Capítulo 30

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(Nicolas)


Estaba totalmente enfurecido y fuera de mi. Acaba de recibir la noticia de que uno de mis cargamentos no había llegado y mis hombres no sabían ni dónde estaba. No sabían qué era lo que había pasado. No me podía permitir que ese cargamento se perdiera.

Por lo que decidí ir personalmente a ver qué pasaba. Puse la excusa barata, a mi mujer, de tener que hacer un viaje por negocios para poder irme sin ella. Aunque pondría a un equipo de seguridad a vigilar, para que no le hicieran nada y que ella tampoco hiciera ninguna tontería, mientras yo no estaba.

Tenía que ir pero aun no sabíamos que había pasado con mi hija. Desde que la vi en el teatrillo de Kain, no la había vuelto a ver. Había sido testigo desde el fondo de las gradas, en uno de los palcos privados. Ahora me tenía preocupado. Porque estoy de acuerdo con que merecía ese castigo, por insolente, pero seguía siendo mi querida hija y no quería que le pasara nada tan malo. No sabía cómo había sido tan tonta de caer en alguna trampa de Kain, como para acabar ahí, no me esperaba que fuera tan tonta.

-¿Aún estás revisando el informe? -preguntó la secretaria que me había dejado Marcelo mientras me encontraba en este hotel resolviendo toda esta mierda.

-¿Qué otra cosa puedo hacer? He tenido que venir expresamente para esta mierda -conteste frustrado por su tonta pregunta.

-Podrías hacer un descansito. Estas muy tenso -dijo masajeando mis hombros.

-Cómo no voy a estar tenso si trabajo con una panda de inútiles. Si no quieres ser como los demás sabes por donde puedes comenzar -dije retirando la silla hacia atrás, insinuando que ya se podía poner de rodillas bajo la mesa para hacerme un apaño.

Como me esperaba de la secretaría de Marcelo, entendió la orden y no dudo en hincar rodilla frente a mi. Se recogió el pelo en un moño desarreglado antes de poner las manos sobre mi para bajarme la bragueta y sacarme la polla fuera de los calzoncillos.

Comenzó masajeando mis huevos y la base de mi polla. Luego se metió poco a poco mi polla en su boca. Chupando la punta como si fuera gloria bendita. Para aumentar su ritmo agarre su moño y tire de ella hacia mi para que se metiera de un golpe toda mi polla.

Le hice mantener el ritmo que a mi me gustaba, aunque sus ojos se llenaron de lágrimas no frené. Me puse más duro al ver rodar esas gotas saladas de sus ojos. Cuando estuve a punto de culminar salí de su boca y la levanté aún manteniéndola agarrada del moño.

Le di la vuelta, para que quedara de espaldas a mí, hubiera perdido el equilibrio si no fuera porque apoyó las manos en la mesa. Colé mi mano libre bajo su falda y tiré de su tanga hasta quitárselo. Luego levanté la tela de la falda y le abrí las piernas para colar mi polla en su interior de una sola estocada.

Ella gritó y pidió que me detuviera pero ya tenía una rodilla sobre la mesa para facilitarme el acceso. Eran lágrimas de cocodrilo. Cuando puso una de sus manos sobre mi muñeca, en un vago intento de detenerme, su cuerpo se estrelló en la mesa por el ritmo salvaje y duro que le desequilibro.

-¡PARA! ¡POR FAVOR, PARA! ¡SUÉLTAME! -me gritaba. Como me encendía esta mierda.

Le agarre las tetas, que con el rebote del ritmo se habían salido del escote, y se las apreté para darle una última estocada y correrme en su interior. Ella quedó inerte sobre la mesa, exhausta de su trabajo. Salí de su interior y me limpié como pude con el borde de su falda.

-Sal de la mesa. Lo has desordenado todo -le ordene volviendo a poner mi polla en mis pantalones.

Ella se levantó temblando por el placer de haber tenido mi polla en su interior y se alejó hacia la puerta mientras se arreglaba la ropa como podía. Salió corriendo de la habitación, seguro que para contarle a las demás chicas lo bien que follo.

Mire al suelo y vi que se había dejado el tanga, que guarra. Se había ido sin bragas, solo quería volver a tentarme. Guarde su tanga en el cajón, ya encontraría el momento para devolvérselo. Seguro que podríamos volver a jugar más adelante, pero por ahora me tenía que concentrar en los documentos. Esos que la chica había revuelto por haberse apoyado en la mesa.

Me la habían adjudicado de secretaria pero no hacía nada más que darme tarea. Estaba ordenando los documentos cuando mi móvil sonó. Era mi esposa.

-Hola cariño ¿Todo bien? -saludé.

Sabía que todo estaba bien porque sino mis hombres me habían llamado antes.

-Si todo está bien. Espero no interrumpir en tu trabajo pero...

-Pero estás interrumpiendo. Me estaba preparando para una reunión importante -interrumpí- pero ahora dime qué era eso tan urgente que no podía esperar.

-Lo siento mucho cariño. Solo te quería decir que Lucía ha llamado. Está bien, pero ha tenido una época de mucho trabajo y llegaba muy cansada a casa.

-¡Menos mal que está bien! -exclame notablemente aliviado- ¿Pero no ha podido ponerse en contacto antes? ¿no sabe lo preocupados que estamos?

-Ha tenido un tiempo complicado. Hay que entenderla -la estaba justificando. A saber qué mentiras le había contado a su madre.

-Al menos está bien que es lo importante. Luego te llamo que ahora tengo que entrar en la reunión, que me están esperando -me excuse.

-Vale, cariño. Te quiero mucho -dijo.

-Si, lo sé -dije orgulloso por escuchar esas palabras.

Así nos despedimos. Me había quedado tranquilo al saber que mi hija no había muerto. Sino ¿Cómo podría explicar que no hubiese puesto una denuncia por desaparición, ya que hacía un tiempo de lo del teatrillo? La hubiesen encontrado muerta ¿Con qué cara podría aparecer yo en los medios entonces? Por suerte nunca lo sabremos.

La cruel pasiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora