(Sergio)
Me desperté con una sensación rarísima. Aparte del dolor de cabeza, que ya me esperaba por culpa de la resaca, me encontraba cansado y adolorido. Sin levantarme miré hacía el otro lado de la cama. No había nadie. ¿Acaso lo había soñado? ¿Había tenido un sueño tirándome a Lucía? Que locura, seguro que era un sueño eso no podía pasar.
Me incorpore y al mirar mi cuerpo para confirmar que estaba desnudo vi muchísimas marcas. Bañaban mis pectorales y abdomen.
-¿Pero qué cojones? -salí de la cama y fui al baño para mirarme al espejo.
Las marcas no solo estaban por delante, sino que parecían comenzar por la espalda. ¿Qué rayos pasó anoche? no podía parar de revisar las marcas. Parecían mordiscos y chupetones.
Recuerdo que en mi sueño tuve sexo con Lucía de manera muy salvaje e intensa. Con un descontrol que nublaba el juicio de los dos. Solo pensarlo me volvía a calentar. Pero nada más había sido un sueño ¿no? ¿Y si me había acostado con alguien y yo me estaba imaginando a Lucía? ¿Qué pasó ayer?
Tal cual iba entré en la ducha. El agua caliente parecía que aliviaba mis músculos a su paso. Con suerte podré ponerme un chándal sin dejar ninguna marca a la vista.
-¿Puedo entrar? -escuche que alguien preguntaba desde el otro lado de la puerta, pero con el agua no escuche quién era.
-Un momento -apague el agua y me envolví una toalla en la cintura.
Entreabrí un poco la puerta encontrándome con Lucía. Que pasó de mirar a mis ojos a pasear su mirada por todas las marcas que le permitía con la puerta entreabierta. Aproveché para mirarla. Llevaba una de mis sudaderas y unos pantalones cortos, iba descalza. No sé porque pero mis pensamientos fueron a lo bien que se veía con mi ropa y a que más le podría prestar.
-He tomado esto prestado ¿Te importa? mi ropa... está para lavar.
-Agarra lo que necesites -le respondí.
No quería saber porque su ropa estaba para lavar.
-¿Estás bien? -preguntó señalando disimuladamente las marcas- Creo que me pasé.
-No, tranquila. Estoy bien. ¿Y tú? ¿Estás bien? -pregunte aunque no tenía ninguna marca.
-Cansada, pero bien. Esta noche ha sido muy agitada... -contestó mirándome fijamente a los ojos.
-Me acabo de duchar y salgo -dije queriendo terminar la conversación, ya que está comenzando a ser incómodo.
-¿Quieres que me vaya? Sé que anoche se nos fue de control pero ambos nos teníamos ganas ¿no?
-Sí, yo también quería estar contigo pero creo que aceleramos demasiado las cosas por ir bebidos. Literalmente nos conocimos ayer y somos compañeros de trabajo. Esto puede causar situaciones muy incómodas.
-Entonces, será mejor que me vaya. No quiero empeorar más las cosas y que nos tengamos que evitar cuando nos crucemos por el trabajo.
Hizo el amago de girarse para marchar, pero no la podía dejar que se fuera así. Prefería pasar por la incomodidad de no recordar todo lo que pasó anoche. Nos atraemos a un nivel que ninguno de los dos podía describir.
La hice girar de nuevo y la abrace, con mi mano guíe su cabeza hasta apoyarla en mí y con la otra mano le rodeaba por la espalda. Lucía también me rodeó con sus brazos y miró hacia arriba para acabar mirándonos a los ojos. Lentamente baje la cabeza lentamente hasta quedar a escasos milímetros.
-¿Puedo? -no sé de dónde me vino esa seguridad.
Ella no me ha contestado. Se estiró, poniéndose de puntillas y acabó uniendo nuestros labios. Fue un beso suave y breve. Todo lo contrario a los besos que recordaba.
-Te espero en el salón.
-No tardo nada.
Sabía que ahora todo iba a ser incómodo pero teníamos esa atracción de querer estar piel con piel, pero al mismo tiempo nuestras conciencias nos regañaban porque no nos conocíamos. Por lo que hace que la situación sea incómoda pero no al mismo tiempo. No sé. Es algo extraño.
Me duché lo más rápido que pude. Desde el baño pude escuchar que había encendido el televisor. Me sonó el teléfono mientras me estaba acabando de cambiar.
-¿Diga? -descolgué la llamada aunque era un número que no reconocía.
-Hola, ¿Hablo con Sergio? -pregunto alguien al otro lado de la línea. Era un joven o al menos por la voz eso me parecía.
-Sí, soy yo.
-Mira es que, llamo porque me encontré ayer a tu perrita. Hoy he visto el cartel en el parque que la buscabas.
-¿Está bien? ¿Dónde estás? Voy enseguida -pregunté emocionado. Pegando el móvil entre mi oreja y mi hombro para tener las manos libres y poder acabar de vestirme rápidamente.
-Tranquilo, está bien. Estoy en el parque ¿en qué zona quedamos?
-Menos mal -suspire aliviado- ¿Te parece bien donde el estanque? Yo voy ahora hacia allí, en media horita estoy.
-Sí, nos vemos allí.
En cuanto colgué la llamada salí disparado al salón, sorprendiendo a Lucía por mi emoción. No era para menos, además fue idea suya poner los carteles.
-¡Han encontrado a Nala!
-¿Qué dices? -pregunto contenta poniéndose en pie- ¿Y está bien?
-Sí, sí lo está. Acabo de quedar para ir a recogerla. ¿Te vienes?
-Es que tengo que ir a casa...
-Así la conoces...
-Vale. Voy contigo y luego me voy a casa -me concedió.
-Pues vámonos.
Inconscientemente agarré su mano y nos pusimos en marcha. Para cuando me di cuenta que estábamos caminando de la mano no quería soltarla. Incluso en un momento en que nuestros ojos conectaron, Lucía entrelazo nuestros dedos y apretó suavemente mi mano.
Nos hacía parecer una pareja y, por un momento, no me parecía un plan tan descabellado. Haber no es que piense que porque nos hayamos acostado nos debamos fidelidad o que oficialmente nos convirtamos en pareja, pero ¿No sería bonito?
Tampoco sabía que era lo que pensaba Lucía o como se sentía al respecto. Pero yo no iba a rechazar ninguna oportunidad que me diera ella para tener estos momentos juntos.
¿Estaba comenzando a enloquecer?
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La cruel pasión
RomanceBatallar por ser la mejor y esquivando a los de la investigación EME. Lucía Arilla es independiente y tiene las cosas muy claras, lo tenía todo controlado. Es implacable y muy imprevisible. Así que lo último que Lucía podría imaginar era que tuviera...