42. ¿Y qué pasa con nosotros?

10.3K 1.1K 422
                                    


La cocina estaba en completo silencio a la mañana siguiente

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

La cocina estaba en completo silencio a la mañana siguiente. Había apretado tanto los labios que la boca me sabía a sangre y no podía dejar de mirar mis manos entrelazadas. Frente a mí, un café que estaba quedándose mucho más que frío y, un poco más allá, Anna y mi padre sentados a la mesa.

Después de que nos atraparan en medio de un beso al regresar de la boda, ninguno de los cuatro supimos en realidad cómo actuar.

Mi padre nos observaba con una expresión a medio camino entre la sorpresa, el horror y... la decepción.

Alex pasaba la mirada de su madre a mi padre indistintamente y se movía nervioso de una pierna a otra.

Anna había abierto mucho los ojos y se había llevado la mano a la boca, pero fue la única capaz de mantener la calma. Cuando yo dije la tan trillada frase de...

—No es lo que parece.

Nadie me creyó. Obviamente era lo que parecía y todos lo sabíamos. Allí fue cuando ella dijo:

—Es tarde. Subid a vuestras habitaciones. Mañana hablaremos de ello.

Y los dos obedecimos sin oponer resistencia.

Me había pasado la noche dando vueltas en la cama, jugando la idea de ir a la habitación de Alex para hablar con él. ¿Qué íbamos a hacer ahora?

¿Qué harían nuestros padres? ¿Nos castigarían? ¿Nos echarían de la casa? ¿Nos prohibirían estar juntos?

Sin embargo, algo me decía que la reacción de Anna y mi padre debía ser la última de mis preocupaciones, porque había mandado más de diez mensajes a Alex... Y él no había contestado a ninguno.

Habían regresado porque tuvieron que ceder su habitación a unos invitados que no consiguieron una. Por eso nos descubrieron.

—Bueno, Carla... —carraspeó mi padre, trayéndome de vuelta a la realidad—. Supongo que sabes que debemos hablar de lo que ha pasado.

Cuando escuché ruido por la mañana me armé de valor y, aún en pijama y con el maquillaje malamente quitado de la noche anterior, bajé las escaleras para encontrarme con Anna y mi padre. Apenas eran las ocho tras la fiesta pero los tres teníamos la misma cara de cansancio, con ojeras profundas y ojos hinchados. Nunca antes había notado tanto las arrugas de expresión de mi padre.

Sin embargo, y tras más de veinte minutos esperando, Alex todavía no había aparecido.

—¿Cuánto tiempo lleva sucediendo... esto?

Ni siquiera podían ponerlo en palabras. No podían decir que Alex y yo estábamos manteniendo una relación.

—Unos meses —respondí vagamente.

Porque si os cuento que me acosté con él antes en aquel viaje que hicisteis durante mi cumpleaños, igual os da un patatús.

Anna y mi padre compartieron una mirada de circunstancias.

Un Perfecto DesastreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora