Capítulo 20

86 6 1
                                    

(Sergio)


No sabía cómo me iba a enfrentar hoy a Lucía en el trabajo. Me encontraba demasiado nervioso mientras me dirigía hacia allí. Además ni siquiera sabía si vendría. Después de lo que ocurrió en la gala benéfica con su padre, dudaba que hoy se presentará en el trabajo. Tampoco me había llamado o escrito algún mensaje. Pero como el otro día me desperté solo en la cama, entendí que necesitaba su espacio. En verdad, me tuve que reprimir mucho las ganas de ponerme en contacto con ella.

Debo admitir que me sentí un poco solo cuando me desperté sintiendo el lado frío de la cama, en lugar de estar Lucía a mi lado.

En cuanto baje de la moto, después de aparcarla y sacarme el casco, deje de poder ver. Alguien puso algo parecido a un saco en mi cabeza. Al tiempo que me acallaba. Tapándome la boca, por encima de la tela, y forcejeando conmigo para conducirme a algún lugar.

Puse toda la resistencia que pude, casi logré que tropezara en dos o tres ocasiones.

-No te resistas, imbécil -me intentó ordenar el hombre que me retenía.

Le habría respondido de haber podido ¿Que esperaba? ¿Qué me dejara secuestrar sin oponer resistencia?

-Sal y ayúdame a subirlo -escuche que le pedía ayuda a alguien, a su compañero.

No tardé en notar otro par de manos sobre mí. Pero seguía oponiendo resistencia. No tuvieron nada de cuidado conmigo, me golpearon la cabeza al meterme en un auto o furgoneta.

Una vez dentro del vehículo les dije que no era rico ni tenía una familia de dinero, pero me ignoraron comenzando el trayecto en silencio. Podía mantener la calma porque sabía que las cámaras de la fachada podían captar sus caras, sino iban encapuchados. Así que los acabaran pillando. No lo dije en voz alta para no avisar a los secuestradores. No podía negar que tenía miedo por mí. Por lo que me pudiese pasar.

Pero en lo que a mí me parecía media hora de trayecto, se escuchó un impacto contra nuestro vehículo.

-¿Qué coño ha sido eso? -preguntó el hombre que tenía al lado rompiendo el silencio.

-Nos están disparando -respondió él que conducía dando un volantazo, que provocó que me aplastara contra el costado del coche.

Que nos estuvieran disparando me decía que me habían secuestrado por error, debían de pensar que era otra persona. Porque no me habrían capturado a mi si me conocieran porque no podrían recibir dinero de mi parte o de mi familia, no la cantidad que vale un secuestro. No estaba siendo retenido para que pidieran un rescate por mi vida. Comenzaba a pensar que esto no tenía nada que ver conmigo y simplemente me habían encontrado en el momento y lugar equivocado. Estaba seguro.

Los disparos continuaron hasta que lograron pinchar las ruedas de atrás. Frenamos de golpe, así que me estampe contra el asiento de delante. A lo poco comencé a escuchar pisadas rápidas y gritos. Pero entre el saco y los tirones, hasta bajar del coche, no entendía nada.

-Bajar el arma si no queréis que lo mate -escuche notando algo contra mi cabeza. Una pistola seguro. Involuntariamente levante las manos para no causar problemas.

-Suéltale -esa voz la reconocía hasta con los ojos cerrados. Era Lucía.

¿Qué hacía ella aquí? ¿Qué estaba pasando? Ahora sí que no entendía nada. El shock hizo que mi mente se dispersará y no podía pensar con claridad. Era como estar presente pero sin ser capaz de unir dos pensamientos coherentes juntos.

-Déjanos marchar y no morirá. Pero nos lo llevamos -dijo el hombre forzando más la pistola contra mí.

-Voy en su lugar, Andy -se ofreció Lucía.

-¿Pero qué dices? Vete Lucía -Atine a gritar antes que me golpearan con la pistola.

-Nos lo vamos a llevar -replicó el hombre.

-¿Estás seguro? -pregunto Lucía– ¿No será mejor entregar el premio mayor en vez de un lacayo a tu jefe?

-Vale -acepto el tal Andy- Ven aquí.

-Dejadme decir una cosa antes de ir con vosotros. Él no sabe nada de esto.

-Pero rápido -le concedió.

Escuché como Lucía se acercaba a mí. Me agarró la cara, por encima de la tela y acercó su boca a mi oído.

-Dile a Alberto que te cuide en la mansión. Néstor tiene su contacto. Llévate a Nala mis niños ya la conocen.

Intenté agarrarla antes de que se pudiera alejar pero ella fue más rápida. Aunque di un par de pasos hacia adelante no la alcance. Note como un par de manos que me guiaban pero volví a resistirme mientras gritaba que no podía ser. Que no se podían llevar a Lucía, que me llevaran a mí como iban a hacer desde un inicio.

Después de estar luchando un rato las manos que me retenían se retiraron. Así que ya nadie me retenía. Me quité rápidamente el saco de la cabeza y a lo único que me dio tiempo fue a ver como Lucía estaba sentada en la parte de atrás de una furgoneta y un hombre entraba corriendo en el asiento del copiloto.

Aunque me puse a correr tras el coche, pero se pusieron en marcha y no logré alcanzarlos. Lucía me miraba a través de la ventana. Lo que más me sorprendió fue ver como en sus ojos no había ni pizca de miedo en ellos.

Me quedé allí parado. Muerto de miedo en medio de la calle.

Cuando por fin pude recomponerme y pensar. Llame a Néstor para que chequeara las cámaras de seguridad de la entrada mientras yo me dirigía hacia allí lo más rápido posible, también le dije que se pusiera en contacto con Alberto. Tal como había pedido Lucía.

Esto era totalmente surrealista lo que acaba de pasar. Mientras corría, me di cuenta de que Lucía había llamado a uno de los hombres por su nombre. Intenté recordar el nombre, pero con la tensión del momento ahora no lograba recordarlo. Andy. Si, así se llamaba. Intente recordar ese nombre para poder decírselo a Néstor y Alberto.

La cruel pasiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora