41. La boda

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El hotel estaba decorado con flores y guirnaldas

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El hotel estaba decorado con flores y guirnaldas. Los invitados comenzaban a llegar y los trabajadores se encargaban de guiarlos hacia la zona donde tendría lugar la ceremonia, que al final sería en el jardín trasero. Después tendría lugar un pequeño brunch allí mismo, y terminaríamos con la comida en el interior.

El sol iluminaba todo y apenas podías ver un par de nubes en el cielo. Era como si, por fin, la vida pudiese darnos un respiro a todos. Bob, un amigo de la universidad de mi padre que había estado el día anterior en al cena, también se encargaba de guiar a las personas. Él sería quién oficiaría la ceremonia, lo que realmente no hacía mucha falta porque ellos ya estaban legalmente casados, pero les hacía ilusión.

Alex y yo estábamos encargándonos de terminar de colocar el decorado de donde se realizaría la ceremonia. Anna quería que tanto él como yo estuviésemos de pies a su lado, lo que no me hacía especialmente ilusión. Odiaba la idea de que la gente se fijara en mí, pero al final quienes se llevarían toda la atención serían los novios.

Recibí un mensaje de Heejin avisando que salía ya de casa y decidí acercarme a ver cómo estaba la novia. Lancé una mirada rápida a Alex. Estaba hablando con una trabajadora mientras terminaban de adecentar unas guirnaldas. Sonrió ante algo que ella había dicho, y cualquier persona desde fuera podía pensar que todo estaba bien, pero... Yo sabía que no era así.

Me acerqué a ellos para avisar. Coloqué una mano sobre el hombro de Alex para llamar su atención y susurré:

—Heejin viene de camino, voy a ver cómo está tu madre.

Asintió con la cabeza y luego se agachó para darme un suave beso en la mejilla.

—De acuerdo, princesa.

Noté que a nuestro lado la chica nos lanzaba miradas de reojo y carraspeé antes de alejarme. ¿Sospecharía algo? ¿Lo diría?

Estaba empezando a obsesionarme.

Anna se encontraba en una de las habitaciones del hotel. Eva se había quedado con ella mientras terminaba de arreglar su maquillaje, que era justo lo que estaban haciendo cuando yo entré.

Se volvió hacia mí y sonrió. A diferencia de a Alex, aunque todo lo sucedido anoche también le afectaba y había llorado mucho, la sonrisa sí le llegaba a los ojos. Ella no iba a dejar que sus padres le arruinaran ese día tan importante.

—¿Cómo estás? —Pregunté.

—¿Qué haces todavía así? —Fue su respuesta, con el ceño levemente fruncido—. Tienes que vestirte de una vez.

Era cierto. Mientras la novia prácticamente estaba lista, yo solo tenía hecho el pelo y el maquillaje. Me había puesto un vestido ligero para terminar de preparar las cosas, pero el que escogimos en la tienda lo tenían ellas allí.

Un Perfecto DesastreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora