Príncipe DAMIAN. [Damian x Anya] ©

18.

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ANYA.

¿Qué de donde saqué la valentía?

Eso mismo me pregunto yo justamente ahora no estando en mis cabales y provocando a Damian y a la vez sintiendo la intensidad del ambiente, un ambiente que me está dando bastante calor.

Si, me provoca verlo tenso, serio, nervioso, contrariado. Juraría que podría saltarme encima en cualquier momento si no fuera porque se está conteniendo y tratando de buscar más paciencia de la que ya le he hecho perder.

Si, soy un completo grano en el trasero.

— Anya.— Gruñe Damian y eso me hace sentir un escalofrío por mi cuerpo. Un delicioso y repentino escalofrío ocasionado por su gruesa voz al llamarme.

— ¿Si?.— Finjo inocencia.

Solo recibo su silencio, pero noto su pecho subir y bajar con presión, cerrar los ojos para tal vez relajarse y controlarse. Quiero ver hasta donde puede llegar.

Me coloco a su frente y aunque me lleve cuatro cabezas de ventaja, me da igual. Con una mano toco, acaricio y siento su abdomen, con la otra trato de alcanzar su mentón para hacer que me mire y abre los ojos y puedo ver la lujuria que en ellos se encuentra.

— ¿Todo bien, Damian?.— Sé que está furioso por cómo estoy jugando con el, pero me quitó mi helado.

Sin despegar mi vista de el trato de subirme a la encimera para tratar de al menos restar dos cabezas de las cuatro que él me lleva. Me siento en la encimera y le sostengo la mirada, pero siento que yo misma estoy cayendo en mi juego cuando me fijo en sus labios, su pecho subiendo y bajando mientras su respiración se le hace más forzada, el aire comienza a extinguirse y una ola de calor sube repentinamente cuando lo tengo así de cerca, con su prenda superior a medio levantar y su cabello mojado por el sudor pegado en su frente.

Esto es digno de fotografiarse.

Respira Damian, respira.

¿Cómo mierda voy a respirar?

Es demasiado sexy, su tacto es tan suave y delicado, todo en ella me enciende.

La vas a asustar si haces algo, contrólate.

Escucho desprevenidamente los pensamientos del monumento que tengo frente mío y no puedo evitar morderme el labio viendo cómo su mirada desciende involuntariamente hacia ellos y frunce el ceño ladeando su cabeza. Tomo su mentón otra vez y lo volteo para que me mire y él lo hace sin titubear aún a sabiendas de que su rostro está manchado del tono rojizo que tanto detesta.

Me acerco hacia él lo bastante cerca para rozar mi nariz con la suya, inhalo su aroma y hasta el de su respiración y veo como cierra sus ojos por inercia, con mi nariz acaricio la suya y me acerco un poco más para rozar mis labios con los suyos, el los entreabre un poco y veo como traga profundo notando su manzana de Adán.

Rozo mis labios lentamente con los suyos, necesito besarlo, pero la sensación de intimidad que estamos compartiendo se siente desesperante y extrañamente bien. Me permito indagar un poco más con este tipo de cercanía y a la vez que acaricio mi nariz con la suya y rozo mis labios con los suyos, también toco su abdomen haciendo que las venas de sus brazos salgan a flote y necesite tocarlas también.