(Lucía)
Al día siguiente de la discusión con Alberto decidí que saldría de la habitación. Me puse unos pantalones negros estilo jogger combinado con un top blanco. Total, el vendaje casi servía de camiseta.
No salgas. Te tienen miedo, monstruo.
Abrir la puerta fue más duro de lo que pensé. Por suerte no había nadie al otro lado y me asomé al pasillo y estaba despejado. Paso tras paso me encontré en el inicio de la escalera. Trague saliva antes de descender. Caminaba tan lenta que parecía que el tiempo se hubiese detenido para mi.
Engendro.
Entonces escuché voces que provenían de la cocina. Acabé de bajar para quedarme junto a la puerta escuchando. Parecía una extraña en mi propia casa.
-Tranquila Maria. Ya salgo por la puerta de la cocina. Estaré paseando por el jardín de atrás. Siempre que estos me dejen ponerles la correa -era Sergio y por el ruido que había sabía que mis chicos no estaban cooperando para que los ataran- Quietos.
Para mi sorpresa deje de escuchar sus pisadas. Así que le habían hecho caso. Luego escuche como cerraba los mosquetones de las correas.
-Vale, ya estamos listos. Ahora nos vamos.
En cuanto escuché que no se habían ido me asomé a la cocina. Nada más estaba la mamá de Manuel, Maria, lavando algo en la pica.
-¿Tendrías una galleta de chocolate para mi? -murmure con mi voz ronca.
Maria se sorprendió tanto que no pude evitar llevarse la mano al pecho y santiguarse, como si hubiese visto al mismísimo demonio.
Te ve como la aberración que eres.
-No te he escuchado entrar. Qué susto me has dado.
-¿Te asusto? -pregunte sin una pizca de humor en mi tono- entonces ¿Para qué sigues aquí? ¿Si tanto miedo tienes de mí, porque no te largas?
Podía ver la confusión en sus ojos. Sin saber qué decir. Podía notar como le habían comenzado a temblar las manos. Por mi parte entré en la cocina hasta quedar en mitad de esta, con los brazos cruzados sobre mi pecho.
Eres un monstruo. Mira cómo quiere salir corriendo.
-Ya se que me ves como si fuera un monstruo. Te quiero haciendo las maletas. No te quiero volver a ver. Antes de irte habla con Alberto para que te de el finiquito -dije antes de salir de la cocina.
Me fui a la parte más alejada del invernadero, que está anexo a la mansión. No sabía mucho de plantas pero me daba paz estar aquí, además tenía vistas al jardín y desde fuera no me podían ver porque eran tipo espejo. Así que pude ver a Sergio con mis perros y la versión miniatura.
Los llevaba atados, pero para mi sorpresa mis perros se dejaron. En cierto punto Koen se quedó quieto y miró en mi dirección. Sabía que no me podía ver pero me estaba intuyendo. Mi chico listo. Pero se dejó arrastrar por Sergio. Que paseaba de manera distraída.
-¿Que ha pasado con la ama de llaves? -preguntó Alberto entrando en el invernadero.
-Creo que es lo más obvio. La he despedido.
-Ha venido llorando a explicarme que le habías dicho. Eso no es propio de ti. ¿Se puede saber porque le has hablado así? ¿Por qué la has despedido?
-¿Tiene que tener un motivo, un monstruo como yo, para despedir a quien sea? -le miré desafiante- Te recuerdo que aquí sigo estando yo al mando. Esta es mi casa ¡Es mi puta casa y hago lo que me da la gana!
-¡Vale! hablame cuando se te pase la tontería -contestó frustrado, pero se frenó antes de salir del invernadero- Por cierto, me alegra verte en pie y fuera de tu habitación.
Me dejo sola en el invernadero.
Ha visto el monstruo que hay en ti, engendro.
******
Pasó una semana y media en la que despedí casi a la mitad del personal. Alberto ya ni me pedía explicaciones, solo se encargaba de recibir a los despedidos para darles el finiquito. Una cantidad generosa de compensación por aguantarme durante todos estos años. Porque podía ser cruel y echarlos sin más explicaciones, pero les compensaba por los tiempos anteriores. Aunque me arruinase en el camino.
Sergio era otra historia. Me dedicaba a verle desde la distancia. Sin que él se enterara de que miraba. Tenía una rutina muy marcada. Incluso Alberto le llevaba a trabajar para que pudiera ir a entrenar a los niños. También había descubierto la piscina y se pasaba casi toda la tarde dentro.
Aproveche que Alberto se había ido a llevar a los chicos al parque. Los lleve con la correa hasta la zona en la que si podían ir sueltos.
-Vigilarla -ordené a mis niños refiriéndome a Mimi.
Enseguida se alejaron un poco para jugar con otros perros. Mimi se fue con Zyon, que se sentaron bajo la sombra. Zyon era el menos sociable de mis perros, pero su paciencia para aguantar a Siak, y ahora a Mimi, era infinita. Koen por otra parte se dedicó a pasearse mirando el alrededor, buscando algún posible peligro. Siempre alerta. Pero Siak, que es el más rebelde estaba persiguiendo a los demás perros, parecían que jugaban a carreras.
Monstruo.
Levanté la vista de mis niños y vi que algunas personas me miraban. Ya me estaban juzgando esta panda de hijos de puta...
El sonido de una llamada entrante en mi teléfono me desvío de mis pensamientos. Mirando la pantalla vi que era mi madre.
-Hola mamá -respondí.
-Por fin contestas. Llevo mucho tiempo sin saber de ti, mi amor. ¿Es que ha pasado algo? -pregunto preocupada.
-He estado muy ocupada con el trabajo. Siempre que tenía un hueco para llamarte estaba tan cansada que lo dejaba para luego. Perdoname ¿si?
-Por supuesto, mi amor. Sabiendo que estás bien me quedo más tranquila. Tenemos que quedar un día para vernos.
-¿Y vosotros estáis bien? -pregunté desviando el tema.
-Nosotros como siempre. Tu padre tiene un viaje de negocios y estaré sola una semana.
-¿Qué me dices? -pregunte fingiendo sorpresa- ¿Y cuándo se va? Te haré una visita para que no te sientas tan sola.
Era hora de poner en marcha algún plan, pensé con malicia.
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La cruel pasión
Roman d'amourBatallar por ser la mejor y esquivando a los de la investigación EME. Lucía Arilla es independiente y tiene las cosas muy claras, lo tenía todo controlado. Es implacable y muy imprevisible. Así que lo último que Lucía podría imaginar era que tuviera...