Capítulo 33

57 6 0
                                    

(Sergio)


Si la mansión de Lucía ya me parecía un castillo, la casa de sus padres era un castillo con villa. Todo eran techos altos, decoración exclusiva y especialmente cara. Últimas novedades en diseño, combinado con esculturas y cuadros antiguos. Combinados a la perfección.

Sofía nos hizo pasar a una sala de estar muy fría. Viendo el carácter amable y cálido de Sofía me costaba creer lo fría y hermética que era la casa en general.

-¿Has crecido aquí? –pregunte sorprendido en cuanto Sofía se fue a la cocina a por el almuerzo.

-En cierto modo, si –contestó encogiéndose de hombros- ¿Pasa algo?

-No hay fotos, ni nada que diga que tú estuviste en esta casa.

-Siempre podemos hacer recuerdos juntos –dijo poniendo su mano en mi pierna justo cuando su madre entró con la bandeja.

Sofía, no podía ver donde tenía su hija la mano. Lucía aprovechó que Sofía no podía ver su mano para subirla por mi pierna hasta llegar a la bragueta del pantalón, aunque intenté frenar su mano no pude con ella.

No me lo podía creer. Tenía ganas de taparme la cara con las dos manos, para que nadie viera el sonrojo que seguro que estaba apareciendo en mis mejillas. Por suerte me contuve e intentaba que no se me notara demasiado. Me está excitando frente a su madre. ¿Qué primera impresión esperaba que diese? Aunque seguía intentando apartar la mano de Lucía de mí, parecía que le molestaba y me buscaba con más insistencia. Solo lo empeoraba.

-¿Y cómo os conocisteis? –preguntó Sofía sirviendo un café para cada uno.

-Comencé en el nuevo trabajo y resulta que él me está guiando en mis tareas. Me está enseñando cómo llevan la contabilidad.

-Eso es fantástico. Entonces eso quiere decir... ¿Eres su jefe? –dedujo Sofía.

-Más o menos –me atreví a contestar para picar a Lucía.

Lucía me apretó los huevos a través de la tela de los boxers que me había puesto. Con solo un vistazo pude leer en su cara "más quisieras". Eso me divertía pero lo que más me sorprendía era que Lucía no me contradijo.

-Casi se parece a la historia de amor entre tu padre y yo. Era su nueva secretaria cuando comenzó nuestro amor. Y mira cuántos años llevamos juntos.

-Hablando de papá, antes de venir le he llamado y me ha dicho que ha dejado una cosa en el despacho. Me tengo que acordar de cogerlo. Creo que era una carta para explicarme lo que pasó el día de la subasta –comentó Lucía.

Sabía que estaba mintiendo. ¿Qué era lo que estaba pasando?

-Podéis subir los dos a buscar lo que sea que te haya dejado tu padre y así puedes aprovechar y enseñarle tu habitación, y las vistas desde la terraza. Son unas vistas magníficas. Yo os esperaré en el invernadero, quiero que veáis como está quedando.

Lucía me subió la bragueta y me agarró de la mano para que me levantara y le siguiera. Pero me daba vergüenza que Sofía me viera empalmado cuando me levantara. Pero Lucia me levantó tan rápido y me sacó de la sala de estar que a Sofía le tuvo que ser imposible ver nada.

-¿Se puede saber en qué pensabas? –le pregunté a Lucía mientras me guiaba escaleras arriba- Estaba tu madre delante.

-¿No te gusta cómo te toco? –preguntó con voz de inocente.

-Ese no es el problema. Estábamos delante de tu madre –me queje.

-Pues ahora sí que estamos solos –dijo metiéndome en una habitación de un empujón.

Era un despacho, el de su padre. Era muy elegante y oscuro, parecía el despacho de un villano. Lucía cerró con pestillo la puerta antes de girarse hacia mí. Me miró con una sonrisa que indicaba problemas.

-¿Qué estamos buscando? –pregunte mirando a mi alrededor en busca de lo que habíamos venido a buscar, supuestamente.

-Era una mentira. Solo buscaba la excusa perfecta para hacer esto –dijo antes de tirar todos los papeles de la mesa de un golpe y agarrándome del cuello de la camisa y encerrarme entre la mesa y ella- ¿Quieres ser mi secretaria?

-¿Qué quieres decir? ¿Quieres hacerlo aquí? –no me podía creer lo que estaba insinuando.

-No, por supuesto que no. No lo haremos aquí. Yo te lo haré a ti –dijo antes de comenzar a desabotonar mi camisa.

-¡Lucía, por favor! –exclame anonadado.

-Ya voy. No te voy a hacer esperar –dijo llevando sus manos a mi cintura al acabar de desabrochar la camisa y pasar a mis pantalones.

Había malinterpretado mis palabras. No era esto a lo que me refería. No podría mirar a Sofía a la cara después de esto.

Lucía bajó de un tirón mis pantalones y mis boxers le siguieron igual de rápido. Quedando con solo la camisa desabrochada y los pantalones y boxers enredados en los tobillos. Lucía rodeo mi pene con sus manos mientras me miraba sin apartar la vista de mis ojos. Me quería enloquecer y lo conseguiría.

Una de mis manos fue de manera inconsciente a agarrarse al cabello de Lucía, mientras que la otra me agarré al borde de la mesa en la que estaba apoyado, cuando ella metido mi pene en su boca y comenzó a chupármelo. Sentía que me derretía en su boca. Estaba totalmente a su merced.

Estaba a punto de correrme cuando paro de chupármela y se puso en pie. Pegando su cuerpo al mío. Estaba tan sensible que tuve que agarrarme bien fuerte a la mesa para no caer por el placer.

-Túmbate sobre la mesa –me ordenó.

Estaba tan caliente y me impuso tanto Lucía que no me quedó otra que obedecer. Me subí al escritorio dejando mi espalda pegada a la mesa. Lucía se subió a la mesa y colocó una rodilla a cada lado de mi cintura. Su vestido se subió solo hasta quedar en su cintura.

-¿Qué estamos haciendo? -pregunte con miedo a que reconsiderara los que estábamos haciendo y se echara atrás.

-Te voy a montar -dijo echando a un lado su tanga y empalándose con mi polla y confirmándome que no se iba a echar atrás.

La cruel pasiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora