15. La cita

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—Estás muy guapa

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—Estás muy guapa.

Lancé una mirada de soslayo a Alex mientras doblaba la esquina de la calle. Estaba sentada en el asiento del copiloto de su coche, camino a la casa de Hannah, la chica con la que había quedado.

—Gracias.

Miré hacia abajo, hacia el conjunto que había escogido. La falda negra con el top. ¿No sería muy revelador? No quería dar una impresión errónea a Liam. Solamente estaba tanteando el terreno. Era halagador saber que le gustaba, pero... ¿podríamos tener algo? No sabía su apellido. Ni su clase favorita. Ni qué quería estudiar.

Necesitaba tiempo.

—Si tienes cualquier problema durante la película me llamarás, ¿vale?

Me volví hacia Alex, que continuaba con los ojos fijos en la carretera. Y entonces pensé...

Que su apellido era Walker.

Su clase favorita era psicología, aunque no entraba necesariamente en su carrera, pero le apasionaba entender cómo funcionaba el cerebro humano.

Quería estudiar económicas, pero eso era solo porque...

—¿Carla? —Insistió.

Sacudí la cabeza y lo miré con la boca entreabierta. En realidad así había estado mirándolo los últimos minutos.
Carraspeé y repliqué:

—Te llamaré.

—¿Seguro?

Menudo pesado...

—Sí, seguro.

No insistió más. Continuó conduciendo por la calle hasta que llegamos a una urbanización muy iluminada.

Alex dejó el coche frente a una casa y se disculpó mientras salía para acercarse a la puerta. Una chica preciosa, con una falda negra como la mía pero un top plateado muchísimo más bonito, salió de ella. Llevaba el pelo rojizo atado en una coleta alta que dejaba caer sus rizos de una forma muy bonita.

Era la chica del domingo.

Caminaron directos al coche, ella hacia mí. No fue hasta que estuvo casi en la ventanilla que se percató de que yo estaba sentada allí. Sin embargo, Alex se adelanto y abrió la puerta de atrás, sorprendiéndome.

—Para usted, señorita —susurró.

Me volví, y vi la cara de ella a través del cristal con expresión de querer escupirle en la cara.

—¿Tengo que ir detrás? —Preguntó.

Llevé la mano inmediatamente a la puerta y abrí, pero algo hizo tope y la cerró al mismo tiempo. Cuando alcé los ojos vi a Alex con la mandíbula tensa.

—Llevo a mi hermanastra al cine y ya se sentó —escuché que decía—. ¿Te importa?

Los ojos de la chica se movieron hacia mí. Me taladraron. Y entonces susurró una sola sílaba:

Un Perfecto DesastreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora