Capítulo 22

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(Sergio)


No me podía creer lo que estaba pasando. Las cámaras habían sido borradas y el hombre de la seguridad no tenía ni idea de lo que había podido pasar.

Para colmo Alberto. Que yo suponía que era el guardaespaldas de Lucía ahora me iba a proteger a mí y tampoco es como si se hubiese puesto nervioso, al saber que Lucía se había ido con esos secuestradores.

-¿Te queda mucho? -escuche preguntar a Alberto desde el salón.

-Cinco minutos y estoy -respondí mientras acababa de guardar algunas cosas en la maleta.

Estaba empacando algunas cosas porque no sabía cuánto tiempo iba a estar allí. Además también había recogido cosillas para Nala.

-Una cosa, Alberto. Acabo de recordar que Lucía llamó a uno de los secuestradores por su nombre. Andy, le llamó -comenté mientras arrastraba mi maleta hacia la entrada.

-Lo sé, lo dijiste en cuanto llegue al estadio.

Era cierto, pero con lo nervioso que estaba ni me acordaba de lo que había dicho y de lo que no.

-Aún tenemos que llegar a la mansión. Deja que cargué la maleta al coche, tú lleva a tu ratilla.

El trayecto lo hicimos en silencio, en un coche demasiado lujoso. El coche valía más que mi casa, seguro.

-¿Y a los padres de Lucía les va a parecer bien que me lleves a su casa? Solo voy a molestar mientras ellos estén nerviosos buscando a su hija.

-No vamos a casa de sus padres -dijo como si mi idea fuera tonta- Además ellos ni se enteraran que ha desaparecido.

-¿Cómo puede ser eso posible? -pregunte con horror.

-Los detalles ya te los dirá Lucía si quiere, cuando vuelva. Pero te puedo adelantar que no tiene ninguna relación con sus padres. Al menos si no había una cámara delante.

No me podía creer eso. Pero luego pensaba y era cierto que en la velada benéfica Lucía no estuvo con sus padres. Solo se preocupó por su madre cuando apareció el video de su padre en pantalla.

-Entonces... ¿Por qué tengo que ir a su casa? No me buscaban a mí -pregunte confuso.

-¿No lo has entendido aún? -preguntó como si yo supiera algo- Eres su debilidad.

Eso no tenía mucho sentido para mí. Esperaba a que me pusiera más en contexto, pero eso nunca llegó y seguimos el resto del trayecto en silencio.

Me entretuve mirando por la ventana y comprobando que Nala estuviera bien en el trasportín que llevaba sobre las piernas. Hasta que una mansión rodeada por una alta muralla apareció en nuestra vista. Sin bajarse del coche, Alberto sacó la mano del coche y la verja se abrió. Dejándonos el paso libre.

-Llegamos -dijo Alberto frenando el coche frente a la entrada del edificio.

Nos bajamos del auto y saqué a Nala del trasportín y le puse la correa a lo que Alberto me miró con mala cara. Suponía que no le agradaban demasiado los perros, pero Lucía había dicho que la trajera conmigo... ¿Y que sus niños la conocían?

No me dio tiempo a preguntar a Alberto por lo de los niños porque la puerta de la entrada se abrió y apareció el chico que había encontrado a Nala cuando se perdió. Mi mente comenzó a vagar hacia una dirección que no me gustaba nada.

Si el chico que estaba en la puerta era su hijo y Alberto vivía aquí... Para mi estaba claro que Alberto es el hombre de Lucía y que este chico es su hijo. Pero lo debieron tener cuando Lucía era muy joven... ¿Eso me convertía en el amante? ¿O están separados?

-Hola Señor.

-Manuel, toma las llaves -le ordenó lanzándole las llaves, que atrapó sin problemas- ¿La habitación está lista?

-Sí, Señor.

-Vamos Sergio -me guio al interior de la mansión- Puedes soltarle.

-Gracias pero de momento prefiero mantenerla a mi lado.

Lo note que me miró confundido, pero no me hizo ninguna pregunta. Nos movimos al piso de arriba y me indico cual iba a ser mi habitación y cuál era la de él y la otra de Lucía.

-Por la otra ala de la casa encontrarás salones para ver la tele, gimnasio y demás. En la planta baja está la cocina, comedor y la sala de estar principal. En la parte de atrás está la piscina interior y pasado el invernadero está el jardín. Te puedes mover con total libertad por la casa. Las únicas puertas que no puedes cruzar son: mi habitación, la de Lucía y la puerta negra de la planta baja. ¿Queda claro?

-Si. Creo que voy a necesitar un mapa -bromee.

-Puedes preguntar a cualquier persona del servicio y ellos te guiaran. Te dejo instalarte -hizo un amago de irse, pero se paró en el marco de la puerta mirándome.

-¿Pasa algo? -pregunte.

-Nada. Voy a trabajar, si me necesitas pregunta al personal y te darán mi número.

Dicho esto, me dejo en la que iba a ser mi habitación durante unos días. La habitación es la mitad de mi casa. Desaté a Nala para que se pudiera mover por la habitación mientras yo deshacía la maleta.

Después de eso decidí pasar el resto de la mañana en la habitación. Tirado en la cama pensando en todo. Sobre todo en Lucía y en cómo se debe de estar sintiendo. No poder hacer nada era lo que me estaba concomiendo. Decidí distraerme de mi impotencia intentando poner respuestas a otras incógnitas que habían aparecido en un momento.

¿Qué hace aquí el salvador de Nala? ¿Qué es eso de los niños de Lucía? ¿Qué es Alberto para Lucía sino es su guardaespaldas ni dormía con ella? ¿Qué era eso de que yo soy su debilidad?

Escuché como picaron a la puerta. Me incorporé de golpe y me senté en el borde de la cama. Parecía un niño chico al que habían encerrado en su habitación.

-Adelante.

En cuanto la puerta se abrió apareció una mujer de mediana edad.

-Hola, me manda la cocinera para preguntar ¿Qué le apetece comer?

-Lo que tengas -respondí no queriendo molestar.

-¿Tiene alguna alergia?

-No. Me conformo con cualquier comida simple.

Ella no supo qué decir por lo que hizo un pequeño asentimiento y en ese momento vi como Nala aprovechó que la puerta estaba abierta para salir corriendo.

-Nooo -salí corriendo, pero la mujer me frenó.

-No pasa nada, la puedes dejar por la casa. La jefa da el permiso -dijo antes de irse.

No alcancé a contestar ni a ver por donde se había ido Nala.

La cruel pasiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora