Capítulo 10

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(Lucía)


El arte de la discreción es algo que se tiene o no se tiene. En mi caso es un don. Por lo que Sergio no vio venir la magia que eché en su última copa antes de que se la bebiera. Si pensabais que con estas pocas copas me podría tumbar, déjenme sacarles del error y decirles que hace falta mucho más para sentirme achispada.

Después de que el dueño del bar nos echara por la escandalera que estábamos formando, simplemente tuve que esperar en un banco a que le hiciera efecto.

Tenía toda la intención de ponerle en un compromiso, por lo que así vería como reaccionaria y con suerte así nos podríamos hacer más cercanos.

-Pero yo te llevo a tu casa -dijo casi sin vocalizar.

-¿Qué tal si yo te llevo a la tuya? -pregunte incorporándome, ya que estaba apoyada en su hombro.

-Mejor -asintió.

Era muy obediente cuando estaba bebido. Así me iba a ser más fácil manejarlo todo.

Pedí un taxi y se podría decir que ordené al conductor a meter a Sergio dentro de su coche, porque este pesaba como un muerto y caminaba dando tumbos. El conductor lo metió aunque le costó más de lo que yo me esperaba.

Durante el trayecto avise a Alberto para que me esperara en la dirección que le había enviado. La ubicación de la casa de Alberto. Alberto me ayudará a sacar del coche a Sergio y meterlo en su casa. Después lo mandaría a mi casa para que cuidara de mis niños.

-Nala se ha perdido -comenzó a llorar de la nada.

-Lo sé, pobrecito. Mañana seguro que aparece -dije consolándolo mientras le acariciaba la cabeza, ya que se había apoyado en mi pecho.

-Que yo la quiero mucho y la cuido muy bien ¿eh? -me tiro como si se hubiera sentido ofendido por mi respuesta.

-Te he dicho que lo sé.

Le agarré del mentón y le bese antes de que volviera a responder alguna tontería más. Pareció que le gustó mucho porque se olvidó de todo y se reclinó hacia mí y agarro mi cara con sus manos. Aproveche para acariciarle el pecho y luego rodearle con mis brazos para pasar mis dedos por el interior de su camiseta. Sintiendo el calor que producía.

Sergio iba a frenar el beso, incluso quitó sus manos de mi cara con suavidad, pero le impedí separar nuestros labios. Así no habría una conversación incómoda. Acabe colocando sus manos en mis piernas y yo puse una de mis manos en su pierna y otra agarrando su pelo por la parte de atrás.

-No está permitido ese tipo de comportamiento en el taxi -advirtió el conductor mirando por el retrovisor.

-No tenía pensado desnudarme en su taxi. Pero solo por eso se queda sin propina -le dije.

Por suerte ya estábamos llegando por lo que no tuve que aguantar mucho más al conductor. Para cuando llegamos Alberto ya estaba allí y sacó a Sergio del taxi mientras yo le pagaba lo justo al conductor.

-¿Dónde tienes las llaves? -pregunté a Sergio mientras le revisaba todos sus bolsillos.

-¿Quieres que te lleve luego a casa? ¿O tienes cosas que hacer en la mansión? -preguntó Alberto que aguantaba a Sergio mientras.

-Tengo algo de que ocuparme aquí. ¿Puedes pasarte por mi casa y ver que los niños estén bien?

-¿Qué tienes que hacer aquí? Y no te preocupes me paso por tu casa.

-Cosas mías -dije restándole importancia.

En cuanto di con las llaves abrí la puerta. Al ser una casita pequeña no tardé nada en dar con su habitación. Dejamos a Sergio en la cama tumbado, aún no estaba dormido pero no tenía ni fuerza como para ponerse derecho.

-Muchas gracias Alberto. Ahora ya me encargo yo.

-No le hagas sufrir mucho ¿Vale? -bromeo conmigo.

-Tranquilo. Solo espero que mañana no camine John Wayne.

-Que bruta. Bueno pues me voy a tu casa. Nos vemos mañana ¿verdad?

-Si. Hasta mañana.

Nos despedimos. Cerré la puerta con llave, así nadie nos sorprendería a Sergio y a mí.

-¿Sigues despierto? -pregunte asomándome a la habitación.

Si seguía despierto, se encontraba luchando por quitarse su camiseta. Me acerque por la espalda y le ayude a ganar esta batalla. Aproveche para acariciar su espalda. Que gusto sentir su piel bajo mis dedos. Seguro que mis labios se sentirán mejor.

Comencé a darle besitos por la espalda y fui subiendo al cuello. Entonces Sergio se giró y me agarró de la cintura antes de caer a la cama. Él quedó tumbado boca arriba y yo con una rodilla a cada lado de él.

-Me vas a dejar todo el trabajo por lo que veo.

-Estas muy sexy encima mío -dijo sonriendo mientras me acariciaba las piernas.

Me incliné sobre él para comenzar a repartir besos y mordisquitos por todo el pecho y sus abdominales. Porque todos sabemos que de rodillas solo se pueden hacer dos cosas, se reza o se peca. Llamarme pecadora.

-¿Tienes condones? -susurre en su oído.

-Sí, hay una caja en el cajón -dijo señalando la mesita de noche.

-Chico sucio -bromeé mientras me estiraba sobre él para llegar a la mesita.

Agarré un sobrecito y lo mantuve agarrado por una esquinita con mis labios mientras me quitaba la camiseta. Luego le quité los pantalones e hice lo mismo con los míos.

Me tumbé sobre su cuerpo y estimulé sus bolas sobre la tela de los boxers. Mientras él lo gozaba me mantenía apretada a él y me agarraba del culo.

-Me voy a venir -me informo.

-No puedes disparar aun -le ordene mientras abría el preservativo y le quitaba los boxers para ponerle el condón.

-Me siento caliente.

-Yo más -confirme quitándome las bragas para empalarme en su mástil.

Enseguida nos amoldamos a un ritmo salvaje que nos enloqueció y sentir el dulce aliento de sus gemidos hacían que me contrajera en mi interior, provocando que intentará absorber su pene en mi interior. Sabía que su placer crecía porque podía notar cada vena marcada en su pene con mi interior y cada vez apretaba más su agarre en mis caderas. Mañana tendría sus manos marcadas en mí.

—¡Aahhhh! ¡Si, si, si...! ¡Aahhhh!

De golpe una oleada de placer nos recorrió, nos barrió y nos devastó por completo a los dos.

Luego nuestros cuerpos vencieron y nos fundimos en un abrazo, los dos nos fuimos relajando y tranquilizando al mismo ritmo. Hasta que nos dormimos.

La cruel pasiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora