Príncipe DAMIAN. [Damian x Anya] ©

27.

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Los rayos solares reflejados por mi ventana se cuelan sin permiso alguno pegándome fuerte en el rostro y sintiendo la calidez que transmiten en mi piel. Abro mis ojos, pero por el impacto de la iluminación solar los cierro y coloco uno medio abierto para acostumbrarme un poco ya acabada de despertar.

Palmeo el otro lado de mi cama donde se suponía que sentiría a un Damian durmiendo con el ceño fruncido, pero mi fantasía fue más fuerte y en eso quedó, en fantasía. Observo con más atención y no está.

Molesta me entro al cuarto de baño, cepillo mis dientes y hago mis necesidades. Bajo para ver qué preparar de desayunar y al saber que Damian en el día de ayer ha sido tan benévolo en librarme un día sin clases y sin las apestosas matemáticas, aún recordándome que debo entregar las tareas asignadas sin falta. Ruedo los ojos al tener que recordar que aunque no han sido tantos ejercicios como acostumbra, igual los tengo.

Alcanzo el cereal de cookies y lo vierto en un tazón, me aproximo al refrigerador a por la leche y encuentro una nota pegada en él.

"Espero que hayas podido descansar, tengo pendientes debido al trabajo en el castillo, llegaré tarde al instituto después de avanzarlos y luego seguiré los pendientes y una audiencia con los ciudadanos. Te veo en la noche para cenar, mi Anya".

"D".

Quito la nota pegada en el refrigerador y la coloco en mis fosas nasales aspirando con exactitud el aroma masculino del perfume de Damian. Siento que desfallezco cada vez que lo inhalo.

Como mi desayuno con suma felicidad y viendo que tengo todo el día quisiera ir a explorar un poco este bosque.

Una caminata no estaría nada mal.

Subo a mi habitación y tomo una mochila de campamento, echo una manta, un abrigo grueso, unas zapatillas blancas, una toalla por si acaso, un traje de baño por si alguna posada hace de su aparición, repelente para mosquitos y una musculosa.

Bajo hacia la cocina y entre los armarios busco una pequeña cesta, preparo algunos sandwich, hecho dos frascos de cócteles y tres botellas de agua, unas galletas y una bolsita de manís.

Todo listo.

Me coloco la mochila, descuelgo una gorra de color azul marina, tomo la cesta y salgo de la casa. Guardo una llave de repuesto detrás del retrato de Piff, de una foto devorando unas bellotas que una vez le tomé y las otras las llevo conmigo.

Emprendo el camino adentrándome al inmenso bosque que rodea mi casa excepto por el camino amplio por el que cruzan los vehículos para salir de este lugar. A lo lejos diviso una larga cerca que divide el medio bosque que estoy recorriendo que es por el que mi casa queda rodeada y más allá hay unos enormes árboles mucho más grandes de lo que ahora estoy entrometida. Me acerco un poco más hasta la cerca y en el primer gran y largo árbol después de ella hay un letrero con letras bastante claras y grandes para leer, que dice:

"Peligro: Alerta de animales y plantas en su hábitat natural".
"No sobrepasar la división".

Resoplo.

De esta manera no podré explorarlo con mayor exactitud, ni descubrir si hay algún arroyo, ni ver qué animales hay. No podré divertirme estando en la parte que no contiene casi nada.