13.

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Pues ahora estoy siendo un desquiciado sentado en el sillón parte de la habitación nueva que le he asignado a Anya, una más amplia para su gusto aunque estoy seguro de que alguna queja tendrá en base a esto, pero no podrá negarse, va a tener que acostumbrarse porque voy a querer acomodarla con todo lo que se me antoje.

La observo dormir mientras leo un libro, pero veo que el libro me lee a mí porque no dejo de mirarla, a su lado está aquella bola de pulgas acurrucada, y unos celos enfermizos causados por una estupida ardilla me hacen sentir la envidia, que envidia le tengo a esa liebre.

Miro mi reloj y puedo darme cuenta de que es temprano y que si Anya siguiera en el instituto la hubiese intentado despertar no tan violentamente, por lo que medito mientras la observo y le permito descansar y tomar unos días más para su revoltijo mental y luego pueda retomar sus clases.

Me aproximo despacio haciendo que la liebre esa levante una oreja captando un sonido.

Genial, ni siquiera tocarla en secreto puedo ahora.

Salgo de la habitación para no volverme loco y tomar a la ardilla por su cola peluda y lanzarla por el retrete.

Camino hasta mi despacho para continuar las cosas que tengo que hacer.

— Buenos días, joven príncipe.— Me dicen las criadas con una leve reverencia a medida que sigo avanzando, no sin antes de hacerles un asentimiento como saludo.

Sigo los pasillos para llegar a mi despacho.

— Buen día, joven Damian.— Me dice Clero de pies como una estatua en la puerta de mi despacho.

— Buen día, Clero. ¿Qué quiere?.— Escupo.

— ¿Quiere que mande el desayuno a la habitación de la señorita Anya o vendrá al comedor real?

Pienso un poco, no debería ni siquiera de pensarlo. Tengo varios días sin toparme con mi padre, muchos a decir verdad y es lo mejor para ambos para evitar inconvenientes, no me importa que vea a Anya, el no tiene tanta potestad ya porque todo ha quedado bajo mi autoridad como así ha sido escrito al cumplir la edad que ahora ya tengo, por lo que simplemente falta mi coronación que no se ha llevado a cabo porque no se me ha dado la gana.

— A su habitación.— Digo y veo como el asiente y hace una leve reverencia para marcharse.— Clero.— Le llamo y se detiene.

— ¿Si, majestad?

— Gracias.

Clero sonríe y hace otra reverencia para marcharse otra vez.

Veo todo el papeleo disperso aquí.

— ¡Maldito trabajo!.— Rujo exasperado. El estrés acabará conmigo en cualquier momento o yo acabaré destruyendo todo a mi paso.

Al cabo de un rato escucho toqueteos en la puerta del despacho y un tick se instala en mi ojo izquierdo.

— ¿Quién carajos es ahora?.— Digo lo suficientemente para que se escuche detrás de esa puerta.

— ¿Puedo pasar, majestad?.— Escucho la voz cantarina de Águeda, justo lo que necesitaba.

— Entra.

Príncipe DAMIAN. [Damian x Anya] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora