13. Nada podía salir mal

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El domingo di vueltas en la cama una y otra vez

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El domingo di vueltas en la cama una y otra vez. Me había despertado temprano y al bajar a desayunar mi padre y Anna me informaron de que saldrían a pasar el día fuera. Aunque tuve invitación para ir con ellos, decidí declinarla. Me tomé un vaso de leche chocolateada con tostadas, agarré a Maki de la camita que tenía junto a la ventana del salón (su sitio favorito en las últimas semanas porque no quitaba el ojo al pájaro que había anidado en frente) y regresé a la habitación para hacerme una bola bajo la manta junto a él.

Normalmente dormir con Maki me daba paz. De hecho, él cayó rendido en seguida. Primero colocó su cabecita en mi cuello y ronroneó mientras le acariciaba y sus patitas amasaban mi pecho. Después se volvió a hacer bola y acabó a mis pies, bajo la manta.

Y, aún así, no me dormí.

Escuché ruidos en casa cerca de las doce. Mi padre y Anna ya estaban fuera así que solo podía ser Alex.

Salí de la cama con cuidado de no molestar a Maki, contorsionando mi cuerpo haciendo unos extraños abdominales para librarme de la sábana pero conseguir que él siguiese tapado a los pies de la cama. Despés bajé las escaleras de la casa con sumo sigilo.

Las voces procedían de la sala. En seguida reconocí la de Álex, pero no lograba identificar la otra. Era una chica.

Tragué saliva mientras notaba una presión fuerte en el pecho. Aún así seguí el sonido. Me escondí detrás de la pared y observé.

Álex estaba en el sofá de casa.

Con una chica.

Viendo una película.

La presión en mi pecho cayó, directo al estómago como una fuerte piedra. Y ni siquiera sabía de qué me sorprendía. Él siempre tenía mil chicas a sus pies.

Ella tosió y observé cómo escondía los rizos pelirrojos tras sus orejas antes de inclinarse a un lado y apoyar la cabeza sobre el hombro de Alex... Era Britt.

Suficiente.

No necesitaba ver más.

Regresé escaleras arriba y corrí de nuevo a mi cuarto. Cerré la puerta detrás de mí y me dejé caer contra ella, con los ojos fijos en un punto inexistente en el frente y el corazón latiendo a mi por hora.

Todo lo que había pasado en los últimos días... La visita al hotel, la cena, la fiesta... En realidad, nada había cambiado. Álex no tenía ningún tipo de sentimientos por mí. En realidad, tampoco había hecho mucho hasta la noche anterior para que yo me hiciera tontas ilusiones, pero... Eran solo eso.

Ilusiones.

Y de los sueños no se vive.

Solo que logró recordarme algo: que no me había olvidado de él. Mi primer amor. El primer chico en el que me había fijado. Mi primera vez.

Un Perfecto DesastreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora