46. La graduación

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Todos asistieron a la graduación

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Todos asistieron a la graduación. Alex, Anna y mi padre. Dijeron que no querían perderse ningún detalle, y Alex incluso se peinó los rizos castaños hacia atrás para parecer más formal. En realidad estaba mucho más guapo con ellos sueltos y revueltos, pero era todo un detalle.

La ceremonia estuvo bien y fue interesante escuchar a dónde irían a estudiar el resto de mis compañeros el curso siguiente. También observar la cara de mi padre cuando mencionaron que yo iría a la universidad local para cursar diseño gráfico. Que me quedaría en casa.

Después de eso vinieron muchas fotos. Los padres de Heejin, Anna y mi padre insistieron en que necesitábamos todas las posibles para recordar aquel día con nuestras amigas. Todavía nos quedaba el baile y una viaje a Los Ángeles que habíamos organizado con toda la clase. Allí sacaríamos más.

Después Anna y mi padre insistieron en que Alex también debía tener alguna foto conmigo, y al final fui rotando con una sonrisa delante de la cámara con todos.

Volví a casa con tiempo para cambiarme al vestido rojo. Habíamos decidido que queríamos aquel último baile después de la ceremonia, nos hacía ilusión celebrarlo todo el mismo día.

Tal como prometió, Mateo Ford apareció con una despampanante limusina a buscarnos una a una por casa, y a mi padre casi le da algo cuando la vio.

—Pásalo bien, hija —me desearon.

Me despedí de ellos con la mano, dejándolos solos en casa, y entre a la limusina. Había una botella de champagne sin alcohol y Mateo casi la abre, salpicándonos a todas, pero le paramos los pies a tiempo.

Tenía ganas de aquel baile, al final, aunque durante el curso no estuve muy pendiente. Nunca me gustó participar en las actividades extraescolares o fiestas que organizaban. Quizás, de todo el grupo, solo Isabella y Heejin eran las que más implicadas estaban con el instituto. Justo las dos primeras en desaparecer durante el baile.

Isabella fue a hablar con unos amigos y Heejin... Podía apostar mi dedo meñique a que se trataba de Ezra Johnson. Me di cuenta al pensar en ello que, desde que encontró a Maki y lo trajo a casa, Ezra me caía mejor. Solo un poco mejor. Quizás no fuese tan mal chico como pensaba.

—¿Tomamos algo de ponche? —Propuso Olivia.

Estaba sentada con ella y con Mateo, observando a los compañeros bailar, hablar, tomar algo... La verdad es que Olivia todavía parecía un poco decaída. No tanto como los días anteriores, pero podías notar que seguía triste. Odiaba ver a una amiga así.

—Claro, vamos —dije, poniéndome de pies de un salto—. ¡Y luego bailamos un poco, que me apetece mucho!

La tomé de la mano y fuimos a la mesa donde estaban las bebidas. Atrapé a Jason con una petaca tratando de echar un líquido sospechoso a su copa y, sin querer, me reí. En el futuro recordaría estas pequeñas anécdotas.

Un Perfecto DesastreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora