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Anya al girar la esquina de la planta baja ya estaba perdida, trataba de descifrar el mapa que aquel sexy como se llame le había dado, pero no entendía nada ya que solamente se veían pasadizos y algunos puntos y ella creyó que se trataba de algún plano de algo. Mirando a todas partes para encontrar quien la ayude a volver a la habitación donde se quedaba, sintió como su estómago rugió causándole vergüenza por el estruendo, trató de fijarse en el mapa el lugar donde podía ir por algo de comer y vio unos dibujos de utensilios de cocina por lo que supuso que ese era el comedor.

Lo que no sabía era donde estaba para reconocerlo en el mapa, por lo que vio a algunas mujeres con delantales pasar con platos y vasijas a algún lado y las siguió.

Anya había llegado hasta un comedor enorme en una habitación súper mega grande donde podía estar una mansión completa distribuida en esta sola parte, observaban cómo la mesa tan larga y grande estaba decorada elegantemente y con muchísima comida de lo que ella se podía imaginar. En el orfanato no recibía mucha comida para apaciguar su hambre, cada Niño recibía pequeñas porciones y por eso a veces algunos se escabullían a la cocina en las noches buscando que comer.

Anya tomó asiento y vio que algunas personas la miraban con desagrado haciendo que se sonroje y se sienta incómoda. Escuchó como hablaban, pero desistió a que hablaban ya que sus labios estaban sellados, por lo que una vez más se sorprendió al escuchar sus pensamientos, pero se arrepintió de escucharlos porque solo murmuraban cosas malas respecto a ella.

¿Qué hace una pobretona como ella aquí?

Seguro la dejaron entrar por pena o quería limosna.

En cuanto el rey la vea la va a desechar como si de la basura se tratase.

Si el príncipe la viera sentiría asco.

Anya cabizbaja continuó andando y sus ojos picaban, pero no quería llorar, no quería demostrarse débil ante aquellas serpientes.

Recordó que el joven sexy como se llame le había dicho que podía caminar un poco por el castillo, así que no creía que él se molestase por ella venir a comer algo de camino.

— ¿Quién dejó entrar a la gentuza aquí?.— Un hombre esbelto y con el gesto completamente tosco y la cara algo arrugada miraba a Anya sin ocultar su molestia y desagrado hacia ella.

— Me llamo Anya, señor.— El hombre sorprendido ante su acto de osadía a cómo se había dirigido hacia el, se levantó de golpe de la mesa dando un fuerte estruendo en ella.

— ¡Saquen a esta plueberina de aquí ahora mismo!.— El hombre enfurecido gritó a más no poder y algunas de las criadas que en el lugar se encontraban se movían inquieta sabiendo las órdenes del príncipe Damian, pero captaban la de su superior mayor y otras se reían de ella porque sabían que pasaría algo como eso.

— Vivo aquí, vine a comer porque tengo hambre.— El hombre soltó una gran carcajada haciendo que Anya frunciera el ceño y su estómago gruñera más porque no había sido atendido con comida.

— Si que tienes agallas muchacha, no sé quién te dejó entrar y cómo andas por tu cuenta, pero te me largas ahora mismo y aquí no vuelvas a pisar. Estás ante el rey de Agraria, ultima vez que te diriges a mi de esa manera.— El rey ofendido por las palabras de la muchacha, solamente soltó una estruendosa risa ante la broma de la chica.— ¡¿Cuántas veces he dicho que no permitan entrar a los abandonados a pedir limosna?!

Anya se sonrojó porque no sabía que se encontraba ante el principal mando de todo el reino y sus palabras con el mayor filo de una daga le provocaba querer llorar.

— Mil disculpas, yo...— Antes que Anya dijera algo más, algunos seguridad que las criadas habían solicitado por orden del rey, tomaron a Anya haciendo que se pare de la mesa y tratando de sacarla del castillo.

Anya ante la exasperación que sentía sus ojos se llenaron de lágrima ante aquel rechazo y no sabía que le habían mentido sobre estar en este lugar.

Una de las criadas viendo esto con inquietud salió en bola de humo en busca del príncipe Damian.

— Señor Damian, venga rápido. El rey saca a la señorita Anya de aquí porque se la ha encontrado en el comedor.— Damian completamente molesto dejó todo lo que estaba haciendo en su despacho y salió despabilado hacia el escándalo que tenía su padre.

— ¡Y no vuelvas a entrar aquí muchacha insolente!.— Damian enfurecido por cómo su padre había tratado a la chica abrió la puerta con un fuerte estruendo y entrando al comedor.

— Deja de tocarla.— Damian se dirigió de tal forma al seguridad que tenía a Anya tomada por los brazos para sacarla.— ¡Que la sueltes joder!.— El seguridad asustado por el tono de voz del príncipe la soltó como si la piel de la chica quemara.

Por otro lado, el rey viendo tal acción se enfureció más porque su hijo le ha llevado la contraria delante de las personas.

— ¿Cómo te atreves a llevarme la contraria, mocoso?.— Damian enarcó una ceja y volteó para hacerle frente a su padre.

— Cuidado si se te dispara el corazón, viejo. La chica es mía, jamás te atrevas a hablarle de ese modo y mucho menos a permitir que otro la toque porque le corto la mano.

Damian se encaminó hasta quedar al lado de Anya y estudiarla desde la distancia que mantenía para ver si se encontraba bien.

— ¡Soy tú superior, aquí haces lo que yo diga!, ¡Soy el rey!.

Damian si darse la vuelta, le respondió sin pudor a su padre:

— No, pronto no lo serás. Ya estás para jubilarte, por lo tanto me dejaste el cargo a mi hasta que sea el día de tu jubilación, no te confundas viejo.— Su padre viendo que Damian tenía razón fingió un dolor de pecho ante tal rebeldía de su hijo y los criados fueron a socorrerle.

Damian para que no vean que no hizo nada, mandó a llamar al doctor real para que ayudasen a su padre sin mostrarle atención alguna y llevándose con él a la chica.

Anya caminaba cabizbaja en silencio sin ni siquiera mirarle al joven sexy como se llame, su estómago arruinando el silencio que con ellos llevaban a medida que caminaban, la traicionó.

— Tienes hambre.— Aquello fue una confirmación de Damian y sabía que esa había sido la razón por la que ella había llegado al comedor.— Mandaré a que te lleven de comer.

Anya asintió sintiendo una terrible vergüenza y estando a punto de llorar en estos momentos por cómo había sido tratada.

Damian sabía que la chica se sentía terriblemente mal por aquel suceso y pensaba que no merecía recibir más malos tratos de los quien sabe que ha recibido en su vida.

La dejó en su habitación viendo cómo observaba por la ventana otra vez el atardecer y quedándose fijamente observándole. Mandaría a que le llevaran de comer y algunas cosas para que pudiera entretenerse. Debía continuar averiguando respecto a aquella chica, pero también necesitaba que ella terminara los estudios y tuviera una educación porque tal vez iba atrasada en aquel orfanato como suele suceder en aquellos lugares. Por lo que se propuso inscribirla en el instituto privado en el que el era tutor como una labor imprescindible para el cargo de la corona y así también la mantendría vigilada.

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Príncipe DAMIAN. [Damian x Anya] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora