Capítulo 45

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(Lucía)


Me encontraba apretujada entre los brazos de Sergio, tapándome la cara con las manos y temblando de la rabia. Dejando el espejo a mi espalda. Ahora mismo me mataban las ganas de matar a Sergio por su osadía.

-¡¿Te has vuelto loco?! ¿Acaso estás buscando que te mate? ¿Qué cojones pasa contigo? -pregunte llena de ira, enterrando mi cara en su pecho, empujándolo con mi cuerpo.

-Tranquila, Lucía. Todo va ha estar bien -me susurraba, acariciando mi espalda y peinando mi cabello con sus manos- Solo tienes que confiar en mi.

-¡Una mierda voy a tranquilizarme! ¡Sácame de aquí! ¡Pienso mandar a destruir todos los espejos de la mansión hoy mismo! ¡Cualquier cosa que haga reflejo acabará hecha trizas! ¡Joder! -brame más enfurecida.

-¡No! -se atrevió a gritarme Sergio- ¡No puedo permitir que te asustes por un espejo! ¡Y mucho menos cuando lo que está reflejando es a ti misma!

-¡Ese es el problema! ¿Es que no lo entiendes?

-¡Que no! ¡No lo voy a dejar pasar! ¡No voy a permitirte herirte a ti misma! ¿Entiendes lo que digo? -hablo de una manera tan autoritaria que me sorprendió y me dejo sin palabras.

Eso nos dio tiempo a los dos para relajarnos un poco. Sergio me agarró las manos y las separo despacio de mi cara, que volvía a estar empapada por las lágrimas de rabia, manteniendo agarradas mis manos.

-Mirame a los ojos, Lucía. Por favor -pidió dulcemente al ver que aun así mantenía los ojos cerrados.

A pesar de su dulce petición me negué a abrir los ojos, no me sentía preparada para afrontar su mirada. Note como Sergio me beso un párpado y luego el otro, en una silenciosa súplica.

-Eres hermosa -susurro cerca de mi oído, logrando que me excitara un poco- La chica más sexy de la tierra.

Solo estaba intentando distraerme con adulación. Que dejara de pensar en el puñetero espejo. Y por alguna razón, que aun no comprendo, quise creerme sus palabras y ceder a su juego.

-El único sexy aquí eres tú -respondí rodeando su cuello con mis manos y abriendo los ojos para mirarle a él fijamente- Me podría perder en tus ojos y ahogarme en tu calor.

-En su momento te demostré muchas, muchas veces que tus cicatrices no importaban ni lo más mínimo, que no destruyen tu belleza. Pensaba que te había quedado claro. Pero no me importa demostrártelo de nuevo cuantas veces sea necesario -declaró dándome un corto beso- Voy a ayudarte a que te ames a ti misma de nuevo. Tanto como te amo yo.

-Sergio... -intenté hablar pero me callo con otro beso.

-Callate. No pienso escuchar ni una sola de tus excusas, para este tema no te permito tener ni voz ni voto.

-No pienso girarme -le advertí, aunque sin sonar demasiado autoritaria.

-Pues cambiare el espejo de lado -me amenazó- Ahora deja que sea yo quien lleve las riendas y gira poco a poco. Yo estaré justo detrás de ti. Te voy a mostrar la poesía que es mis manos recorriendo tu piel desnuda.

Me volvió a besar para evitar que pudiera responder con alguna grosería otra vez.

Luego me instó a girar agarrándome por la cintura firmemente. Poco a poco fui dándome media vuelta. Frene en seco en cuanto note mi propio reflejo en el espejo, pero Sergio no me dejo tiempo para pensar demasiado en ello antes de girar del todo.

Monstruo.

Aberración.

Es lo primero que resonó en mi cabeza en cuanto mis ojos coincidieron con los de mi reflejo.

Engendro.

-Preciosa -dijo Sergio que me miraba a través del espejo.

-No estamos viendo el mismo reflejo.

-Pues yo veo a una chica hermosa reflejada.

-Tendrás que mostrármela porque yo no la veo.

-Encantado de enseñarla -dijo quitándose la camiseta para luego agarrar el borde de la mía.

Me quito la camiseta, tirándola de cualquier manera junto a la suya.

Comenzó a acariciar mis brazos, llegando a los hombros, para descender por los costados y hacer circulitos en mi vientre. No podía apartar la vista de sus manos a través del espejo. Realmente era como poesía.

No se como lo había logrado. Acalló las voces que escuchaba, solo podía pensar en... nada. Solamente podía sentir. Sentir sus manos sobre mí, excitándome y calentándome.

-Todo esto es hermoso -dijo mientras pasaba una de sus manos por mi espalda, para acariciar mis cicatrices y posar besos a su paso- Y esto también.

Yo estaba fascinada mirando sus movimientos sobre mi cuerpo. Retiro mi sujetador y pego su pecho a mi espalda, mientras que con sus manos comenzó a masajear mis tetas.

-Yo también te quiero tocar -exigí.

-Primero dime que ves en el espejo -pidió.

-De momento nada interesante, pero dame un minuto y nos pondré a los dos a ver las estrellas -respondí sin vergüenza alguna.

-Casi aciertas, pero no era eso lo que quería que respondieras.

Sabía que era lo que quería escuchar, pero yo aun no estaba preparada. Porque aunque ya no escuchaba las voces, no lograba ver la belleza que Sergio ve en mi.

Desabrocho mi pantalón y coló su mano en el interior de mi ropa interior.

No sabía si alegrarme porque iba a conseguir follar con Sergio ahora o molestarme por el precio que estaba pagando.

Tenía la necesidad urgente de girarme y agarrar su polla para introducirla en mi, pero Sergio no me dejaba mucho margen de movimiento. Me tenía laxa entre sus brazos.

-Estas mojada -susurró en mi oído cuando deslizó un dedo por la entrada de mi coño- vas a manchar tu ropa.

-Me da igual la ropa -brame agarrando su mano para que no la sacara.

-Apóyate aquí -ordenó dando un par de pasos y empujándome con su cuerpo hacia adelante, para que pusiera mis manos en el espejo- Ahora que estás más cerca, dime qué ves.

-Veo... -La voz no me salió, porque introdujo dos dedos en mi interior.

-¿Qué ves? -insistió haciéndose el dominante.

-¡Veo a la mujer más sexy y caliente que jamás haya visto nadie! -cedí gritando a todo pulmón para que lo escuchara bien. Incluso creía lo que estaba gritando, aunque pensara que eso fuera así porque Sergio estuviera a mi lado.

-Muy buena respuesta. Ahora toma tu recompensa.

La cruel pasiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora