Capítulo 34

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(Lucía)


Me sentía como una diosa, toda empoderada y en toda mi gloria, mientras cabalgaba a Sergio. Verle la cara de placer que tenía era algo que nunca olvidaré. Me movía como una auténtica amazona, a un ritmo salvaje.

Coloque mis manos en su pecho mientras él me ayudaba a aumentar el ritmo agarrándome por las caderas.

Sergio ya no era capaz de articular ni una palabra. Solo podía escuchar sus gemidos, las respiraciones profundas y el chocar de nuestros cuerpos cuando nos uníamos. Nuestros cuerpos que ya estaban bañados por gotitas de sudor, por culpa de la transpiración.

Cuando note que el placer me iba a partir en dos no pude evitar gemir el nombre de Sergio mientras le hundía más al fondo en mi interior. Fue entonces cuando Sergio estalló en su propio placer. El mismo relámpago de placer nos había recorrido a los dos a la vez. Habíamos tenido el mismo orgasmo.

Me dejé caer contra Sergio, aplastando mis pechos contra sus pectorales. Él rodeó mi espalda, para que no me resbalara hacia algún lado.

-Creo que vas a tener que levantarme. Me tiemblan las piernas aún -me sincere, aunque no tenía vergüenza de decirle algo así.

-Nos podemos quedar así para siempre -propuso bromeando.

-A mi me parece una buena idea pero mi madre se estará preguntando porque estamos tardando tanto en buscar lo que supuestamente estamos buscando.

-Creo que no es algo que quiera ver -dijo sonriendo mientras me ayudaba a incorporarme.

En el proceso salió de mi interior, eso hizo que me sintiera vacía por dentro. Pero necesitábamos esa separación para poder salir del despacho de mi padre sin escandalizar a nadie en el proceso.

Sergio se acomodo sus boxers y los pantalones, mientras yo me acomodaba el vestido. Luego, entre risas, abotonamos su camisa. Pero le dejé tres botones sin abrochar para que se viera más sexy si podía, con ese pelo medio revuelto.

-¿Qué hacemos con todo esto? Tu padre nos va a matar -comentó Sergio, señalando toda la documentación esparcida por el suelo.

-Si mi padre se acerca tanto a nosotros como para poder ponernos una sola mano encima, seré yo misma quien le mate -declare sin titubear ni un poco- y esto déjalo así. Quiero que sepa que estuve en su despacho mientras estaba ausente. Puedes estar tranquilo, mi madre nunca entra aquí sin el permiso de mi padre.

-¿Cómo puedes decir eso? -pregunto exaltado porque no me veía capaz de cumplir lo que acababa de decir.

-Porque es verdad. Soy capaz de matar a mi padre por muy feo que suene eso -respondí mirándole seriamente a los ojos, para que no cupiera ni una duda- Luego, si todavía, quieres te cuento más sobre nuestra relación. Pero ahora vamos a acabar la visita a mi madre.

-Me dejas sin palabras... Pero tu madre va a sospechar si sales con las manos vacías -comentó confuso con la situación.

Mire a mi alrededor buscando algo que mi padre pudiera regalarme. Cosa que nunca en su vida haría. Entonces vi una de esas muñecas matrioskas, que el dibujo era búho, que vas abriendo hasta que queda la versión más pequeña de la original. Me decidí por eso mismo. Sabía que mi padre le tenía un poco de aprecio. Con suerte se molestara un poco si nota su ausencia.

-Esto mismo ¿Te parece bien? -pregunte.

-Eso mismo. Si a ti te gusta.

Después de eso salimos del despacho de mi padre y le enseñé la habitación que ocupaba cuando vivía con mis padres.

-Que neutra es -fue lo único que atino a decir Sergio viendo la habitación que carecía de decoración.

No había cambiado nada desde que me fui. Todo lo de valor que tenía me lo lleve conmigo. Como siempre he sido consciente que me largaría de aquí a la mínima oportunidad no me moleste en decorar o de intentar crear un ambiente hogareño.

-Quieres decir sin recuerdos o adornos. Qué tanto podría ser mi habitación como la de los invitados -remarque lo que realmente quería decir él.

-¿Estás bien? -me pregunto con voz quedada.

Al levantar la vista vi que no estaba mirando la habitación, sino a que me estaba mirando a mi. Podía reconocer la lástima en su mirada. No era algo que quisiera ver en él. Así que asentí sonriendo.

-Si, todo está bien. ¿Qué te parece estrenar la habitación? -pregunte para quitar el pesado ambiente que habíamos creado.

-Creo que mejor en otra ocasión o tu madre nos va a pillar y va ha pensar que el pervertido de la relación soy yo.

-¿Estás insinuando que tenemos una relación? ¿Y que la pervertida soy yo? -pregunte poniendo rumbo al invernadero que era donde nos esperaba mi madre.

-Bueno no lo hemos hablado seriamente pero yo ya daba por supuesto que... -respondió acabando la frase gesticulando mucho con las manos, como si eso explicara a lo que se refería.

-¿El que? -pregunte aun creyendo saber lo que quería decir.

-Que estamos en una relación. Casi podríamos decir que estamos viviendo juntos. Yo creo que nos entendemos y nos respetamos. Vale, entiendo el punto de que nos conocemos poco, pero eso no nos ha impedido congeniar muy bien ¿no crees?

Tenía razón en que no me conocía, pero yo ya lo había investigado todo sobre él. Nunca se lo diría. También era verdad que nos complementábamos muy bien, sobre todo cuando nuestros cuerpos se fundían en uno solo.

A parte, se podría decir que habíamos superado una crisis. Mi inseguridad por las cicatrices y el dolor. Aunque aún me acomplejaban, a su lado era más fácil ese sentimiento.

-Pero nunca te he pedido estar en una relación y tú tampoco lo has propuesto.

Justo cuando iba a decir algo, le bese saqueando su boca. No quería escuchar una declaración apresurada y sin sentido. Pero ahora Sergio sabría que se tendrá que declarar bien si me quiere "atar" un poco a él.

-Ahora vamos a ver que hace mi madre y con suerte no notara que hemos hecho y podremos irnos pronto -le apresure a caminar agarrados de la mano.

La cruel pasiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora