(Lucía)
Me desperté entre los brazos de Sergio. Su madre, que calor me daba. Entre el calor y lo pegajosos que estábamos me estaba incomodando. Así que aparté sus brazos de mí y salí de la cama.
Agarré mi móvil y me fui, ignorando mi desnudez, hasta el baño. Me iba a dar una ducha. Pero antes quería revisar el teléfono, por lo que mientras meaba revisé los mensajes.
Alberto me había enviado un mensaje.
Alberto: Supongo que no volverás a casa esta noche. Que te vaya bien con tu noviete.
Noviete dice el imbécil. Noviete mi ojete. Le tuve que responder.
Lucía: Antes de empezar una relación prefiero empezar una botella de ron.
Me di una duchita rápida y después de secarme me volví a colar en la habitación de Sergio para volver a robarle ropa. Tenía un fondo de armario muy variado y aunque no eran prendas de marcas a mí ya me valían.
Estaba tan enojada por el mensaje de Alberto. Yo nunca me encoñaba de nadie y no iba a comenzar ahora. Le iba a demostrar a Alberto que no me había enchochado con Sergio.
Una vez estuve vestida con un pantalón corto y una sudadera agarre mi bolso con la intención de irme. Pero Nala, su perra, empezó a ladrar.
-Calla -le ordene en un susurro amenazante.
Me hizo caso como si la hubiese adiestrado yo. Le abrí la puerta a la terraza para que pudiera salir y no volviera a ladrar. Entonces después de eso sí que me pude marchar.
Según iba caminando me fui haciendo paraditas técnicas. La primera y más importante en la cafetería. Necesitaba uno de esos cafés cargados que el vaso llevará mi nombre escrito por la camarera. Debía de ser la persona más rara que ha pasado por su barra esta mañana. Vestida de deporte, tacones y un bolso de fiesta.
Qué cuadro...
Mientras esperaba a que me sirvieran el café me llegó un mensaje de Alberto.
Alberto: No te sigas engañando. Seguro que los brazos del siguiente tío que caiga volverán a ser los suyos.
¿Pero qué diablos dice este imbécil? ¿Eso creía? Pues le iba a dar una lección que pagaría cara.
Pagué el café cuando me lo sirvieron y salí de allí. Pero mirando mi ropa ¿A quién iba a impresionar? Tenía que cambiarme de ropa. Lo mejor sería que me fuera de compras.
Estaba pasando por las calles donde el lujo y los brillos caros te rodeaban miraras por donde miraras. Entré en la primera tienda. Porque lo siento si alguien se ofende, pero daba igual que eligiera seguro me iba a sentar de muerte. Lo que llevaba ahora lo lucía como si fuera la última moda en París pero no iba a ligar con alguien normal con esto.
Entre como si fuera la modelo más cotizada del mundo. Ignorando a las encargadas. Ser de carácter fuerte e imponer mi figura era parte de mí.
-¿Tienen algún vestido negro? -pregunté girándome a una de las chicas que había comenzado a seguirme.
-Sí, pero no creo que sea esta tienda de tu estilo -dijo mirándome de arriba abajo.
No pude evitar mirarla de arriba abajo y dar un paso en su dirección. Se sintió tan amenazada que retrocedió. Sin decir una palabra rebusque en mi bolso hasta dar con mi tarjetero. Le puse entre ojo y ojo la tarjeta negra de American Express Centurión.
-Si quiero te despido, ni siendo tu jefa. Mientras esté aquí tú te escondes ¿Vale?
-Perdón, perdóneme, Per... -se fue corriendo mientras salía de mi vista.
-¿Alguien me puede atender bien? -pregunté girándome al resto del personal.
Enseguida un chico me indico la sección que posiblemente me interesara.
-¿Cuál pondría caliente a un chico? -pregunte sin mirar ningún vestido en concreto y dejando al dependiente flipando por mis palabras.
-Pues... Déjame ver -supo recomponerse en dos segundos.
Chico rápido.
Saco dos vestidos de los colgadores. Luego me guio a los probadores. Estaba a punto de dejarme sola, en la intimidad del vestuario, cuando tiré de su camisa hacia dentro.
-Te tienes que quedar o ¿Cómo voy a saber si caliento a un hombre con el vestido?
Me quité la sudadera, no llevaba sujetador así que se quedó mirando mis tetas alucinando. Luego fueron los pantalones y el tanga hasta mis tobillos.
-¿Cuál me pruebo primero? -pregunté señalando los vestidos.
El dependiente señaló uno de los dos al azar. Era de tirantes anchos, sin escote y con la espalda cubierta, pero corto y con la falda de vuelo. Le hice caso y comencé a ponérmelo.
-¿Me puedes subir la cremallera? -Pregunte girándome.
Note como rozaba su mano por mi espalda mientras.
-Te queda muy bien -atinó a decir cuando acabó de subir la cremallera y nuestras miradas coincidieron en el espejo.
-Sé sincero. ¿Qué querrías hacerme? -pregunte apoyando mi espalda en su pecho.
-Quiero disparar a mis hijos, en tu boca -contestó con voz ronca y sin pensar.
-Eso no va a pasar. Y aunque las mojigatas de allí puedan ser santas yo no. Pero no quiero tu mierda en mi boca. Pero me puedo pensar en que metas tu pene en mi si te pones un condón. Tengo en el bolso -le ofrecí a cambio.
Se lanzó al bolso como si su vida dependiera de encontrarlo. En cuanto lo agarró se lo arrebaté para ir abriéndolo mientras le ordenaba que se desnudara.
Una vez estaba desnudo de cintura para abajo le levanté el borde su camisa para que la mordiera, así no podría gemir en alto. Tenía toda la pinta de ser de los ruidosos. Le puse el condón y trepe a él para empalarme mientras me él agarraba de las nalgas para no caer.
Mientras él cerraba los ojos para gozarlo fuerte. Sinceramente solo lo estaba gozando él. Era demasiado torpe o novato como para saber dar placer a una mujer. Saqué el teléfono móvil del bolso que colgaba a su lado.
Hice un video de unos segundos. En el que se veía al dependiente con los ojos cerrados, comiéndose su camisa y como nuestros cuerpos se unían. Y escribí:
Lucía: Santa tu madre por aguantarte.
Luego guardé el móvil y me concentré en intentar correrme. Pero solo me frustraba más porque el puto era malo con ganas.
Incluso se salió de mi interior para correrse en el condón. Dejándome insatisfecha y enfurecida.
-Te he follado -se atrevió a decir mientras soltaba su camisa.
-Antes de decir que me has follado. Asegúrate de saber si me he corrido. Porque si no me corro, entonces significa que te he follado yo a ti -le deje claro antes de ordenarle- Vístete, guarda mi ropa en una bolsa. Me llevo el vestido puesto.
Me puse el tanga y los tacones, agarré el bolso y salí del probador.
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La cruel pasión
RomanceBatallar por ser la mejor y esquivando a los de la investigación EME. Lucía Arilla es independiente y tiene las cosas muy claras, lo tenía todo controlado. Es implacable y muy imprevisible. Así que lo último que Lucía podría imaginar era que tuviera...