Capítulo 49

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(Sergio)


En la mansión ya estábamos desesperados por la repentina marcha de Lucía. Todos estábamos preocupados y confusos por cómo había pasado todo. Nadie sabía nada.

Después de aquella noche frente al espejo pasamos un día genial, el mejor de mi vida. Fue como el día de una escapada romántica por un día, la cita perfecta, pero llena de sexo. Poniendo su toque. Tanto que al día siguiente aún tenía la polla sensible, pero Lucía había marchado, bien de madrugada, dejando una breve y escueta nota.

Por eso era tan confuso. Pasamos juntos el mejor día de nuestras vidas y al siguiente huye. Como si escapara. Pero nos habíamos prometido que no nos separaríamos.

Además ya le había llamado tropecientas veces, sin obtener respuesta, y le había dejado otros miles de mensajes. Sabía que los leía, por el doble check azul, pero me dejaba en visto. Yo no me rendía, estaba seguro que en algún momento respondería y me explicaría que era lo que había pasado.

Tampoco Alberto parecía tener idea de donde estaba Lucía y mucho menos que estuvieran en contacto. Algo había pasado y nadie sabía que era ni qué hacer al respecto.

En su breve nota Lucia solo me decía que cuidara la casa, a los perros y a mi mismo. Que tuviera paciencia y confianza en ella.

Le demostraría que puede confiar en mí, igual que yo confió en ella. Utilizaría esta oportunidad para mostrarte que soy capaz y confiable. Eso hacía que tuviera un propósito en estar esperando a Lucia en esta mansión.

Nestor había tenido que acceder a que llevara a los perros al trabajo. Para mi fue sorprendente la pasividad de los dobermans ante una pelota.

Era ordenarles que se mantuvieran quietos y allí estaban, sin distraerse con nada, quietos y esperando. Esperando por mi. En cambio a Nala la tenía que mantener atada para que no saltara al campo a por la pelota. Creo que echan en falta a Lucía y por eso se apegaban a mi. Era lo más parecido a un segundo líder que conocían, aparte de Alberto. Yo seré el líder que les faltaba en estos momentos.

Además pensaba que era capaz de diferenciarlos de tanto tiempo que hemos pasado juntos estos días. Con la ayuda de Manuel había sido más fácil.

Estos perros eran el único consuelo que tenía en estos momentos. Porque incluso Alberto se comportaba de manera extraña y no me decía el motivo. Aunque tampoco parecía acabar de comprender la situación.

-¿Sabemos algo de Lucia? -pregunto de manera directa, como hacía con todo últimamente, en cuanto entró al salón donde me encontraba.

-No, nada nuevo -respondí.

Siguió su camino hacia el despacho, donde se encerraba y pasaba horas antes de que volviera a salir. Se la pasaba allí trabajando como un científico loco, con las tareas que debía de estar haciendo Lucía.

Me encontraba releyendo todos los mensajes que había escrito a Lucía y pensando algo que le hiciera reaccionar. Bueno o malo, me daba igual mientras le hiciera ponerse en contacto conmigo.

De golpe ponía que estaba en línea y me ilusioné, como todas las anteriores veces, entonces en vez de desconectarse, su estado pasó a escribiendo. Mantuve la respiración inconscientemente mientras esperaba su mensaje.

Fueron los segundos más tensos, pero esperados, de toda la semana. Hubo dos momentos en que su estado cambió a en línea y de vuelta a escribiendo, como si no encontrara las palabras adecuadas para poner, y mientras me contenía para no poner yo algún mensaje.

Llego un mensaje, más largo de lo que me esperaba, y entonces fue cuando volvía a respirar.

"Lamento mucho esta situación, ojalá lo hubiese hecho de otra manera. Me parece que esta fue la mejor opción, para poder protegerte. Pero te juro que no hay un solo momento en que no piense en ti o en querer volver corriendo a tu lado. Solo pido al diablo que acabe de inmediato con esta puta tortura que nos mantiene alejados. No me he puesto en contacto antes porque tenía miedo de que me convenciera de volver antes de terminar todo aquí. Aunque aún no he terminado, me queda poco, no he podido aguantar las ganas de escribirte, te echo mucho de menos. Reserva tu cuerpo para mi vuelta."

Y antes de que acabara de leer volvió a enviar otro mensaje.

"Espero que todo esté bien por allí. Aquí todo parece que acabará pronto, casi he terminado con los problemas, he terminado con el mayor problema. Espérame en breve estaré de vuelta, lo juro. Te amo, Sergio."

Rápidamente intenté llamarla, pero no respondió a la llamada. Le dejé un mensaje pidiéndole que volviera rápido y que yo también la amo.

No sabía si sentirme aliviado o triste. Pero al menos sus mensajes me han dado esperanzas. Sabía que volvería y que me amaba.

Fui a darle las buenas noticias a Alberto que se encontraba entre el papeleo en el despacho.

-Lucía ha enviado un mensaje -le dije en cuanto entré, con el móvil, para mostrándoselo.

Me arrebató el teléfono a mitad de frase, para leer el mensaje. Me sorprendí demasiado cuando hizo el amago de lanzar el teléfono por rabia.

-¡JODER! ¡ME CAGO EN LA PUTA! -exclamó a gritos realmente enfadado.

-¿Qué pasa? -preguntó sorprendido mientras recuperaba el teléfono.

-¡Que lo ha matado, seguro! -contestó desolado, dejándose caer en la silla -¿Qué rayos voy a hacer ahora?

-¿Pero qué dices? -estaba confuso ya que no tenía sentido las palabras de Alberto para mi.

-Salte, por favor. Necesito estar a solas -me pidió muy acongojado.

No sabia que era lo que había pasado o que había enviado Lucía que yo no llegaba a entender. Pero Alberto parecía muy afectado. Jamás lo había visto así.

En cuanto salí me encontré con los cuatro perros. Como si supieran que algo importante había pasado.

-Lucía ha enviado un mensaje. Está bien -casi parecía que me vi obligado a responder a su impaciencia- Vendrá lo antes posible.

Como se había hecho costumbre fui con ellos al salón a acurrucarnos todos viendo la televisión. Se han convertido en mi pañito de lágrimas. Podía ser posible que supieran más ellos de mí que la propia Lucía.

La cruel pasiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora