40. Los problemas crecen

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La casa se llenó de gente a la noche siguiente

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La casa se llenó de gente a la noche siguiente. Conocía a todos los invitados, porque eran amigos cercanos de la familia. Estaba Eva con su mujer, una pareja que antes salía a cenar con mis padres y varios amigos de la universidad. Por supuesto, también estaban los abuelos de Alex.

Heejin había conseguido tener permiso para acompañarme un rato en la fiesta, pero tenía que estar en casa a las nueve, ya que al día siguiente sería la boda. Fue un gran alivio tenerla allí. Conseguimos un plato de comida y nos alejamos de todos los invitados a un rincón del jardín, en un pequeño banco, donde disfrutamos de la cena.

—No me puedo creer que ya vaya a ser el día de la boda —comenté, con los ojos puestos en la gente.

—Lo que yo no puedo creerme es que incluso parece que tengas ganas de que llegue el día —intervino Heejin—. Hace cuatro meses era tu peor pesadilla.

Apreté los labios y dejé el plato de comida a un lado, porque... ¿qué podía decir? En realidad tenía razón. Me animaba la idea de la fiesta, pero no solo eso... Aquella rabia que sentía hace meses porque ellos quisieran celebrar la boda, por tener que organizarlo junto a Alex y, en definitiva, gritar a los cuatro vientos que éramos una familia...

Se había esfumado.

No fue de golpe. Ocurrió de forma gradual. Comencé a notarlo cuando Anna me pidió que realizara las ilustraciones. Me había hecho incluso un poco de ilusión. También en la prueba del vestido, o cuando la acompañé a la del maquillaje.

En realidad, si miraba en retrospectiva, ahora era un poco más cercana a Anna que antes. Y no porque ella no hubiese intentado conocerme mejor desde siempre, sino porque... Ahora yo le había dejado hacerlo.

Y, por supuesto, estaba el golpe de realidad que me había llevado con mi madre. Siempre había tenido esa pequeña esperanza de que mis padres regresaran, pero estaba claro que nunca sucedería y que Anna no había sido el problema nunca.

Empezaba a sospechar que, de hecho, quizás lo era yo...

—Oye, ¿dónde se ha metido Alex? —Preguntó Heejin con curiosidad.

Paseé de nuevo al vista entre los invitados. La última vez que lo vi estaba conversando con Eva, pero ya no podía encontrarlo. Tampoco había rastro de sus abuelos.

Agarré el plato y me levanté del asiento. Heejin me siguió y ambas atravesamos el jardín, donde estaban los invitados tomando las últimas porciones de tarta pre boda, hacia el interior de la casa.

No tardamos en encontrar a Alex. Estaba en la cocina y con él... sus abuelos. Él apoyaba la espalda en la encimera, mientras su abuela tomaba una taza de té sentada en la mesa sonde solíamos desayunar y su abuelo lo miraba con los brazos cruzados y expresión seria.

—... cuanto antes mejor. En casa eres bienvenido desde el mismo día en que acabes las clases —conseguí escuchar que le decía Henry.

El corazón me dio un vuelco. ¿Estaban hablando sobre irse a vivir con ellos a Miami?

Un Perfecto DesastreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora