14. Si tú no dices nada, yo tampoco

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—Pues no sé, dile la verdad a Álex

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—Pues no sé, dile la verdad a Álex.

Miré a mi teléfono, que estaba apoyado sobre unos libros en mi escritorio. La cara de Heejin llenaba toda la pantalla. Maki estaba hecho un ovillo a su lado, sobre uno de mis cuadernos rectangulares. De vez en cuando movía las orejitas al escucharnos hablar.

Terminé de aplicarme el cacao con color en los labios y me acerqué a ella para que pudiera dar el visto bueno a mi maquillaje. Había quedado con Liam en el cine en una hora y necesitaba la opinión de una amiga.

—¿Y si me delata con nuestros padres? —Repliqué, porque era una buena posibilidad—. Dime, ¿cómo ves el maquillaje?

Heejin se inclinó sobre la pantalla hasta solo ver uno de sus ojos. Cuando se alejó me hizo una señal con el dedo que indicaba conformidad. Está bien, me valdría con eso. Ahora la ropa.

—Se dará cuenta igualmente cuando lleguéis en lugar de verme a mí, una preciosa chica de metro cincuenta y seis, se encuentre con Liam, un maromo de metro setenta y cinco, rubio y con cero rasgos asiáticos.

Ya... Yo también había pensado en eso. Y por un momento incluso tuve el impulso de cancelar la cita, pero eso solo fastidiaría a Liam, y él no tenía la culpa de nada. Yo solita me había metido en aquel embrollo...

—Carla, sabes que tengo razón —dijo la voz de Heejin desde el teléfono.

—Sí, y odio cuando eso sucede.

Abrí las puertas del armario mientras escuchaba a mi amiga reírse y observé la ropa que colgaba en las personas. ¿Qué se supone que llevabas a una primera cita? Valoré por un momento todas mis opciones... No quería usar pantalones y un vestido quizás fuese demasiado formal.

Me decidí por una falda oscura y un top. Si tenía frío podía mantener la chaqueta. Comencé a quitarme el pijama que usaba para estar cómoda por casa. Ahí me di cuenta que ni la ropa interior me pegaba.

—Tía, que te veo todo —me gritó Heejin desde el teléfono mientras hacía el amago de taparse los ojos.

Rodé los ojos, porque nos habíamos cambiado juntas muchas veces en los vestuarios. Me moví a la mesita de noche y busqué un conjunto bonito en los cajones. Llevar lencería me hacía sentir sexy, pero como no era lo más cómodo del mundo no siempre lo usaba.

Justo cuando me había quitado lo que llevaba para proceder a cambiarme llamaron a la puerta. Maki levantó la cabeza y apuntó con los ojos directamente hacia el lugar del sonido.

—¡Un segundo! —Pedí mientras agarraba un conjunto que me gustó.

—Carla, abre —exigió la voz de Álex desde el otro lado—. No tengo todo el día.

¡Maldita sea! Sabía que era él porque mi padre y Anna habían aprovechado que nosotros salíamos fuera para tener una cita a solas.

—¡Estoy desnuda! —Grité de vuelta.

Un Perfecto DesastreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora