Capítulo 57

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(Lucía)


Después de dos horas de tortura a Nicolás la escena en la que nos encontrábamos era totalmente terrorífica. Digno escenario de una película de gore, muy desagradable.

Nicolás seguía colgando como un preso en una mazmorra, sangrando y con las extremidades desgarradas por los mordiscos de mis perros. Un evidente charco de sangre a sus pies. Además al final ya se había tenido que llevar dos balazos bien dados, uno en el hombro y otro en el brazo. Estaba tan mal que ya no podía ni poner resistencia porque iba perdiendo el conocimiento. Creo que solo podía estar ahí, soportando el puto dolor.

Koen, Siak y Zyon totalmente empapados en sangre, como si se hubieran caído en un charco de sangre. Pero como son negros lo disimulaban muy bien. Ahora estaban tumbados, descansando.

Yo misma estaba manchada de su sangre también.

Había llegado el momento de terminar con esto. No podía aguantar más lloros ni quejas. Incluso le había visto mearse encima. Así que ya tenía suficiente. No iba a conseguir nada más de él.

-No te pienso aguantar ni un segundo más, hijo de puta -dije poniendo el cañón de la pistola en su sudada frente.

Justo cuando reuní todo el valor para apretar el gatillo para matar a mi padre, alguien interrumpió en el lugar.

Aunque me giré mantuve la pistola en alto. Koen, Siak y Zyon se pusieron por delante de mí y labraban para intimidar más.

Entraron en tropel y gritando que no hiciera nada y que no disparara. Enseguida pude distinguir a Alberto, Andy y a mi madre, que iban seguidos por Kain y muchos más hombres trajeados que no reconocí.

-Kain, teníamos un trato. ¡Saca a mi madre de aquí, joder! -le ordené a gritos, desesperada porque mi madre dejara de ver lo que estaba ocurriendo.

-Baja el arma cariño. He sido yo la que le ha ordenado a Kain que me trajera -respondió mi madre, acercándose muy lentamente.

-Alberto ¡Llevatela! -ordené a Alberto, ignorando las palabras de mi madre.

-Perdóname Lucía -fue lo único que dijo, él muy imbécil.

-Mi niña, baja la pistola por favor. No te vamos a hacer nada -insistió mi madre que estaba a escasos metros de mi.

-¿Qué es todo esto? -pregunte bajando el arma y ordenando callar a mis niños- ¿Que esta pasando aquí?

-No puedo dejar que mates a tu padre por muy imbécil y basura que sea. No mereces tener ese cargo de conciencia sobre tus hombros, cariño. Sé que eres fuerte, pero esta no es una misión que tú debas hacer -contestó mi madre.

-No deberías de ver esto. Vete por favor -le suplique.

-¿Por qué ahora? -me pregunto cuando llego casi a mi lado.

-Me ha quitado lo más valioso de mi vida, mama. No se lo puedo perdonar. Voy ha matarlo, igual que hizo él con mi Sergio -le explique.

-Eso no es así. Ha habido algún error, cariño. Tu padre no...

-¡No estoy equivocada! -le interrumpió- No necesitas intentar justificarlo o salvarle. Él mismo lo confesó. Él muy imbécil, hijo de puta, me lo dijo. Me dijo que había matado a mi Sergio. Así que no ha podido haber ningún error.

-De verdad, cariño. Eso no puede ser, porque Sergio ha estado conmigo todo este tiempo -dijo mi madre.

-¿Qué? ¿Pero qué dices? -estaba realmente confundida ahora mismo.

-Lucía. Te juro que ni yo ni Andy teníamos nada que ver en esto. No sabía nada de esto. Nos hemos enterado cuando Kain llevaba a tu madre hacia aquí. De verdad Lucía, te lo juro -pedía Alberto. Que se le veía angustiado y preocupado.

-Es muy largo para explicarlo aquí, cariño. Ven vamonos -dijo mi madre ofreciéndome la mano para que me pudiera guiar a la salida.

-¡Nadie se va ha mover de aquí, hasta que no me expliquéis que es lo que está pasando! -ordené molesta por la sensación de que era la única que no sabía que estaba pasando.

-Sergio está bien. No le ha pasado nada. Está escondido en casa de la abuela. Esta con mis hombres -dijo mi madre- fue una tontería de mi parte, perdona. Pensé que así volverías a la ciudad antes. Estaba preocupada porque no sabía nada de ti. Aunque me sentí un poco mejor cuando supe que te habías llevado a Andy contigo, la verdad.

-¿Por qué secuestraste a Sergio? ¿Te lo pidió papá? ¿Cómo que conoces a Andy? -esto cada vez tenía menos sentido.

-Tu padre no tiene nada que ver en esto. Andy y Alberto trabajan para mi desde hace muchos años. Tengo a un hombre infiltrado en cada banda poderosa de la ciudad. Mi único propósito es protegerte. Para eso tenía a Alberto a tu lado. Siempre para poder ayudarte y qué no te pasará nada malo. Siempre he sabido a qué te dedicas en realidad.

-¡Estoy flipando! -exclamé- ¿Cómo está Sergio? Necesito verlo.

-Si, Alberto te llevará. Y tranquila nosotros nos encargaremos de todo aquí -dijo mi madre.

Abracé a mi madre. Tenía todo mi cuerpo en tensión pero al saber que Sergio estaba bien sentí un gran alivio. Como si hubiesen llenado de nuevo el hueco que me faltaba.

Alberto se acercó para que le siguiera y le deje que me agarrara de la mano como a los niños pequeños.

-Hay que sacar a Nala del lavabo -comente cuando estábamos casi en la puerta.

-¿Te has traído a la perra de Sergio aquí? -preguntó Alberto, mientras Andy iba a buscar a Nala.

-Si, pero no le iba a dejar participar -aclare.

Una vez que estuvimos todos preparados Alberto y Andy nos ayudaron a subir al coche. Que después de bajar lo tendría que lavar a fondo porque lo estábamos manchando todo de sangre, al menos la parte de atrás.

Alberto conduce, Andy de copiloto con Nala en el regazo y yo atrás con mis niños. Íbamos a casa de mi abuela. Yo creía que ya la habían vendido tras su muerte. Pero se ve que mi madre la conservo.

-Pensé que no teníamos más secretos entre nosotros que Andy -le reproche a Alberto- tendré que pensar en muchas cosas cuando vuelva a la mansión.

La cruel pasiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora