· A L E X ·

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—De acuerdo, estaré allí en diez minutos

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—De acuerdo, estaré allí en diez minutos.

Colgué la llamada de teléfono y no tardé en prácticamente saltar del taburete donde estaba sentado. Evan, que había estado escuchando la conversación con atención, también bajó de la silla y me siguió a través de su piso hacia la puerta. Agarré la chaqueta del perchero bajo su atenta mirada.

—¿Te vas? —Preguntó.

No parecía molesto. Ese fin de semana no hacía ninguna fiesta ya que tenía que estudiar mucho para un examen y decía que le llevaba demasiado tiempo limpiar todo el desorden.

—Me ha llamado una amiga de Carla —explique, recordando lo angustiada que parecía Heejin al otro lado del teléfono—. Está muy borracha y necesita ayuda para llevarla a casa sin que nuestros padres la descubran.

Porque quizás mi madre fuese un poco más laxa con el tema del alcohol, pero estaba seguro de que su padre se enfadaría y sentiría muy decepcionado si la viese así. Y en aquellos momentos, donde su relación no era demasiado buena, ninguno de los dos necesitaba una pelea más.

Evan se cruzó de brazos, se apoyó contra la pared y me miró con una sonrisa de suficiencia en la cara.

—Así que vas a por Carlita.

Ya empezábamos...

—Sabes que si sigues llamándola así, terminará por enfadarse contigo —le avisé, porque además sabía que ella le caía bien.

—Tú la llamas princesa y no parece molestarla —replicó, pero cuando alcé las cejas resopló—. Ya, vale, lo pillo. De mí no está enamorada.

Enamorada. Eso eran palabras mayores. Y Evan no sabía de qué estaba hablando.

—Hasta mañana, Evan.

—Y claro, tú también estás enamoradísimo de ella.

Bye, Evan...

—Ya me contarás qué tal con Carlita, tío.

—Adiós, Evan.

Abrí la puerta del piso, pero él se despegó de la pared para continuar metiéndose conmigo. Era su deporte favorito, y básicamente el único que practicaba. Tener amigos para esto...

—Dale muchos besos de mi parte, pero en la boca solo de la tuya.

—Que te den, Evan —le ignoré mientras me alejaba.

—Yo también te quiero, tío —escuché que gritaba en el eco del portal.

Llegue hasta el coche en tiempo récord y puse la dirección que Heejin me había pasado en la aplicación de mapas. Tardé algo más de los diez minutos que le había prometido, pero no quería saltarme el límite de velocidad y arriesgar a que me pararan. Eso me haría perder más tiempo.

Un Perfecto DesastreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora