"𝐍𝐞𝐠𝐫𝐨 𝐲 𝐝𝐨𝐫𝐚𝐝𝐨...

703 59 43
                                    

° • ______ 𝐌𝐨𝐨𝐫𝐞 🌼

Mi cabeza estaba a punto de explotar.

Arranqué la hoja donde había trabajado un diseño que claramente no me gustó -como los otros veinte descartados- no tenía mi esencia, ni tampoco creatividad. Muchas veces me quedé sin saber cómo continuar el diseño y lo descartaba, me pasé las manos por las hebras de mi cabello, harta de no conseguir un diseño que fuera digno de presentar al maestro. En todo lo que iba del sábado, me dediqué a hacer el diseño pero claro, seguía sin éxito y ya eran las siete de la noche.

El día anterior hice los deberes pendientes sin importar a que hora durmiera para el sábado concentrarme de lleno el diseño. Paré por un momento dejando el lápiz de lado, iba a tener una migraña si no tomaba un respiro.

Tal vez era eso, si era eso, despejar la mente y continuar.

Eso lo dices para convencerte.

Oh, cállate conciencia.

Tomé camino a la cocina por un vaso de agua, en el proceso vi a Olga en el jardín cuidando de las plantas, ni siquiera llegué a la cocina cuando el timbre sonó, no sabía si papá iba a tener visitas y ojalá no hubiera tenido esa visita, en cuanto divisé su cara intenté con todas mis fuerzas volver a cerrar la puerta pero entre tanto forcejeo terminó por empujarme a lo que yo retrocedí lo más que pude, eso fue hasta que mi espalda baja dio con nuestro piano.

— ¿Qué haces aquí?

—No vine a verte, muñequita —mencionó jovial. —Vine a ver a tu padre.

Asentí, me alejé del piano y di media vuelta para ir a mi habitación, encerrarme ahí hasta que se fuera para mí era muy buena opción pero su voz me detuvo.

—Qué malos modales, _____. ¿No me vas a ofrecer mínimo un vaso de agua?

—Conoces dónde esta cocina, no hace falta que te lo diga —di media vuelta cuando su comentario venenoso me interrumpió.

—Espera, ¿no vas a grabar esta conversación para meter más mierda entre tu amiga y yo? —mantuvo esa mirada burlona, probablemente sentía que había ganado.

—Solo le dije los hechos, nada más —acoté. —No te queda la pinta de santo.

—Yo no te vi...

— ¡Damian! —la voz de mi padre interrumpió su palabrería. — ¿Cómo estás, chico?

Palmeó su espalda de forma fraternal, era mi momento de huir.

—Permiso.

Mascullé antes de prácticamente correr a mi habitación, en cuanto llegué cerré la puerta seguro y con las manos temblorosas, marqué el número de mi mamá. Mamá no había estado en casi todo el día por trabajo de la empresa de papá y su editorial, tal vez si le informaba que él estaba aquí vendría lo más rápido posible pero intenté tres veces pero no contestaba el celular, maldije por mis adentros.

Iba a intentar una cuarta llamada cuando tres golpes secos que parecían tumbar mi puerta me hicieron dar un respingo, la respiración se me cortó y mi boca estaba seca. Llamé por cuarta vez con más desesperación porque los golpes en la puerta no cesaban, por un momento pararon pero no me confié nada, llené de llamadas a mi mamá sin tener éxito de alguna.

—Ahora podemos hablar tranquilos —cerró mi puerta de un azote.

—Tú y yo no tenemos nada de que hablar —me moví al otro extremo de la habitación para tener la mayor distancia con él.

— ¿Por qué corres? —tanto su semblante como su rostro eran aterradores.

Estuvimos en una carrera por todo el cuarto, cuando yo me iba a un lado, él trataba de ir al mismo lugar y a medida que me seguía me sentía como si fuera una presa. El miedo se extendió rápidamente.

A Un Beso || Peter Parker Y Tú ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora