -preguntó apoyando una de sus manos en la mía.

La cruel pasiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora