Capítulo 14

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(Nicolas)


Invite al escenario al notario para que realice la puja y a Alan para que presente sus obras. Ahora mis intervenciones eran aparecer para felicitar al comprador de cada obra y sacar al escenario la siguiente.

Pero lo que más me preocupaba era el hecho que mi hija no estaba sentada entre los presentes. La había visto desaparecer con un hombre que no había visto nunca. Pero era obvio que no pintaba nada aquí. No era más que un cualquiera sin nivel adquisitivo.

Estaba preocupado porque parte de mis hombres estaban haciendo una visita a Kain y su grupito de ancianos, vistiendo los colores de Lucía. Así podría crear una disputa entre ellos. Pero para mantener a mi mierdosa hija al margen la tenía controlada aquí. Mis hombres estaban infiltrados entre el personal y en diferentes puntos del exterior. Nos comunicamos por unos walkies.

-¿Dónde está? -pregunte por el walkie, que llevaba conectado con mis hombres, cuando volví a bajar del escenario.

-Ha salido al balcón del primer piso, el que da al río -me respondieron.

-¿Qué hace? -pregunte confundido, era obvio que esa zona la tenía vigilada.

-No lo quieras saber -respondieron.

¿Qué mierda significa eso? ¿Estaban planeando algo? No podía ser, no le había dado tiempo suficiente como para planear nada.

-¿Qué está haciendo? -exigí una respuesta.

-Literalmente le está bajando los pantalones a un hombre.

Que puta es mi hija. Sabía que era rebelde y descerebrada pero no sabía lo guarra que podía llegar a ser.

-¡AAAAHHH! ¡AYUDA! -comencé a escuchar gritos por parte de uno de mis hombres.

Enseguida hubo preguntas por parte de todas las líneas, preguntando qué pasaba y dónde estaba.

-¡ESTAS BESTIAS ME VAN A MATAR!

No podía ser cierto, Lucía había traído a las fieras consigo. Estaba atacando a mis hombres. Lo peor era que no podía hacer nada porque tenía que estar en el escenario.

Me tocó volver a salir al escenario, para felicitar a un gilipollas que había comprado un cuadro que parecía vómito verde por diez mil euros. Debía de tener el gusto estropeado. Lo único que me alegraba era saber que el setenta por ciento de esta subasta iba a parar a mis fondos y el resto lo daríamos al orfanato. Pero no en dinero sino en obras y remodelaciones. Así nadie se daría cuenta que no gastamos todo el dinero en ellos.

El resto de la subasta fue como esperaba y cuando se estaba pujando por la última pintura vi como Lucía aparecía de la mano del mismo hombre. Quedando en la fila de atrás de mi mujer. Aun tendrá el descaro de presentarnos a ese pordiosero.

El notario y Alan se unieron a los espectadores mientras yo volvía a apropiarme del micrófono y siendo el centro del escenario. Mi lugar. Al frente de todos. Siempre por encima y siempre por delante.

-Muchas gracias por las donaciones. Los niños sin hogar estarán felices de todo nuestro esfuerzo. Ahora he preparado un video muy especial que he creado. Es un pedacito de mí, por lo que espero que lo disfrutéis tanto como yo lo hice al grabarlo.

Había grabado un corto sobre mi visita al orfanato. Obviamente había ido al orfanato más conocido a hacer una visita y grabarme documentando la experiencia. Hablaba sobre lo duro que es estar allí. Por no decir que era una mierda solo asomarse. Qué asco de niños, como se pegaban a mí para salir en pantalla. Ni que fueran las estrellas del documental.

Me puse a un lado del escenario mientras bajaba la pantalla, donde se iba a proyectar el video, y atenúan la luz. Me quedé mirando al público, porque el video ya lo tenía previsto.

-¡Oh sí! ¡Dame placer que para eso te he pagado! -sonó mi voz por todos los altavoces.

Me giré de golpe. Las imágenes eran de mí en el masajista hombre. Se me veía a mí siendo masajeado. Pero estaba editado de una manera que parecía sexualizado. Como si estuviéramos viendo un asqueroso corto gay, donde yo era el protagonista.

Para mi horror en el video se escuchaban gemidos de placer, pero no eran míos. No podían ser míos.

-¡APAGARLO! ¡APAGARLO INMEDIATAMENTE! -grité enfurecido.

Seguía mi imagen en pantalla siendo masajeado por un hombre, con mi perfecta espalda brillante por culpa del aceite de masajes. Las manos masculinas repartiendo el aceite. Pero lo que más me molestaba era que habían puesto gemidos sobre la grabación, simulando que era yo él que se quejaba. Vale que si le había dicho que me diera placer, pero no era consciente de que me estaban grabando.

Agarré la pantalla y tiré de ella para que cayera. Mi ira aumentaba contra más flashes recibía, culpa de las putas cámaras. Me estaban grabando y sacando fotos.

De golpe todos estaban grabándome a mí, a mi mujer y a mi hija. Volvieron a dar la luz y los espectadores estaban demasiado conmocionados y con los dichosos móviles en alto, apuntándome a mí.

Había un grupo de personas rodeando a mi mujer que se había semi desmayado por la impresión. Por otra parte mi hija estaba siendo abrazada por el hombre que le acompañaba.

-¡No es lo que parece! ¡Esto es un montaje! ¡No es real! Así que podéis estar todos tranquilos, buscaremos al responsable ¡Que cunda la calma!

Pero eso ya se había salido de madres y no había manera de parar a esta masa de personas.

Ordené a mis hombres que sacaran a mí mujer Sofía por la puerta de atrás. Nos íbamos a ir. También les ordené que sacaran a mi hija pero el hombre que estaba con ella no dejo que nadie se acercara y la saco el mismo atravesando a toda la gente y cubriendo a Lucía con su americana para que no pudieran fotografiarla.

Me bajé del escenario y me fui por una salida lateral. Me reuní con Sofía en la puerta. La agarre del brazo, con fuerza para que no se cayera.

-No exageres, mujer. A quien han humillado es a mí -grame empujándola dentro del coche.

Salimos de allí como alma que lleva el diablo. Tenía ganas de gritar como un loco y no me corte. Así que grité mientras aceleraba el coche.

La cruel pasiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora