Capítulo 32

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(Lucía)


Sergio se había empeñado en demostrarme que no me veía como un monstruo para él, durante estos dos días. Que no me había convertido en un monstruo por completo. Nunca se había visto tanto amor dentro de mi mansión. Sergio encontraba cualquier excusa para acabar en mi interior. Pero yo no me quejaba tampoco.

Hoy había quedado con mi madre en que me pasaría por su casa, para vernos. Quería aprovechar que mi padre no estaba y que tenía un problema con su cargamento de armamento ilegal. Ese problema, que tenía mi padre, se llama Lucía está cabreada.

-Sergio -le llamé siguiéndolo al baño, ignorando mi desnudez.

Se iba a duchar. Yo me quede en el marco de la puerta. No entraba a ningún baño salvo el mío, pero ahora nos encontrábamos en la habitación de Sergio.

-Entra ¿Nos duchamos juntos? -pregunto ofreciéndome una nueva aventura.

-No, gracias -rechace su oferta- ¿Tienes planes hoy?

-Si. Estar contigo -respondió bromeando mientras sonreía.

-Genial, entonces me podrás acompañar a casa de mi madre. Quiero hacerle una visita ya que hace días que no la veo -comente.

-No creo que sea correcto que yo vaya contigo... -comenzó a decir.

-¿Por qué? -interrumpí.

-No sabría cómo explicártelo -estaba ocultando algo, lo podía ver claramente.

-Dilo -le ordené, le exigí a Sergio.

-La cosa es que no creo que me llevara bien con tus padres. No se movieron nada cuando te secuestraron. Alberto y yo hicimos más que ellos. Por eso no quiero ver a tus padres, porque me conozco y sé que tengo rencor contra ellos.

-Mi padre no va a estar y mi madre no sabe nada. Así que no tendrás que ocultar tu rencor -dije- Y prefiero que mi madre no sepa nada de todo esto ¿vale?

-¿Cómo le puedes ocultar eso a tu madre? -pregunto conmocionado.

-No me gusta hablar se eso -corte el tema- Me voy a duchar y a arreglar. Haz lo mismo. No hace falta que vayas de traje.

No le di tiempo a replicar nada. Sabía que se arreglaría bastante para ir a ver a mi madre. Solo iba a ser una visita rápida y de cortesía. Solo lo hacía porque sabía que mi padre se enfadaría por saber que había estado en su territorio cuando él no estaba.

Entré al baño de mi habitación, el único en el que me sentía cómoda. Era diferente a los demás. No tenía espejo, ahora. Lo reventé de un puñetazo, el primer día que pude entrar sin ayuda. No quería verme reflejada en ningún lado, ya que cuando me veía en algún reflejo las voces que me llaman monstruo vuelven a hacerse presente en mi mente. Tenía miedo de que las voces volvieran a dominarme.

Me duche con agua que estaba tan caliente que podía servir para cocer la comida. Así me limpiaba todo lo malo que había en mí. Luego me puse un vestido de cuello alto y con mangas de tres cuartos, para ocultar todas las marcas a mi madre.

Estaba acabando de arreglar mi peinado cuando escuche las pisadas de Koen.

-Hola Koen –salude girándome para mirarle- -hoy os quedáis vigilando la casa. Cuida de Nala.

Sabía que lo había entendido de sobras aunque se quedó sentado a aun lado del marco de la puerta de la habitación. Me seguiría hasta la puerta y luego buscaría a Nala para poder encargarse de lo que le había encargado.

-Menos mal que he elegido ponerme camisa, que si no iría demasiado informal –comento Sergio apareciendo en el marco de la puerta- ¿Qué te parece?

Me estaba mostrando lo que había elegido para acompañarme. Consistía en una camisa blanca, unos pantalones negros con zapatos de vestir. Luego vi que me enseñaba una pajarita y una corbata. Quería que eligiera cual tenía que utilizar.

-No hace falta ninguna de las dos, así estas perfecto.

-Pero...

-Confía en mí.

Dicho esto nos pusimos en marcha. Obviamente conducía yo y Sergio se quejaba de la velocidad. No dejaba de quejarse que se iba a despeinar por el aire que entraba por la ventana y arreglándoselo mirando al espejito.

Ver la cara de Sergio en cuanto se abrió la vaya de la entrada de casa de mis padres es como ver a un niño entrando al parque de atracciones de Disneyland. Parecía que los ojos se le iban a salir de las orbitas.

-¿Vamos? –pregunte cuando apague el motor.

-¿Tengo elección? –pregunto sonriendo y salió del coche. Mientras agarraba mi bolso Sergio rodeo rápidamente el coche para abrirme la puerta- Cuanto antes entremos antes saldremos.

-Tranquilo que por el camino nos entretendremos –bromee aceptando su ayuda para salir del coche- Además, mi madre es un amor de mujer.

-¿Cómo me presento? ¿Un amigo, compañero de trabajo o tu novio? ¿Te puedo agarrar de la mano? –empezó a preguntar.

-¿Qué te parece como mi pichita? –conteste con guasa.

-¿Es tas loca? –pregunto alarmado, frenando en seco.

-Eres mi chico, te presentare como mi novio y por supuesto que me puedes agarrar de la mano –respondí agarrando su mano antes de subir los escalones al porche y picar al timbre.

Tal como esperaba en vez de abrir el servicio, nos recibió mi madre en persona. Llevaba un elegante vestido blanco, de escote recatado, espalda cerrada y largo hasta la rodilla. Resaltaba su moreno postizo.

-Hola cariño –me saludo con un gran abrazo. Tuve que reprimir una mueca de dolor por la espalda- Que alegría verte, hacia tanto que no te veo.

-Hola mama, a mi también me alegra verte –Termino el abrazo y miro a Sergio, esperando una presentación- Te presento a Sergio, mi novio. Sergio, esta mujer tan elegante es Sofía y es mi mama.

-¿Novio? –pregunto mi madre sorprendida, antes de abrazar a Sergio- Encantada de conocerte, lástima que no esté mi marido para darte la bienvenida junto a mí. Pasad, he preparado un almuerzo riquísimo.

-Muchas gracias por la invitación –agradeció Sergio pasando dentro de la casa.

Mi madre fue delante guiándonos y explicando a Sergio detalles de las obras de arte que tiene colgadas en las paredes, mientras nosotros le seguíamos agarrados de la mano.

La cruel pasiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora